Parecía olvidada, pero la vieja maldición de España con los cuartos de final se paseó durante muchos minutos por San Petersburg. La selección no fue ni mucho mejor, ni mucho peor, que Suiza. Sólo su falta de contundencia en las dos áreas acabó condenándola a los penaltis. Y en esa loteria, sí fue mejor. Los helvéticos, que no habían fallado ni uno contra Francia, erraron hasta 3 y cedieron a los de Luis Enrique el camino a las semifinales en Wembley.
Desde el principio quedó claro que el rival tenía un plan. Y ni el afortunado gol de Jordi Alba en el minuto 8 de la primera parte le hizo variarlo. Busquets era la clave, ya lo había advertido en la previa Petkovic. Y la verdad es el seleccionador suizo tiene bien convencidos a los suyos. Ni por un solo segundo perdieron de vista al medio centro del Barça. Disciplina, orden y un plan. Sólo en los minutos posteriores al 1 a 0 se desviaron del guión, aturdidos por el golpe.
Porque España estaba por delante, pero en ningún momento se la vió cómoda. Faltaba fluidez en la circulación, faltaba intensidad y faltaba convencimiento, maniatada además por un rival que siempre llegaba antes a los balones divididos. Eso sí, la selección estaba por delante, y Suiza ni se acercaba. Ni un sólo remate en la primera parte. Sólo a balón parado llego algún momento de duda.
Pero igual eso también era parte del plan del plan suizo. Porque la selección se olvidó, poco a poco, de jugar al fútbol. Perdida en los duelos individuales y con Busquets y Pedri fuera de foco, el área contraria se fue alejando cada vez más. Suiza no creaba peligro, pero España parecía extrañamente complaciente. Y el rival seguía sabiendo a qué jugaba. Sólo esperaba el error.
Y el error llegó, en una jugada que no tenía nada y que acabó en un mal pase de Jordi Alba en el centro del campo, un mal cruce de Pau Torres después del buen cruce de Laporte y el gol de Shaquiri, el mejor de largo de Suiza, en el minuto 77. Volvía la falta de oficio, otra vez en la primera ocasión que se concedía al rival.
Con 1 a 1 y España sin rumbo, el despliegue físico le pasó factura a Suiza, que venía de jugar una prórroga y penaltis contra la campeona del mundo y seguía muriendo por cadan balón. Freuler midió mal y se llevó una roja merecida. Contra 10 y con 15 minutos por jugarse, la selección no mejoró futbolísticamente, pero al menos se quitó el agobio de encima. El rival ya apretaba menos, y tocaba recomponerse.
La prórroga mostró las intenciones, y las fuerzas, de cada uno. España, 20 metros dentro del terreno rival. Suiza, a 30 metros de su portero, todos bien juntitos. Y sin querer saber nada del balón.
Como no podía ser de otra manera, el campo se inclinó. La afición suiza (y la rusa) ya sólo festejaba los despejes. Y las ocasiones empezaron a acumularse para España: Oyarzábal, Dani Olmos, Gerard… Y Sommer, un buen portero, empeñado en agigantar su aura de gran héroe, después del penalty que le sacó a Mbapé en octavos.
Pero ni el físico ni el balón eran ya suizos. Quedaban 15 minutos de prórroga y la sensación de que el gol acabaría llegando. Pero no lo hizo. Y las caras cuando el árbitro pitó el final era un buen espejo del estado de cada equipo. Desencajados los españoles, felices los suízos.
Sólo quedaba encomendarse a Unai Simón, y más después que Busquet enviara al palo el primer lanzamiento de la tanda. Y el vitoriano no falló. Los suizos, que no había errado ni un penalty contra Francia, se estrellaron hasta en 2 ocasiones contra el portero del Athlétic Club. Oyarzábal acertó en el último y España ya está en semifinales de la Eurocopa.
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