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#LaGranotera| ‘Paco López: una permanencia de ir por casa’, por Dani Hermosilla (@DANIH069)

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#LaGranotera, por DANI HERMOSILLA

A veces -en el fútbol casi siempre- se busca fuera lo que tienes bien cerca, al lado de casa. Y eso es lo que ha pasado con Paco López y el Levante UD esta temporada. De recurso a pócima de éxito. Sin grandes palabras ni grandes gestos, trabajando en silencio, desde el anonimato. Detrás de él, muchas personas que lo conocen, muchos entrenadores anónimos que ahora tienen al de Silla como un ejemplo a seguir, esperando que algún mandamás futbolero más se equivoque, y fije los ojos en ellos también, como ha hecho esta temporada Quico Catalán. Aunque ‘de rebote’ (pocas opciones quedaban), el presidente volvió a dar a tiempo con la tecla, probablemente consciente que aquel invento de Rubi (que acabó como el ball de Torrent) era un precedente a no repetir. Aunque no acertó en los tiempos de la crisis, sí lo ha hecho en la elección de la fórmula: un tío de la casa que ha logrado, por tanto, una permanencia de ir por casa. Incluso, algunos ven en Paco López, el santo que ha obrado el milagro, o el ‘calvo’ de la suerte del Levante UD, emulando al actor que, en los últimos años, ha protagonizado el anuncio de la lotería de Navidad. Los amigos tuiteros (@Rogermartismo y @Granota_UD) lo sirvieron en caliente, tras la victoria ante el Sevilla. Gracias por la ocurrencia y también por dejarme ilustrar mi/vuestra #LaGranotera

El Levante UD ha firmado hoy su salvación matemática después de la derrota (2-4) del Deportivo de La Coruña contra un FC Barcelona, que ya es campeón. Ahora sí, matemáticamente, el Levante UD jugará por decimotercera ocasión en la máxima categoría del fútbol español, la segunda temporada consecutiva en la Liga Santander tras su histórico ascenso en la pasada campaña en Segunda División.

El Levante UD jugará su decimotercera temporada en Primera División, la segunda consecutiva. Y lo ha logrado con los números de Paco López, una racha de resultados increíble, con seis victorias, un empate y una derrota, yendo de menos a más en juego. Un registro que vale más que una renovación al uso, toda la confianza en un trabajo a largo plazo.

Y lo ha logrado con una racha de resultados increíble -sólo una derrota, un empate y seis victorias-, yendo de menos a más desde la llegada de Paco López, un registro que vale más que una renovación al uso, toda la confianza en un trabajo a largo plazo. El técnico de Silla cogió un equipo sumido en la depresión, a un punto del descenso, y ha logrado el objetivo dejando al club más cerca de Europa que del descenso, peleando con rivales que se habían escapado en la clasificación y, lo que es más importante, con un juego que ya no se recuerda por Orriols. Las épocas de Caparrós, Mendilíbar, Lucas Alcaraz y Rubi nos dejan pocos partidos para guardar en la retina. El de Juan Ramón López Muñiz, una apisonadora de resultados, tampoco nos ha dejado grandes encuentros. Eso sí, un equipo muy fiable pero sin doble velocidad y sin una gran ambición, al final, la causa de la muerte de su propio proyecto. El Levante ante el Sevilla (y también ante el Athletic en San Mamés) fue el mejor equipo en todo ese período, y eso que jugó sin su máximo máximo baluarte en la medular -el sancionado Jefferson Lerma– La victoria por la mínima (2-1), pero la sensación de superioridad contra un equipo que venía de caer en los cuartos de final de la Liga de Campeones y ser finalista de la Copa del Rey, deja en la afición un buen sabor de boca tras una temporada en la que, sobre todo en Orriols, el equipo no ha dado muchas alegrías. Hay futuro, dice la gente. Y ese futuro, hay unanimidad de que debe de pasar por Paco López, y no sólo porque sea de la casa o le acompañen los resultados, sino también porque su fútbol ha conectado con el aficionado y éste necesita que el club, de una vez por todas, alegre sus gustos. Es lo que he venido en llamar el #adnGranota.

Sólo os voy a dejar en esta #LaGranotera una muestra en vivo de lo que vengo diciendo hace tiempo, y más en las últimas semanas. Aunque la arenga del capitán Pedro López se repite cada partido, toma más cuerpo. Este documento que sirve LaLiga en el vestuario antes del partido del Sevilla, resume todo: ‘Vamos a rematar la faena hoy, venga…’ Una ambición, un mensaje claro. Otro día os hablaré del Levante UD que quiere Paco López y de cómo ha obrado ese ‘milagro’: su equipo no sólo gana, sino que acaba además jugando un buen fútbol.

Gran operación deportiva… y económica

Al final, el Levante de Paco López -que fue jugador del Levante UD en la temporada 1994-95, con Juande Ramos como entrenador- ha hecho una ‘mini temporada’ en la que no sólo ha salvado al equipo, sino que, como ya os he comentado, ha hecho que el aficionado granota, sediento de un buen equipo con el que sentirse identificado desde el histórico #JIMTeam, vuelva a creer en el proyecto y se sienta identificado con su equipo, eso sí dejando retratados a muchos -aficionados y miembros de la crítica- que habían puesto la mirada culpable en el proyecto de una Dirección Deportiva muy discutida y a la que hora -ahora, con la boca pequeña- se le empiezan a reconocer sus méritos. No es momento de eso, que será objeto de análisis de otra #LaGranotera. Durante la campaña, se ha censurado la confección de la plantilla, los fichajes, la calidad de algunos jugadores (fundamentalmente Boateng), la falta de gol, la ausencia de centrales de referencia. Nadie se ha salvado de la quema. Pero la obra futbolística contra el Sevilla deja en evidencia que más que un problema de calidad -como se conoce en el club- era un problema anímico, de no saber soportar la presión y jugar con talento encogido.

TALENTO ENCOGIDO. Durante la temporada, nadie se ha salvado de la quema por parte de la crítica y de cierta parte de la afición. Pero la obra futbolística contra el Sevilla deja en evidencia que más que un problema de calidad -como se conoce en el club- era más un problema anímico, de no saber soportar la presión y jugar con talento encogido

A Paco López el consejo presidido por Quico Catalán le ha de estar enormemente agradecido, y no sólo por lo deportivo -eso es más cosa para la afición-, sino social y económico. La permanencia permite al Levante estar en el club de élite -los derechos por televisión permitirán mantener la inversión, recuperar una deuda muy bien gestionada y afrontar nuevos retos como la nueva Ciutat Esportiva de Nazaret. Pero no sólo eso. La racha permite al equipo tener la opción de subir escalones en la clasificación. En esta faceta, cada posición supone un aumento de medio millón de euros en los ingresos por televisión la próxima temporada. Ahora mismo, cuádruple empate a 40 puntos entre Athletic, Leganés, Levante y Espanyol. Y todo puede pasar. Y, por último, la revalorización de futbolistas, como los casos de Boateng o Bardhi, dos de las nuevas incorporaciones que ahora mismo más han crecido, junto a Jefferson Lerma, la nueva gallina de los huevos de oro granota y que, de hacer un buen mundial, podría dejar un buen pellizco económico en el club, esta o (lo que es más probable) la temporada 2019-20. Se verá. Hoy, con Paco López, todo el Levante vale más. Aunque algunos (que no pertenecen) también se han revalorizado y será más difícil su adquisición, como los casos principalmente de Coke Andújar (Schalke 04), Róber Pier (Deportivo) o Sasa Lukic (Torino).

*FOTO DE PORTADA: Fan Page de Facebook del Levante UD

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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