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Cultura

Máximo Huerta: No le pasan más cosas al que más vive sino al que mejor lo cuenta

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Máximo Huerta
El escritor Máximo Huerta presenta su última novela "Adiós, pequeño" en Madrid. EFE/Luis Millán
Madrid, 15 jun (OFFICIAL PRESS- EFE).- El escritor y periodista valenciano Máximo Huerta asegura que su «gran fracaso» no fue el Ministerio de Cultura y Deporte, al frente del que estuvo solo una semana en 2018, sino un episodio «infinitamente peor para la autoestima»: que un cuadro que hizo a su abuela fuera sustituido por otro de su prima Amparín.

Así lo relata en el libro «Adiós, pequeño» (Planeta), con el que Máximo Huerta (Utiel, Valencia, 1971) ganó el premio de novela Fernando Lara 2022 y donde relata episodios personales y la historia de una familia, la suya, que «guarda demasiados secretos para intentar ser feliz».

Máximo Huerta

El escritor, de 51 años, ha explicado en un encuentro con periodistas que no fue muy consciente en su niñez de lo que ese cuadro significaba, pero «la memoria, que es muy novelera, lo que hace es ficcionarlo todo, y en esta novela, que es mezcla de memoria y de ficción, ese momento en el que el cuadro es sustituido por otro» le ha hecho ver que «nadie es tan importante».

Lo del Ministerio de Cultura «lo recuerdan mucho más los demás que yo», insiste Huerta, que asegura que ese época, en la que se convirtió en la persona que menos tiempo ha estado al frente de una responsabilidad ministerial en España en la etapa democrática, solo sale «de pasada» en su novela.

«Los fracasos vienen ya desde niño y ser consciente de que cuando toda la ilusión estaba en ese cuadrito colgado en un clavo, al día siguiente cabe otro clavo, y ya te hace ser consciente de que a todos nos van a sustituir», ya sea como pareja, como amigo o como compañero de trabajo, recalca.

«Adiós, pequeño»

En su novela, que califica como «literatura de proximidad», recupera la mirada curiosa del chaval de pueblo que es, porque el entorno rural «hace mirar la vida de otra manera», más lenta, dice.

Una novela en la que no sabe si se despide de una parte de su historia, porque, asegura, «la vida es un despedirse continuamente».

«Siempre hay una serie de despedidas», dice Huerta, que cree que en su novela no aparecen de una forma negativa, ni nostálgica o melancólica. Y también señala que vuelve a su pasado no con la mirada de hoy, sino con la de entonces.

«Somos escritores de nuestra vida»

Pasados que «siempre se edulcoran», recalca el escritor y periodista, que cree que «la memoria siempre juega a favor» de uno mismo, «endulzándolo todo»: «Edulcoramos los 80, los 70, la Navidad cuando tu padre llegaba con la caja de Navidad…, porque somos escritores de nuestra vida. No le pasan más cosas al que más vive sino al que mejor lo cuenta», sostiene.

Temas como la maternidad, la muerte o la infancia vuelven a salir en «Adiós, pequeño», como en otras de sus ocho anteriores novelas, porque forman parte de su mundo propio: «Para mí lo importante es tener mi mundo propio en la literatura».

Cree que esta es su mejor novela, «que es verídica y profundamente sincera», aunque reconoce que no quería escribirla ni publicarla. Y para una persona tan «insegura» como él, dice, haberla publicado y que haya recibido el premio Fernando Lara le ha dado mucha seguridad.

Su madre

Así, explica, encara su madurez reflexionando sobre el paso del tiempo y su identidad personal y con la serenidad «de haber perdido algunas batallas, un padre muerto con el que quedaron todas las conversaciones pendientes y una madre que se despide poco a poco«.

Su vinculación con su madre, que tiene ahora 84 años y a la que cuidó desde niño, le hizo ser «muy maduro de pequeño», rememora el autor, que también recuerda a su abuela Irene, que utilizó el genérico femenino en lugar del masculino mucho antes de que apareciera el lenguaje inclusivo, recuerda.

También recuerda sus lecturas de niño y cómo «Platero y yo» le abrió una puerta a «otra literatura», de tal forma que se ha convertido en coleccionista de diferentes ediciones de este clásico de Juan Ramón Jiménez.

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Cultura

VÍDEO| Se desploman las aspas del famoso Moulin Rouge de París

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Moulin Rouge aspas

Son las nueve de la mañana y un grupo de operarios acaba de depositar en un camión los restos de lo que, hasta anoche, eran las alas del Moulin Rouge.

Se han desplomado de madrugada y se desconoce aún el motivo, aunque la dirección del cabaret descarta que haya sido «un acto malintencionado». No ha habido heridos.

El Moulin Rouge, en el barrio parisino de Pigalle, es uno de los emblemas de la capital y uno de los monumentos más visitados. A cualquier hora del día hay hordas de turistas haciéndose fotos. Que las aspas hayan caído de madrugada, tras el cierre, ha evitado que haya heridos. «Es la primera vez que se produce un accidente de este tipo desde la fundación del Moulin Rouge, el 6 de octubre de 1889″, indicó la empresa propietaria del local. Por el momento se desconocen las causas de la caída de las aspas, agregó.

Parte de la base del molino ha sufrido daños y se han caído también las letras «mou ». En la parte superior, justo donde están las aspas, hay un bar con jardín desde donde se puede admirar el monumento y que también estaba cerrado cuando se produjo el incidente.

Según los bomberos, no hay riesgo de colapso del edificio. «Las condiciones climáticas, unido a un posible deterioro, han provocado la caída de las alas», ha señalado la Policía.

«Habrá un comunicado. Solo podemos decir que el Molino abrirá esta tarde», señala un trabajador. La dirección del cabaret sí ha dicho que descartan que el incidente haya sido «un acto malintencionado». Las alas fueron sustituidas hace 20 años, para poder aligerarlas.

Operarios recogen las aspas del molino esta mañana
Operarios recogen las aspas del molino esta mañana

Decenas de curiosos y turistas fotografiaban esta mañana el molino sin sus aspas. «Es raro verlo así; debe de pesar toneladas, menos mal que no ha pasado de día», señalaba una turista italiana, que aprovechaba para hacerse el selfie de turno.

En 1915 hubo un incendio, que obligó a cerrar el cabaret varios años. En octubre el célebre molino que evoca las noches locas parisinas celebrará 135 años. Construido por el catalán Josep Oller i Roca, el local abrió sus puertas el mismo año que la torre Eiffel.

Por sus escenarios han pasado las voces más míticas, como la de Édith Piaf, Maurice Chevalier, Liza Minelli y Frank Sinatra. Hoy, celebra dos espectaculos por día y cada año lo visitan 600.000 personas.

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