Cultura
“Verónica”: terror paranormal en la España de los años 90, por @HugoRomanB
Publicado
hace 8 añosen
El director valenciano Paco Plaza vuelve a la gran pantalla con una película de miedo costumbrista
“Madrid. Años 90. Una adolescente que acaba de realizar la Ouija con sus amigas comienza a ser perseguida por presencias sobrenaturales que la amenazan con dañar a los miembros de su familia”.
“Verónica” está basado en el famoso expediente Vallecas, pero no es un documental. De hecho parte de esa historia para adaptarla hasta hacer de ella una trama con muchas referencias autobiográficas. “Verónica” es la historia de una posesión pero también la del miedo al paso a la adolescencia según explica Paco Plaza (Valencia, 1973) realizador de la famosa saga de terror REC.
“Nosotros partimos del caso Vallecas, es un caso paradigmático y que Iker Jiménez vuelve cada cierto tiempo a tratar porque se caracteriza por algo único y es que por primera vez un inspector de policía se sentó delante de la máquina de escribir y en documento oficial sellado por la policía, él escribió que había visto cosas sobrenaturales que no tienen explicación y eso es lo que hace que este caso sea único, está legitimado legalmente que los ayudantes de policía vieron cosas. En el informe hay una serie de elementos que ellos detallan que nosotros hemos utilizado como gancho para recrear una ficción en la película. Porque nunca sabremos qué pasó en la realidad con esta niña. Nosotros lo que hemos decidido es adoptar que en esta historia unos policías son testigos pero vamos a inventarnos la historia de Verónica”.
Y es que para el director nuestros miedos no han cambiado.
“Tenemos los mismos miedos desde la época de los fenicios, que cuando Blasco Ibáñez y que ahora. Al final lo que quieres es vivir tranquilo, que no te hagan daño y no morirte y que nadie haga daño a las personas que quieres. Eso es lo que te aterroriza”.
“Verónica” te atrapa desde el primer minuto en el que el espectador puede ver alguna similitud con REC. Pero aquí no hay gore. Es terror, es miedo logrado por esa atmósfera cargada y pesada que no te deja respirar durante toda la proyección. Y parte de su éxito reside en la cuidada ambientación que nos hace volver a aquellos inicios de la década de los noventa, tiempos de colegio e instituto, de fincas de ladrillo rojizo, de bares grises, la música en el walkman, los coleccionables, una vuelta a los terribles cambios hormonales del paso a la adolescencia que te vuelven un ser raro lleno de miedos y complejos, que de la noche a la mañana te posee convirtiéndote en una especie de ser raro, en un monstruo. “Verónica” cumple su objetivo de asustar al espectador precisamente porque el público se identifica con el escenario. Reconoce esos barrios, esos pisos, esos bares y colegios como propios. Plaza recurre a uno de los numerosos casos paranormales que han sucedido en nuestro país, esos que Iker Jiménez se encarga de dar voz en su programa, para que el miedo sea mayor. Nos sentimos identificados con la protagonista porque no vive en una casa de campo como las que vemos en las películas de miedo americanas. Vive en un piso como en el que podíamos haber vivido nosotros cuando teníamos su edad. Hasta escucha la música que se oía en España por aquellos primeros años noventa donde Héroes del Silencio triunfaba con su disco Senderos de Traición, de cuyo álbum son los dos temas que suenan durante el film: “Maldito Duende” y “Hechizo” (sin duda muy acertado cuando la película trata sobre posesiones y fenómenos paranormales)
Y esa recreación tan minuciosa, esa proximidad es clave en su éxito y que convierte a “Verónica” en un relato de terror costumbrista.
A pesar de ser una de las figuras más importantes en el cine de terror patrio, Plaza se confiesa muy escéptico con los fenómenos paranormales.
“Las cosas inexplicables son porque no se nos han explicado. Hay algo en lo sobrenatural que en algún momento dejará de serlo. Como sucedía antes con los eclipses en la Antigüedad. Pero hasta que descubres la explicación hay algo hipnótico en el misterio que no puedas evitar que te estimule”.
Sin duda, además de la magnífica ambientación, otra de las claves de que “Verónica” funcione tan bien es la magnífica interpretación de la debutante Sandra Escacena y de los pequeños Bruna González, Claudia Placer e Iván Chavero.
Junto a los jóvenes protagonistas la experiencia la ponen las interpretaciones de Ana Torrent y Leticia Dolera.
Al contrario que Hitchcock, a Paco Plaza sí le gusta trabajar con niños.
“Me gusta mucho trabajar con ellos porque los niños no actúan, los niños viven las situaciones de verdad y eso es fascinante.
Todo es real viven el miedo de la película: cuando lloran tienen que llorar de verdad. Un actor está entrenado para llorar un niño si tiene que llorar tienes que hacerle llorar. Lo que hacíamos era generar un ambiente de juego y de que entendieran muy bien que la realidad acababa cuando entraban en plató. Cuando entraban aquí estaban viviendo una historia en la que ellos se sumergían de forma dramática, terrorífica y que cuando dábamos el corte se iban a jugar tan tranquilos con la Playstation y la Gameboy, vamos que no había trauma ninguno. Los niños tienen una facilidad para entrar y salir de la fantasía que nosotros hemos perdido. Ellos son capaces de estar en situaciones extremas. El caso de un bebé que llora cuando tiene hambre con una desesperación que parece que se está muriendo y ya toma dos gotas de leche de la madre y ya está feliz y se la ha olvidado. El niño tiene una capacidad para entrar en estados diferentes que es fascinante, cómo de repente se autosugestionan”.
Y eso que el proceso de casting no fue sencillo.
“Estuvimos meses para encontrarlos porque queríamos que fuesen niños que no tuvieran experiencia que fueran niños que nos gustasen ellos, su manera de ser, su manera de hablar que encajasen entre ellos que con Sandra tuvieran algún tipo de vínculo y fue un proceso largo pero muy gratificante. Trabajar con niños te genera dificultades pero te aporta, te rejuvenece, te obligas a vivir con ellos esa fantasía y es muy bonito de repente es como que te sientes rejuvenecer”.
El director reconoce que en las películas de terror los niños son muy recurrentes como protagonistas ya que suelen dar mucho miedo sin que nadie sepa el motivo. De hecho en “Verónica” hay un homenaje al gran Chicho Ibáñez Serrador y su clásico “¿Quién puede matar a un niño?”
“Al niño tienes el afán de protegerlo pero es muy siniestro…el niño de la profecía, el exorcista…hay una tradición de niños en el cine de terror que tienen algo escalofriante”.
Paco Plaza abandonará el terror en su próximo proyecto para adentrarse en el terreno del thriller el cual comenzará a rodar el próximo enero de 2018.
Pero ahora toca disfrutar, mejor dicho sufrir, el terror de “Verónica”, una película que va más allá que el resto de películas del género de posesiones en las que los efectos terminan por provocar la risa en lugar de miedo.
Paco Plaza en “Verónica” va más allá del terror sobrenatural ya que detrás de esta historia está ese paso a la adolescencia, un paso que asusta más que cualquier fenómeno paranormal. Miedos que hemos vivido todos, por los que hemos pasado todos y tal vez por eso esta película nos resulte tan cercana.
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Cultura
Muere a los 55 años Esther Uria, actriz de ‘Hospital Central’ y ‘Cuéntame cómo pasó’
Publicado
hace 8 horasen
28 octubre, 2025
El mundo de la interpretación y la cultura vasca llora la pérdida de Esther Uria, actriz y pedagoga donostiarra conocida por sus papeles en series de televisión tan emblemáticas como Hospital Central, Cuéntame cómo pasó, Doctor Mateo o El comisario.
La intérprete falleció el pasado jueves 23 de octubre a los 55 años, en el Hospital Donostia, tras sufrir una breve enfermedad que sorprendió a familiares, compañeros de profesión y antiguos alumnos.
Su muerte ha provocado un hondo pesar en el sector audiovisual y educativo, donde era muy querida por su doble faceta como actriz y docente.
Una artista con alma de educadora
Nacida en San Sebastián, Esther Uria se formó en Arte Dramático y dedicó buena parte de su vida a unir dos de sus grandes pasiones: el teatro y la educación.
En el escenario, destacó por su talento natural, su versatilidad y su compromiso con los textos clásicos y contemporáneos. Participó en obras como La cacatúa verde y La importancia de llamarse Ernesto, donde demostró una sólida técnica interpretativa.
Su rostro también se hizo familiar en la pequeña pantalla, con participaciones en algunas de las series más populares de la televisión española.
Entre ellas, Cuéntame cómo pasó, El comisario, Doctor Mateo y Hospital Central, donde interpretó a personajes secundarios cargados de humanidad y cercanía.
Una nueva etapa dedicada a la investigación y la enseñanza
En 2008, en el punto álgido de su carrera artística, decidió dar un giro radical y retomar sus estudios universitarios. Su inquietud intelectual la llevó a obtener el Premio Extraordinario en Educación Especial y la Licenciatura en Psicopedagogía con Premio Fin de Carrera.
Posteriormente, cursó un Máster de Formación del Profesorado en Secundaria (2012) y una beca internacional en la Universidad de Victoria (Canadá) para desarrollar una tesis sobre el teatro como herramienta pedagógica para fomentar la convivencia en las aulas.
Esa investigación culminó en 2018 con su doctorado en la Universidad del País Vasco (EHU/UPV), bajo el título:
Diseño, desarrollo y evaluación de un programa basado en las técnicas del sistema teatral para el fomento de la convivencia positiva en el alumnado de secundaria del País Vasco.
Con este trabajo, Esther Uria consolidó una línea de investigación pionera sobre el poder del teatro como motor educativo y emocional.
Teatro, pedagogía y vida: su legado
Pese a su dedicación a la docencia, Esther Uria nunca abandonó del todo los escenarios. En 2013, junto a su pareja y colaborador artístico Edu Errondosoro, estrenó la obra Cada día es solo una vez al día, un montaje íntimo y reflexivo sobre la importancia de la risa, el amor y el presente.
En una entrevista concedida a El Diario Vasco, Uria resumía su filosofía vital con una frase que hoy resuena con fuerza:
“No nos lamentamos del pasado, tenemos el presente y una forma muy positiva de vivirlo es empezar a hacerlo con humor reflexivo. Vivamos el presente con humor y amor.”
Esta obra representaba fielmente su manera de entender la existencia: optimismo, resiliencia y humanidad. A través de su trabajo, defendía que el teatro no solo debía emocionar, sino también educar y sanar.
Una figura querida en Donostia y en el ámbito cultural vasco
En el País Vasco, su figura trascendía el ámbito artístico. Esther Uria fue reconocida por su compromiso con la cultura local, la enseñanza inclusiva y la promoción del arte como herramienta de convivencia.
Sus compañeros de la Universidad del País Vasco la definen como “una mujer brillante, entusiasta y profundamente humana”.
También numerosos intérpretes que coincidieron con ella en platós y escenarios han expresado su tristeza en redes sociales, recordando su sonrisa constante, su humildad y su forma de hacer del teatro un espacio de encuentro.
El adiós a una vida dedicada al arte y la educación
La muerte de Esther Uria deja un vacío en el panorama cultural español, pero también un legado de inspiración para nuevas generaciones de actores, docentes y creadores.
Su vida fue una lección sobre cómo reinventarse sin perder la esencia, y cómo el arte puede convertirse en una herramienta de transformación personal y social.
El funeral se celebrará en Donostia-San Sebastián en la más estricta intimidad familiar, aunque sus allegados no descartan organizar más adelante un acto público de homenaje para celebrar su vida y su obra.
A los 55 años, Esther Uria se despide dejando tras de sí una huella imborrable: la de una mujer que hizo del teatro una forma de entender el mundo y del humor una forma de resistirlo.
Las tragedias de los protagonistas de la serie Hospital Central
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