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#LaGranotera| ‘El eterno debate del ‘9 y la final de Riazor», por Dani Hermosilla

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DANI HERMOSILLA

Un delantero que las meta y un portero que las pare. Un día, alguien que sabe de esto del fútbol me dijo que éste es el gran secreto de un equipo. El resto, con respeto, es accesorio o, mejor dicho, al servicio de… Recordamos aquel Real Madrid de Ronaldo (el otro, el brasileño) y Casillas, que se deshacía de rivales sin más que grandes paradas del niño de la prensa de Madrid y del tanque brasileño. Los demás no iban cojos, ni mucho menos, pero les servían, trabajaban para…  Hay otros muchos ejemplos. Y todos ellos válidos. ¿Por qué os hablo de esto en la granotera? Pues porque, a riesgo de llevarnos otro disgusto con un club al que los fichajes se le atragantan más de lo deseable, el debate del ‘9’ que marque (en el caso del portero, asegurado porque afortunadamente tanto Raúl como Oier han parado este año lo indecible) se reproduce temporada a temporada  desde que Obafemi Martins abandonara la disciplina azulgrana camino de USA.

Manolo Salvador, artífice de los mejores ‘nueves’ de la historia granota —Caicedo, Koné, Martins…— ya preveía hace años lo que ahora está pasando. Me lo dijo tras la marcha de Obafemi— ‘No sempre es pot encertar en el ‘9’, hem de canviar el model’, así me lo explicó un día en Buñol. Y el cambio fue tan traumático que hasta le costó un descenso y su salida del club. Primero se apostó por lo mediático en el banquillo (Joaquín Caparrós), un auténtico fiasco al que sólo Keylor Navas (y en menor medida, David Barral), le salvaron de la quema (otra vez, portero y delantero). A partir de ahí, intentos sin resultado ni resolución, y eso que se ha buscado (otra cosa es que sea bien)

Para más adelante y otro momento, dejaremos el trabajo del club en materia de fichajes, y analizar de quién es la responsabilidad de cada cosa. Pero ya os avanzo: ‘lo de todo pasa por Quico’, no es el nombre de una película. Sólo con los éxitos, Manolo Salvador llegó a traer lo que quiso —entre comillas—. Nadie le tosía… Hasta que se constipó, enfermedad que le costó el puesto —si aciertas, todo vale. Y la falta de ese Plan B que permita al Levante UD subsistir en un fútbol como el actual, lo seguimos pagando, con la única salvedad de la temporada en Segunda División A, la del histórico ascenso, con un ‘9’ de campanillas, de la casa, piel blanca y coste cero: Roger Martí, el pistolero de Torrent. Para mí, la apuesta.

He hablado estos días con mucha gente del fútbol y todos sabemos que los datos sirven para argumentar opiniones pero pocas veces se utilizan con ánimo de mejora. Por eso, lo del famoso ‘9’ está un poco en entredicho. Aunque es verdad, como me decía un entrenador esta semana: ‘si no le llegan, el delantero también se las ha de buscar’. A muchos os sale Stuani que está viendo puerta con un Girona que empezó mucho peor que el Levante UD y que, ahora, es espejo (con la ayuda de los petrodólares y del City). Y eso es lo que hizo el bueno de Roger la temporada pasada, y espero que le dé para esta también. Su reto personal, marcar goles en primera división. El colectivo, liderar el ataque del Levante y llevarlo a la permanencia

Y digo que los números son lo que son, y para ello, nada mejor que las estadísticas. Un ‘9’ ha de rematar, y a los delanteros del Levante el juego no les llega para eso:

  • El Levante UD es el equipo que, con 62 disparos, menos chuta a portería de toda la liga. No lejos está el Betis. Y el Alavés, el tercero. La conclusión es que el equipo no genera el suficiente fútbol para incomodar al rival. La suerte de las futbolistas es la suerte del conjunto. No se trata sólo de un delantero rematador (alguien le tiene que abastecer), sino de un equipo que genere juego. Excepto el partido del Celta y el del Sánchez Pizjuán ante el Sevilla, pocos más se pueden contar con los dedos de las dos manos los tiros a puerta. El delantero se puede fabricar una, dos ocasiones por partido. ¿Más de eso? Difícil. Los males de este equipo para mí están en otro sitio.
  • El Levante UD es el segundo equipo que menos balones recupera, sólo por detrás del Betis. Casi este dato, por sí solo, explica muchos de sus males. Y para muestra un botón: el Real Madrid es el tercer equipo que menos balones recupera, de ahí su horrenda temporada. La defensa adelantada sin presión alta es poco menos que un suicidio sino tienes el balón. El centro del campo del Levante está confeccionado para ‘tener el balón’, no para robarlo. El máximo recuperador de toda la plantilla del Levante UD es José Campaña. Y Ennis Bardhi el que más faltas comete. Y con eso, ya lo decimos todo. Si no robas en zonas próximas y de generar peligro, no puedes generar ocasiones. El punto dos, una de las claves del punto uno.
  • El Levante UD es el segundo equipo que menos asistencias de gol ha generado en toda la temporada, sólo superado por el Málaga. Un jugador del equipo me explicó, cuando todavía Alex Alegría era el delantero centro titular del equipo, que con la velocidad que a veces se jugaba, tras recuperación, al delantero no le daba tiempo a llegar al área. Así de memoria, ¿os suena alguna jugada en la que el delantero haya sido asistido por un jugador de segunda linea con opciones claras de marcar? Excepto el partido del Celta y del Sevilla, poco más.
  • La última es la menor de las estadísticas. Un equipo confeccionado para tener el balón —al menos por el centro del campo que tiene— y que es el cuarto equipo de la liga que menos pases da. También, paradójico.

En otro orden de cosas, queda la nula capacidad de generar peligro en córners y faltas, además de la escasez de recursos a balón parado, algo que el año pasado en Segunda fuera casi fundamental. Si quitamos penaltis y lanzamientos de Bardhi, los números ofensivos del Levante asustan. Y no sólo por el nueve.

 

Una final en ‘Riazor’

Muchos sois los que me habéis manifestado esta semana vuestro temor a que el equipo vuelva a irse al pozo, a segunda. Por dinámica, preocupa. Por juego —y a pesar de esos números— a mi no tanto. Pero, sobre todo, me preocupa la enorme capacidad que tiene el Levante UD de autodestruirse, tanto desde de dentro como de la apocalipsis que se vive fuera, ahora agravada por la influencia de las redes sociales que, lógicamente, no representan a toda la masa social y de aficionados del equipo. Ahora, todo está mal. No ganamos a nadie, no marcamos a nadie, todos son muy malos. Se saca punta a todo. Cualquier equipo tiene más que nosotros, y encima el club no se mueve (sigue sin traernos el delantero que ya se escapó en verano). Todo eso es, en parte cierto, pero hay que dejarlo a un lado.

¿Peligra Muñiz?

La de Riazor es una final, entre comillas, pero lo es. Mi amigo José Gómez, ex preparador físico del Levante UD, ex entrenador del filial y ex segundo entrenador del Málaga con el ex entrenador granota, Juande Ramos, me lo decía el otro día: es una final, porque si ganas, te enganchas y dejas tocado a tu rival. Si pierdes, todo lo contrario. Además, todo puede entrar en barrena. No tengo datos ni elementos, ni he tildado la opinión de nadie del club en las últimas horas. Sólo sé que el Levante, el club, por dentro, cuando se entra en zona de descenso, se vive en estado de shock permanente, con los nervios a flor de piel, y con la sensación que la presión y la depresión es cosa de todos, desde el primero hasta el último de los empleados. Y esa no es la mejor manera de afrontar una etapa convulsa (y ya tenemos alguna experiencia). Sólo desde la serenidad, la planificación y la unión, se puede. El club lleva muchos días sin que nadie —excepto Muñiz— salga a dar a cara, a explicar y explicarse, a decir lo que se hace y por qué. Es un bunker que deja a la afición sola ante el peligro. Una afición que se expresa día sí y día también, y que —aunque yo no esté de acuerdo con muchas de las opiniones— tiene derecho a tener miedo, a sufrir por su equipo y a esperar que sus dirigentes les digan algo. No están hablando para la prensa o los medios de comunicación, sino para su masa social, la que —con permiso de Tebas y las televisiones— sustenta todo este negocio. Salgan y hablen. Expliquen y digan. No tengan miedo a contar lo que está pasando, por qué no se ha fichado todavía y muchas otras cosas más. ‘Quien calla, otorga’, dice el refranero español, ¿no? Pues eso. Aprendan de una vez a que el silencio no suele solventar nada y ayuda a hacer las bolas más grandes.

En ese contexto, Muñiz no está seguro. Su crédito tras el ascenso se amortizó hace semanas. La tensión con la dirección (deportiva y más) del club, es evidente. Aunque sus comparecencias públicas son serenas y hasta comedidas, estoy seguro que esa tensión se palpa en el ambiente. ¿Cuál es el estado en estos momentos del club: vestuario, cuerpo técnico, dirección, etc? Es difícil de saber. Pero lo que sí sé es qué es y cómo vive el Levante UD estas cosas. Y yo, de Muñiz, no me sentiría seguro del todo. Ya lo dijo en Villarreal: los entrenadores sabemos cómo funciona esto y no podemos estar pendientes de estas cosas’. Pues eso…

 

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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