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El Valencia se acostumbra a perder y cae ante el Atlético (1-0), por @JordiSanchiss

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Atlético - Valencia

El Valencia recupera poco a poco la firmeza defensiva y la personalidad que le ha llevado a la parte alta de la clasificación, pero, como en el duelo copero de Barcelona, está sacrificando brillantez ofensiva. En un duelo sin apenas oportunidades, marcó el único equipo que buscó la portería contraria un par de veces. Los blanquinegros ni eso, no generaron ni una y así se puede aspirar como mucho al empate, y al mínimo fallo, derrota segura.

Salió Marcelino con sus centrales teóricamente titulares en el once y con Vezo en la derecha. De nuevo dispuso el doble lateral izquierdo con Lato y Gayà, y reforzó la medular con Maksimovic. En punta, una pareja no demasiado habitual formada por Zaza y Mina.

El equipo valencianista se aplicó tácticamente, recuperando así las mejores sensaciones de principio de temporada. El Atlético, conducido por Koke y Saúl, metió intensidad, a lo que el Valencia contrapuso orden y mucha concentración de medio campo hacia atrás. Los colchoneros no sabían por donde entrar y hasta el minuto 22, Saúl con un chut lejano, no amenazó a un Neto que rechazó con seguridad y reflejos.

Poco después Savic se retiraba del campo lesionado y en su lugar entraba Jiménez. Desde el córner la tuvieron los locales, con un cabezazo de Costa que obligó a Neto a sacar una mano increíble. Gayà se emparejaba con el delantero en las acciones a balón parado, mal negocio para el defensa que no podía con él.

El conjunto de Marcelino fue creciendo con el paso de los minutos al ritmo que marcaban Parejo y, sobre todo, Kondogbia, que tiró del equipo para acabar la primera mitad más cerca del área rival que de la propia, aunque más era la sensación de control y de ir hacia arriba que la de peligro real en la portería de un Oblak inédito.

Al poco de la reanudación, Godín también tuvo que dejar el partido tras una jugada con Neto en la que el zaguero salió malparado y se fue conmocionado. Le sustituyó el valenciano Juanfran. Como en el primer tiempo, los atléticos apretaban aunque sin demasiada claridad, pero en una de sus aproximaciones, Correa, ayudado por la nula presión defensiva, se inventó un chut desde fuera del área para abrir el marcador con un gran gol. 1-0.

Marcelino reaccionó sacando a Rodrigo por Lato, y a Carlos Soler por Maksimovic. El Valencia estaba haciéndolo casi todo bien, pero carecía de profundidad y ya iba perdiendo, el plan inicial de contención había quedado obsoleto. Los visitantes se volcaron sin crear ocasiones claras ante un Atlético que se limitó a defender y a salir la contra, su estilo de  juego preferido.

En el 81, en pleno asedio valencianista, Iglesias Villanueva perdonó la segunda amarilla, y por tanto la expulsión, a Gabi tras un agarrón clamoroso a Kondogbia.  Y pareció que tras esta acción se acabó el partido para el Valencia, que ya apenas puso en apuros a su rival. Derrota, una más del Valencia, que compite pero que ya suma tres de tres en la segunda vuelta. En cuatro días, la Copa, a 90 minutos de una final, contra el mejor equipo y con el resultado en contra. Muy difícil, pero y si…

1. Atlético de Madrid: Oblak, Vrsaljko, Savic (José Giménez, m. 29), Godín (Juanfran, m. 50), Lucas, Correa, Koke, Saúl, Carrasco (Gabi, m. 61), Griezmann y Diego Costa.

0. Valencia CF: Neto, Ruben Vezo, Gabriel Paulista, Garay, Gayá, Maksimovic (Carlos Soler, m. 65), Parejo, Kondogbia, Lato (Rodrigo, m. 62), Santi Mina y Zaza

Gol: 1-0. M. 58: Correa.

Árbitro: Iglesias Villanueva, del comité gallego. Amonestó a Gabi y Correa del Atlético de Madrid, y a Gayà del Valencia CF.

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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