Firmas
‘Albert Rivera: el búlgaro’, por @JoseSorzano
Publicado
hace 8 añosen
José Antonio Sorzano Escavy
Foro de Opinión: José Luis Sampedro
Hace escasamente una semana que en la población madrileña de Coslada, se celebro el conclave o Congreso Nacional de la formación Ciudadana del Líder Supremo, Albert Rivera, y la cascada de bajas y huidos de la formación naranja es de las que pocas veces se han visto en otras formaciones políticas de nuestro país. Gentes que con extrema ilusión se unieron, en su día, a este esperado proyecto regenerador de centro, les ha sido suficiente el ver y sentir el puyazo en sus carnes de lo sucedido en esta cita, para coger las de Villadiego sin mirar atrás, diciendo a voz en grito: “ahí te quedas campeón, tú y tu “milonga Ciudadana” con mas fecha de caducidad que un yogurt del año pasado”.
Según cuentan algunos de los huidos dados de baja voluntariamente en esta especie de asociación de “enchufados” los unos, o en expectativa de destino los otros, la llamada Asamblea General de Afiliados o Congreso nacional de Ciudadanos celebrado en Coslada el pasado día 4, no fue sino otra pantomima continuista urdida y programada desde lo más florido y hermoso de la cúpula o núcleo duro de la Nomenclatura “Riverista”.
Después de todo el malestar y cabreo que se ha venido masticando y continuamente denunciado desde hace ya bastante tiempo, sobre la falta de transparencia y democracia interna en el seno de esta formación, a manos del férreo control de esa especie de comisarios políticos o fieles adláteres «riveristas», como son los “dedocraticos” delegados y subdelegados territoriales, nadie se puede creer o engullir a la trágala en lo que sería un autentico atentado a la inteligencia, que en un “Congreso” convocado para el debate de ideas, modelo del partido, estatutos, etc, la lista oficial “Riverita”, por cierto marcada con el color verde para que el personal no se pudiera equivocar, saliera vencedora en su absoluta totalidad de 125 consejeros de 125 candidatos, sin que ninguna de las otras listas sacaran ni uno solo consejero. Así como que el Líder Supremo de este tinglado “Riverista”, sacara sin ningún sonrojo el 97% de los votos, por la cara.
En fin, el suma y sigue de despropósitos al más puro estilo de los regímenes “fascisto-comunistas”, cada día se asemejan más a las claras a aquel lobo que Caperucita conoce totalmente cuando este llega a asomar la patita por debajo de la puerta. En este caso, a este ”lobo Riverista” se le ha llegado a conocer totalmente a través de un “Congreso” abierto en Coslada. Congreso más bien parecido a aquellos convocados por la Nomenclatura búlgara encabezada por su secretario general, el comunista, Todor Zhicov, que durante casi 40 años sacaba sus “Congresos”, uno tras otro, con el voto 99% de los asistentes. Rivera, desde luego no le ha ido a la zaga con su 97% de los votos, pero que no se preocupen sus palmeros y “conmilitones” que, a este paso, algún día llegara incluso a superar al búlgaro, Todor Zhikov.
Y si esto no fuera suficiente para afianzar su Liderazgo Supremo, el dedocratico nombramiento de su red de delegados y subdelegados territoriales del partido dentro del propio partido, me recuerda perfectamente a aquellos falangistones de camisa azul, fino bigote recortado y el yugo y las flechas del imperio en el pecho, nombrados por Franco como “gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento”, para que vigilaran el rebaño patrio desde las atalayas de sus respectivos Gobiernos Civiles. Y aquí, se quiera o no, y a la praxis me remito, el sistema aplicado por el “Riverismo” viene a ser el mismo de aquellas patrióticas y azules “prietas las filas recias marciales” de aquel otro famoso Rivera pero con el Primo delante. Dicho lo cual, pienso que en ningún partido democrático se conoce esta “farfullera y degradante formula” de nombrar a dedo unos innecesarios delegados territoriales del partido dentro del propio partido, a modo de chivatos y delatores del Lider Supremo. Sobre todo, sin que absolutamente ningún militante les haya concedido su aquiescencia o beneplácito democrático a través de su voto, para que dirijan y gestionen el partido en sus respectivas demarcaciones territoriales.
Mucho me tendría que equivocar, pero a la derrota marinera de esta formación “Riverista”, no le veo yo por ninguna parte que haya fijado un buen y determinado rumbo que los lleve finalmente a tierra firme. El sesgo de división y rebelión a bordo de este barco sin rumbo, se hace cada vez más evidente a la vista de las deserciones de no solo su marinería, sino de cada día más oficiales o cargos institucionales con galones en la bocamanga. El primero en salir corriendo, eso sí, en silencio, al olerse el percal, fue el ex ministro socialista del Interior Antonio Asunción. Huida a la que actualmente le están siguiendo, yo diría, que un tropel de militantes y cargos institucionales hartos de tanta mandanga, abuso de poder y reparto de lisonjas y prebendas, en función únicamente de la práctica del peloteo y chaqueterismo de los que quieren colocarse gratuitamente y vivir del cuento, y no de las excelencias profesionales, conocimientos y talento de los mejor preparados para el desempeño de este tipo de labores políticas.
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………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.
Bernard Thévenet
Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.
Qué pasó un 22 de julio
El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.
A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.
En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.
Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.
Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.
No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.
En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.
En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.
De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.
Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.
Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.
El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .
Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.
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