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Cultura

Una mirada femenina protagoniza el espectacular cartel de Sant Donís 2025 en València

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Cartel Sant Donís
Imagen del cartel - AYUNTAMIENTO DE VALÈNCIA

València, 23 de septiembre (Official Press-Europa Press)

Una mirada femenina a través de la dulce silueta de la piuleta se convierte en el motivo central de la nueva imagen gráfica del cartel municipal de Sant Donís 2025, promovido por el Ayuntamiento de València con motivo de la celebración del 9 d’Octubre, Día de la Comunitat Valenciana.

El diseño, que ya se puede ver en el mobiliario urbano de la ciudad, es obra del dibujante y escultor José Santaeulalia Serrán (València, 1975), más conocido como Josete Santaeulalia, un artista de reconocido prestigio en el mundo de las Fallas y la porcelana.

El significado del cartel de Sant Donís

El cartel representa una mirada femenina enmarcada por la piuleta y el tronador, dos de los dulces tradicionales que forman parte de la mocadorà, el regalo más típico de esta fiesta popular.

Según el comunicado emitido por el consistorio, “en el tradicional Día de los Enamorados que supone el 9 d’Octubre para todos los valencianos y valencianas, es precisamente la mirada de una mujer, adornada con la piuleta y el tronador, la que simboliza la alegoría del amor”.

De este modo, el cartel combina tradición, identidad y valores culturales, otorgando a la figura femenina un papel protagonista como símbolo de ternura y afecto.

Sant Donís: el día de los enamorados valencianos

Cada 9 de octubre, València celebra no solo el día de la Comunitat Valenciana, sino también el conocido como el día de Sant Donís, considerado popularmente como el día de los enamorados valencianos.

La tradición dicta que los hombres regalan a sus parejas la mocadorà, un pañuelo que envuelve dulces de mazapán con forma de frutas y figuras como la piuleta y el tronador, símbolos vinculados a la pólvora y a las celebraciones históricas.

Estos dulces, elaborados por maestros confiteros, no solo representan el amor, sino también la riqueza de la repostería tradicional valenciana. Con el cartel de 2025, la mocadorà se convierte en el eje de una alegoría artística que rinde homenaje a esta costumbre tan arraigada en la identidad valenciana.

Josete Santaeulalia: un artista con alma fallera

El autor del cartel, Josete Santaeulalia, es un referente en el mundo del arte y las Fallas. Nacido en València en 1975, cuenta con una dilatada trayectoria como diseñador de fallas y escultor, además de su experiencia en el ámbito de la porcelana.

Su talento ha sido reconocido recientemente con su elección como diseñador de la falla municipal de la plaza del Ayuntamiento de València para 2025, uno de los encargos más prestigiosos dentro del calendario fallero.

Con más de 25 años de experiencia en los talleres de Lladró, Santaeulalia desarrolló un estilo propio que combina elegancia, sofisticación y un profundo respeto por la tradición valenciana. Este bagaje le ha permitido participar en exposiciones internacionales y llevar sus obras a museos de distintas ciudades del mundo, donde ha recibido elogios tanto de la crítica como de los amantes del arte.

La fusión de tradición y modernidad en su obra

La capacidad de Santaeulalia para fusionar tradición con enfoques contemporáneos ha sido clave en su éxito. En el caso del cartel de Sant Donís 2025, el artista apuesta por una estética moderna sin renunciar a los símbolos más arraigados en la cultura valenciana, como la mocadorà, la piuleta y el tronador.

El resultado es una composición en la que la mirada femenina representa no solo el amor, sino también la mirada de las mujeres valencianas hacia su tierra, su cultura y sus tradiciones.

La mocadorà: símbolo de amor y cultura valenciana

El cartel no puede entenderse sin hacer referencia a la mocadorà, una costumbre que se remonta al siglo XV. Según la tradición, tras la conquista de Jaume I, el 9 de octubre se celebraban fiestas con pólvora y petardos. Sin embargo, al prohibirse el uso de pólvora dentro de la ciudad, los pasteleros comenzaron a elaborar dulces con formas de piuleta y tronador, sustituyendo el estruendo por el sabor.

Con el tiempo, esos dulces se envolvían en un pañuelo o “mocador”, que los hombres regalaban a sus parejas como muestra de amor. Hoy en día, la mocadorà es una de las tradiciones más queridas por los valencianos, y el cartel de 2025 lo refleja con una fuerza simbólica renovada.

El cartel en las calles de València

El Ayuntamiento de València ha iniciado ya la campaña de difusión del cartel de Sant Donís, que puede verse en mupis y mobiliario urbano de la ciudad. Con ello, la institución busca dar visibilidad a una tradición que forma parte del patrimonio inmaterial de los valencianos y que, año tras año, sigue vigente tanto en las familias como en los comercios de repostería.

Relevancia cultural y turística del cartel de Sant Donís

Más allá de su impacto local, el cartel municipal de Sant Donís contribuye a reforzar la imagen cultural y turística de València. La celebración del 9 d’Octubre atrae a visitantes interesados en conocer las tradiciones valencianas, y la mocadorà se ha convertido en un reclamo que combina gastronomía, historia y romanticismo.

El diseño de Santaeulalia, por tanto, no solo es un cartel conmemorativo, sino también una herramienta de promoción cultural que sitúa a València en el mapa internacional como ciudad que preserva sus tradiciones y las proyecta hacia el futuro.

Un cartel que mira al futuro sin olvidar el pasado

El cartel municipal de Sant Donís 2025 sintetiza en una sola imagen la esencia de esta festividad: el amor, la dulzura y la identidad valenciana. Con la mirada femenina como eje y la piuleta como metáfora, la obra de Josete Santaeulalia consigue conectar la tradición con una visión contemporánea.

De este modo, València vuelve a demostrar que sus símbolos más queridos, como la mocadorà, son capaces de renovarse sin perder su significado, asegurando su transmisión a las futuras generaciones.

 

 

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El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia

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El misterio del nicho 1501
El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia

El Cementerio General de València esconde una curiosa historia en la que el amor, la desgracia, el terror y la fortuna se dan la mano. La historia de un nicho, el nicho de Emilia. Un enigmático caso que parece salido de la mente de Edgar Allan Poe Lovecratf, pero que es real y nos vuelve a confirmar que la realidad supera siempre a la ficción.

Para conocer quien descansa en el nicho 1501 y la historia olvidada que allí yace, debemos trasladarnos hasta finales del siglo XIX. Vicente García Valero era un actor y autor teatral nacido a mediados del siglo XIX que se enamoró perdidamente de Emilia Vidal Esteve. A pesar de su juventud, él contaba con 15 años y ella con 13 no tardaron mucho en casarse.

El trabajo de Vicente le llevó a trasladarse a Madrid, donde un día la alegría se transformó en desgracia cuando la joven falleció 1876 por un brote de fiebres tifoideas. 

El misterio del nicho 1501

Su cuerpo fue enterrado en una fosa común debido a que la familia no podía costear los gastos, pero el actor quiso recuperar el cuerpo de su amada costara lo que costara y finalmente logró exhumarla de manera clandestina casi dos años más tarde en el día de Nochebuena de 1877. Cuentan que Vicente tuvo que sobornar con dinero al sacerdote que pocas semanas atrás había enterrado a la chica.

Cuando abrió el féretro, Vicente relató que la joven «parecía como dormida». Tal vez lo viera así fruto de su enamoramiento ya que por el tiempo transcurrido su estado debía ser el de putrefacción y descomposición.

250 pesetas fue el precio que le tocó pagar, sin duda toda una pequeña fortuna para la época, para hacerse con el nicho número 1501 a perpetuidad. Y allí en el Cementerio General de València descansa desde entonces.

El tiempo pasó y Vicente se casó con Ángela, la hermana de su difunta esposa. Pero la historia no queda ahí, ya que el matrimonio tuvo una hija, a la que curiosamente llamaron Emilia, el mismo nombre que el amor de su vida.

Porque Vicente seguía obsesionado con su primera mujer. No la podía olvidar, y así lo demostraba cada año, mandando todos los 1 de noviembre dinero al cementerio para que limpiaran el nicho y lo adornaran de flores, hechos que relata él mismo en su libro ‘Páginas del pasado’.

Pero la desgracia volvió de nuevo a su vida con la muerte de su hija a la edad de 4 años y la de su esposa. Duro es el testimonio de un cartero, que fue testigo de la muerte de la pequeña cuando acudió a la casa para entregar un correo y le abrió la puerta Vicente con su hija en brazos. El cartero pensó que la niña estaba dormida y García Valero le respondió «no, está muy dormida, esta muerta.»

Pero en la mente de Vicente permanecía Emilia. No podía olvidar su recuerdo y tal vez fuera por eso que se volviera a casar con la otra hermana, Amparo. ¿Buscaba en ellas a su amada?

El décimo 1501

Si el relato hasta el momento es ya sorprendente todavía faltaba una última vuelta de tuerca. Un nuevo giro que hace de esta, una historia increíble pero cierta. Vicente, dedicó su vida al teatro, repartiendo su tiempo entre Madrid y València, pero tomando como residencia la capital de España. Allí le inundó la pena y tristeza por estar tan lejos del nicho de su amor a pesar de encargarse desde la distancia de su cuidado.

Hasta que un día dejó de enviar dinero. Era el 1 de noviembre de 1911 y su situación económica había empeorado por lo que no pudo hacer que limpiaran la lápida y le colocaran flores. Pero por fin a Vicente García Valero le iba a sonreír la suerte. El destino o lo que ahora llaman karma o tal vez, quien sabe si su amor, le iba a devolver todo el cariño que le había dedicado Vicente durante años.

Caminando por una administración de lotería próxima al teatro Apolo, Vicente vio un décimo y lo compró. Era el 1501.  En el sorteo del 10 de octubre de 1912 su número fue premiado con 6000 pesetas de la época. “Tantos años enviando dinero a mi amada y ahora es ella la que me lo devuelve”, exclamó Vicente según narra en su libro de memorias.

Ahora Vicente podía seguir pagando los arreglos y cuidados de la lápida cada 1 de noviembre. Y así lo hizo hasta que le llegó la muerte en Madrid el 12 de octubre de 1927. Y allí lejos de su amada se piensa que está enterrado.

Hoy en día nadie se acuerda ya del nicho 1501. La inscripción de la lápida está casi borrada por el paso del tiempo. “Recuerdo de V. García Valero” se puede leer.

Pero desde hace unos años, alguien coloca flores en el nicho 1501…

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