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Valencia

Concha, la abuela dibujante que conquistó Disney y arrasa en Instragram se hace ninot

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València, 4 sep (EFE).- Concha García Zaera, la abuela nonagenaria que lleva años arrasando en Instagram con sus dibujos hechos con Paint -tiene ya 313.000 seguidores- y que enamoró a Disney, que la fichó para difundir su visión del cartel de su nueva Mary Poppins, tiene su propio ninot en una falla de València.

La comisión fallera Sevilla-Denia ha titulado este año su monumento «Tercera», dedicado a las personas mayores, y su remate central es Concha, @conchagzaera para sus seguidores, un ninot de 4 metros de altura con un ratón de ordenador en la mano y unos pinceles, que reflejan la actividad que mantiene a sus 91 años.

ORGULLO DE VALENCIANA

«Siendo valenciana que soy, es un orgullo ser la imagen de un ninot», confiesa a EFE Concha, que, aunque dice que «los años no pasan en balde», es una mujer activa que sigue con su hacer diario de pintar paisajes, animales y rincones urbanos con un programa básico de ordenador, el Paint.

Asegura que ser pasto de las llamas «es lo que tiene que ser, es bonito» aunque dice que quiere salvar algo del fuego: le va a pedir al artista fallero, Raúl Martínez «Chuky», el ratón de ordenador que lleva en la mano derecha «como recuerdo».

Su hija Rosa afirma a EFE que están «encantados y es un orgullo máximo» poder ver a la matrona de la familia como parte de una falla, aunque Concha apunta que «no les hace gracia» verla «quemar» y reconoce que le dio «yuyu» cuando el muñeco de su imagen, muy real gracias a una técnica de escaneado, llegó tumbado para su plantà.

Concha cuenta que sigue «dibujando» aunque reconoce que en su afán de contestar a «los más posibles» de sus seguidores «pierde mucho tiempo» que no puede usar en dibujar y señala que algunos son del extranjero y usa «el traductor de Google» para responderles. «Pasa del ordenador al móvil y del móvil al ordenador», apunta su hija.

La «instagramer» adquirió fama con sus cuadros en la red social y llamó la atención de Disney que le encargó un cuadro del cartel de la película «El regreso de Mary Poppins»; además fue la cara de la campaña institucional de la Generalitat para el 8M Día Internacional de la Mujer, ha hecho exposiciones y recibido premios e incluso ahora vende online sus láminas y bolsos con sus dibujos.

LAS DOS CARAS DE LA TERCERA EDAD

Su ninot es el remate de la falla de un monumento fallero que lleva por título «Tercera», dedicado a la gente mayor y que «visibiliza lo bueno y lo malo de la realidad que vive la gente de la tercera edad», según cuenta a EFE el artista responsable de la obra.

«Y Concha refleja la parte activa», resalta y detalla que cuando buscaban una figura de mujer mayor «que pudiera transmitir el mensaje de una tercera edad bien llevada», pensaron en ella porque «era idónea» y al proponérselo, «estuvo encantada».

La falla «Tercera» culmina con Concha una trilogía que el artista acordó con la comisión Sevilla-Denia -con la que estrenó y depuró su técnica del escaneado- que empezó en 2018 con «Crits» (Gritos) con el remate de la fallera mayor de ese año, una veinteañera.

Siguió con «Amb elles» (Con ellas), con la que fuera Fallera Mayor de València y actual concejala de Ciudadanos Rocío Gil, «una mujer más adulta», con la que querían mostrar su rechazo a la violencia de género. Y ahora finaliza con una Concha en una avanzada tercera edad pero muy activa.

«La trilogía está dedicada al emponderamiento de la mujer desde cualquier edad», asegura el artista fallero, que se caracteriza por su especial sensibilidad social y que es autor también de la falla de Torrent que ha saltado a la fama por su remate de un beso lésbico entre dos falleras.

La falla «Tercera» tiene dos partes, «la oscura, con un cuerpo central que es la cabeza de un anciano -es el rostro de su propio abuelo materno-, al que le llega el agua a la barbilla y que refleja la cara más triste de la vejez, la soledad y la falta de apoyo».

Por el contrario, Concha refleja «la tercera edad bien llevada, activa, actualizada a nivel digital, esa que con apoyo, mimo y si se encuentra bien, puede ser, independientemente de la edad, famosa y artista, como es su caso».

Entre las escenas negativas, se añadió a posteri un crespón negro, que llevaron a la Exposición del Ninot, que cuenta «con un collage de fotografías en blanco y negro, la historia triste de la pandemia».

Los viajes cuando se jubilan, la autonomía, los cuidadores o cómo rejuvenecen los nietos y el papel que tienen los abuelos en su cuidado forman parte de las escenas que ven la parte positiva de la tercera edad.

«Todo está aliñado con bastones grandes tamaño, como remates, repartidos por la falla y que dan consejos para llegar a tercera edad en buen forma; hablan de salud, de deporte, de relaciones sociales», concluye Chuky.

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Valencia

Maribel Vilaplana remata a Mazón con este comunicado

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Mazón Maribel Vilaplana

Antes de nada, quiero expresar mi respeto y mi solidaridad más profunda hacia todas las víctimas de la Dana y hacia sus familias. Soy plenamente consciente del sufrimiento que provocó aquella tragedia. Lamento de corazón si en algún momento mi decisión de mantenerme en un segundo plano pudo haber generado dolor. Esa decisión la tomé para no avivar el circo mediático y para evitar que mi nombre pudiera ser utilizado como un instrumento político, como lamentablemente ha sucedido.

Dicho esto, me he decidido a escribir estas líneas después de la continua oleada de ataques, falsedades y mensajes de odio que he recibido en redes sociales, amplificados además por otros canales, tras mi reciente intervención como consejera portavoz del Levante Unión Deportiva, una responsabilidad que asumo desde 2023.

Soy la primera interesada en que se clarifiquen absolutamente los hechos que acontecieron aquel día, porque es imprescindible que no se desvíe el foco hacia historias paralelas que lo único que han hecho es generar más dolor a los afectados. Pero también porque las consecuencias que esta situación está teniendo sobre mi persona, sobre mi familia, sobre mi vida laboral y sobre mi estado psicológico están siendo brutales.

Ese día mantuve mi agenda laboral tal y como estaba prevista, como cualquier otro día, porque no era consciente de la magnitud de la tragedia que se avecinaba.

Mi jornada comenzó a las 9:30h en Ford Almussafes, donde impartí un curso de formación para sus profesionales que finalizó sobre las 14:00h. Cuando los asistentes se marcharon, me quedé unos 30 minutos más en el aula, como hago habitualmente, para elaborar el informe de la sesión y dejar todo documentado.

Después recogí mis cosas, fui a por mi vehículo y me trasladé desde Almussafes al centro de Valencia, donde había sido citada por el presidente de la Generalitat para una comida de carácter profesional. Estacioné el coche en un aparcamiento cercano y llegué al restaurante pasadas las 15:00h.

Acudí a esa cita a petición del presidente, con el objetivo de explorar posibles vías de colaboración profesional. Durante la conversación se me plantearon varias opciones, entre ellas presentar una candidatura a un cargo en la televisión autonómica, que rechacé de forma clara por convicción personal y profesional. A partir de ahí, me pidió mi opinión sobre la situación de la televisión: qué aspectos consideraba que funcionaban bien o mal y qué cambios podrían aplicarse. Desde mi experiencia, expuse mi punto de vista, lo que derivó en un intercambio de pareceres y acabó en una sesión de consultoría de comunicación en la que se abordaron cuestiones propias de mi especialidad.

En un momento determinado de la comida, el presidente empezó a recibir llamadas que interrumpieron nuestra conversación de manera continuada. Yo seguí en el restaurante, completamente ajena a esas comunicaciones: no pregunté, no participé, ni conocí en ningún momento su contenido, y el presidente tampoco me trasladó ninguna inquietud al respecto. Actué, como siempre he hecho, desde la discreción y el respeto que me caracterizan.

Esas interrupciones, sumadas a la espera y a la despedida, demoraron también mi salida del restaurante, que se produjo finalmente entre las 18:30 y las 18:45. En su momento, en medio de la vorágine con que se desencadenaron los hechos, el desconcierto y la presión vivida, sinceramente no dimensioné la importancia de ese desfase horario inicial que se hizo público. Sin embargo, con la distancia del tiempo y tras hablarlo con las personas más cercanas, he considerado necesario aclarar también ese punto.

Quiero dejar claro que en el momento en que me marché de la reunión no era consciente de la gravedad de lo que estaba sucediendo en otras localidades valencianas, porque en la ciudad no llovía y eso me hizo sentir todavía más ajena a la situación. Al regresar a casa, empecé a tomar verdadera dimensión de lo ocurrido. Nada más entender la magnitud de lo que había pasado, me puse en contacto con el presidente cuando le fue posible. En esa conversación le trasladé mi angustia y también le pedí, de forma muy clara, que por favor mi nombre no saliera. Le expliqué que me parecía profundamente injusto quedar vinculada a un capítulo tan doloroso cuando no había tenido absolutamente nada que ver. Ese fue mi error, porque ese silencio, aunque bienintencionado, alimentó la especulación y, cuando finalmente se supo, desembocó en un acoso brutal.

Los días posteriores fueron una auténtica pesadilla. Me sentí absolutamente perdida. Y cuando finalmente se dio a conocer públicamente que yo era la persona que había estado con el presidente durante aquella comida, mi cabeza estalló. Entré en un shock que me llevó a un ingreso hospitalario.

Cuando salí del hospital, mi situación seguía siendo extremadamente delicada. No me sentí con fuerzas para tomar yo las riendas y exponerme directamente. Por eso pedí a una persona de mi total confianza que explicara de mi parte lo sucedido. Así se hizo público entonces el relato de los hechos.

Pero con el paso del tiempo he comprobado que no fue suficiente. Hoy entiendo que es necesario hablar en primera persona. Hasta ahora no lo había hecho porque confiaba en que el tiempo y el sentido común bastarían para que se entendiera lo evidente: que yo no tengo nada que ver en esta historia. Pensé que quedaría claro por sí solo, pero no ha sido así.

La realidad es que me he convertido en una diana. Una diana utilizada políticamente y alimentada con insinuaciones machistas que han condicionado esta historia desde el principio. Y por eso hoy hablo: porque ya no puedo seguir soportando que este relato eclipse lo verdaderamente importante, que es esclarecer qué pasó aquel día y asumir las responsabilidades que correspondan.

Durante estos diez meses he vivido sometida a una presión insoportable. He sido objeto de un acoso constante, de insultos, de burlas y de un escrutinio injusto. Estoy en tratamiento psicológico con un diagnóstico de estrés postraumático. Es una terapia dura y compleja, que afronto con esperanza, pero la realidad es que mi salud mental se ha visto gravemente dañada. Cada nuevo golpe reabre heridas que aún no han cicatrizado.

Este proceso no solo me ha afectado a mí. Ha golpeado también a mi familia, que sufre al verme sufrir. Ellos han tenido que soportar conmigo este acoso, y ese es, sin duda, el dolor más grande de todos.

Dicho esto, no puedo obviar una triste realidad que me ha roto desde el principio y quisiera que estas líneas sirvieran de reflexión: ¿realmente habría pasado lo mismo si en lugar de una mujer hubiera sido un hombre quien se reunió con el presidente? ¿Se habrían dicho las mismas cosas, con el mismo tono y el mismo juicio? ¿Habría despertado tanto morbo, tanto machismo rancio y tanto prejuicio? Ese enfoque profundamente sexista ha servido como cortina de humo para desviar la atención de lo verdaderamente importante: esclarecer las responsabilidades que se derivaron de aquella jornada. No se puede construir un relato cargado de insinuaciones y morbo para distraer el foco de lo que realmente importa. Es realmente triste y decepcionante, porque no solo me ha hecho daño a mí, sino que ha distorsionado una historia que merece ser abordada con rigor y respeto.

Estar allí aquel día fue una maldita coincidencia y un horrible golpe de mala suerte. Pudo haber sido cualquier otro, pero fue ese día. El día más difícil y duro para miles y miles de valencianos. Ese es y será siempre mi tormento, y tendré que aprender a sobrellevar esa carga durante toda mi vida.

Lo único que pido ahora es respeto. Respeto hacia mi persona, hacia mi familia y hacia mi vida privada. Respeto para poder seguir adelante sin que mi nombre se siga utilizando como arma política ni como entretenimiento morboso.

Pero, sobre todo, pido respeto para las víctimas. Porque a ellas es a quienes les debemos sensatez. Les debemos que su dolor no se utilice ni se banalice.

Y a los responsables les corresponde dar las explicaciones que yo no puedo dar, porque nunca he ostentado ningún cargo público ni ese día tuve capacidad de decisión alguna. Ojalá hubiera estado en mis manos hacer algo, pero no fue así. Por eso el foco debe estar donde corresponde: en las personas que aquel día tenían responsabilidades y poder de decisión. Son ellas las que deben dar explicaciones.

Y para concluir, me gustaría agradecer a todas aquellas personas que me han acompañado en este proceso. Han sido muchas: desde mi círculo más cercano hasta mi entorno profesional, compañeros de medios de comunicación y ciudadanos completamente anónimos que han querido hacerme llegar su solidaridad y su apoyo. Gracias de corazón, porque es lo que me ha sostenido en pie.

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