El Tribunal Constitucional (TC) ha anulado el impuesto municipal sobre las plusvalías, que en teoría grava la revalorización de los inmuebles cuando son vendidos pero que en la realidad es abonado siempre, aunque hayan perdido valor.
La resolución determina que «en ningún caso podrá el legislador establecer un tributo tomando en consideración actos o hechos que no sean exponentes de una riqueza real o potencial». Es decir, para el Constitucional no es legal imponer un impuesto cuando no se ha producido una ganancia económica.
La sentencia atiende parcialmente los argumentos de un contribuyente de Irun y declara nulos algunos artículos de la norma foral 19/1989 de Gipuzkoa, que regula los impuestos municipales del territorio. Así, la sentencia dictada por el pleno del TC obligará a reformar este impuesto local, técnicamente denominado Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana, que supone una importante fuente de ingresos para los ayuntamientos.
El TC considera inconstitucionales los impuestos que afecten a «aquellos supuestos en los que la capacidad económica gravada por el tributo sea, no ya potencial, sino inexistente, virtual o ficticia».
A partir de esta sentencia, corresponde al legislador llevar a cabo las modificaciones o adaptaciones del régimen legal del impuesto que permitan no someter a tributación las situaciones de inexistencia de incremento de valor de los terrenos de naturaleza urbana. Es decir, estos impuestos locales deberán replantarse de manera que no graven «situaciones» en las que no se haya producido una ganancia económica o se impida «a los contribuyentes acreditar que no se produjo efectivamente un incremento de valor».
El fallo del Tribunal Constitucional, adoptado por unanimidad, ha estimado parcialmente la cuestión de inconstitucionalidad planteada por el Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 3 de Donostia, en relación con varios artículos de la Norma Foral 16/1989, de 5 de julio, del Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana del Territorio Histórico de Gipuzkoa. El Tribunal considera que el citado impuesto es contrario al principio de capacidad económica, previsto en la Constitución.
La norma cuestionada establece un impuesto sobre la plusvalía de los terrenos de naturaleza urbana, impuesto que se devenga en el momento en que se produce la venta del bien y que se calcula de forma objetiva a partir de su valor catastral y de los años (entre un mínimo de uno y un máximo de veinte) durante los que el propietario ha sido titular del mismo. Es decir, se calcula de modo que no tiene en cuenta si el inmueble ha ganado o no valor y genera una ficción de incremento económico que, además, impide al particular demostrar lo contrario.
La sentencia recuerda que el principio de capacidad económica no sólo se predica del sistema tributario en su conjunto, sino que debe estar presente en cada impuesto. «No caben en nuestro sistema tributos que no recaigan sobre alguna fuente de capacidad económica», señala el TC. «Imponer a los sujetos pasivos del impuesto la obligación de soportar la misma carga tributaria que corresponde a las situaciones de incrementos derivados del paso del tiempo contradice frontalmente el principio de capacidad económica que la Constitución garantiza», dice el TC.
El cielo se rebeló y desató su furia. El diluvio privó a París de su hora dorada, pero no impidió que mostrara lo mejor de sí: su belleza, historia y cultura. Mientras las aguas del Sena, emblema de una vieja Europa en aparente desvanecimiento, se confundían con las del cielo, la capital francesa logró ofrecer al olimpismo sus escenarios más monumentales, transformados en un estadio al aire libre.
Casa Real
Un final impresionante
El final de la ceremonia fluvial fue lo más impresionante: el relevo final de la antorcha, con Zinedine Zidane y Rafael Nadal, y el encendido del pebetero olímpico, acompañado por el Himno al amor de Édith Piaf, cantado por Céline Dion. Un cierre impecable tras cuatro horas de espectáculo francés con guiños a la historia, la revolución, las tradiciones y la música, con toda la grandiosidad habitual del país, pero también con un toque original y moderno.
Inicio del baile olímpico
El barco griego inició el baile olímpico desde el puente de Austerlitz, el kilómetro cero de los seis, con los colores de la bandera francesa y La foule de Édith Piaf, que abrió y cerró el acto.
Las actuaciones
El equipo de refugiados olímpicos siguió, esta vez con Serge Gainsbourg de fondo. Luego vinieron las actuaciones de Lady Gaga, la maliense Aya Nakamura, más de Piaf, Imagine de John Lennon, Maurice Ravel y Carmen de Bizet. Hubo acróbatas y bailarines de rosa, como La vie en rose, cancanes del Moulin Rouge, coros militares, raperos y drag queens en una pasarela de moda. Sonó La Marsellesa y, al anochecer, se encendió una nueva luz sobre el río.
El recorrido por el Sena
En ese recorrido de seis kilómetros por el Sena se hallaban los puntos cardinales de lo que es Francia y Occidente: la Catedral de Notre-Dame, el Museo del Louvre, Los Inválidos con la tumba de Napoleón, y la Torre Eiffel. A estos cuatro puntos se añadió el deporte, en el centro.
Los discursos
Hubo breves discursos del presidente del CIO, Thomas Bach, y de Paris 2024, Tony Estanguet. Este último saludó la «gran historia de amor entre Francia y los Juegos». «Cuando amas los Juegos, no te dejas impresionar por unas gotas de lluvia», dijo. Emmanuel Macron dio por inaugurados los Juegos entre pitidos.
El desfile de los atletas
Por el agua, y sobre todo bajo el agua, desfilaron más de 7.000 atletas de los 10.500 convocados en los Juegos, en 85 barcos de 205 delegaciones.
La lluvia inesperada
Hacía semanas que no llovía así en la capital. No paró durante casi cuatro horas de espectáculo, solo dio tregua al final, como si quisiera dar espacio a la voz de Céline Dion, quien lleva años fuera de los escenarios por un cáncer. De todos los problemas previstos, la lluvia fue el que menos preocupó. Se impuso, revolucionaria, porque París también es eso. Meses de inquietudes culminaron en este enorme desafío de hacer una ceremonia olímpica en el río: la contaminación del agua del Sena, la inseguridad, la amenaza terrorista… Que la ceremonia de los Juegos fuera un éxito era crucial para lo que comienza ahora: ceder parte de esos escenarios a las pruebas deportivas.
Distinción francesa
Francia siempre ha querido distinguirse: en los Juegos de 1900, los primeros que acogió, participaron mujeres por primera vez, y los de 1924, hace un siglo, fueron los primeros con una villa olímpica.
Un desafío cumplido
El desafío de salir del estadio y abrirse al mundo parecía una locura. Han sido años de preparación, bajo la dirección del escenógrafo Thomas Jolly, encargado de diseñar el acto. Asistieron un centenar de jefes de Estado, entre ellos los Reyes de España. Se esperaba acoger a un millón de espectadores, pero se redujo a unos 320.000. Había varios planes en caso de ataque inminente, pero no fue necesario activarlos, ya que el dispositivo, el mayor desplegado en la capital, convirtió ese espacio en una burbuja segura.
Seguridad y colaboración internacional
Se cerró el espacio aéreo y en las calles había unos 45.000 agentes, propios y extranjeros. Se pidió ayuda a 45 países, que aportaron sus efectivos. También ondearon sus banderas a su manera, no sobre el Sena, pero sí para garantizar el espectáculo en el escenario irrepetible y algo apocalíptico del diluvio parisino.
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