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«El PP se desmarca de Ciudadanos», por Paco Villena
Publicado
hace 8 añosen
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Como todo el mundo sabe, el pacto entre el PP y Ciudadanos está hecho unos zorros. Y lo está por la negativa del PP a que el presidente murciano, investigado por corrupción, renuncie a su cargo. Los estatutos del PP marcan como línea roja para dimitir los cargos políticos la apertura del juicio oral, es decir el banquillo de los acusados. Pero el pacto entre PP y Ciudadanos para la investidura obligaba a dimitir a los cargos políticos si eran investigados, antaño imputados, por corrupción, sin esperar al juicio oral. Por eso tuvo que abandonar Rita Barberá su militancia en el PP por no querer renunciar a su escaño en el Senado. Pero cuando Rita, estaba en juego la investidura de Rajoy y ahora ya no lo está, una sustancial diferencia. También es cierto que el trágico desenlace de Rita, la desafección de sus compañeros de partido tras su caída, ha movido al PP a ser más conservador en estos asuntos y más valedor de la presunción de inocencia de sus cargos políticos investigados. Pero los pactos obligan, pacta sunt servanda, que decían los romanos y también nuestros jueces y tribunales.
A este asunto de mantener al presidente murciano en su cargo, hasta no se sabe muy bien cuándo, a pesar de su condición de investigado, se añade, a mayor abundamiento para la ruptura del pacto, la negativa de los populares de constituir en el Congreso una comisión de investigación de las finanzas del PP, lo que ha llevado a PSOE, Podemos y Ciudadanos a ponerse de acuerdo y hacerse la foto juntos presentando la solicitud de la comisión en el registro de entrada de la cámara. Al margen de que el pacto entre Albert Rivera y Mariano Rajoy ya está roto, salvo que se recomponga, lo verdaderamente relevante son sus consecuencias políticas. De momento, Ciudadanos ya busca en la comunidad murciana el acercamiento al PSOE para una posible moción de censura con la aquiescencia de Podemos. Incluso se está llegando a hablar, si el encanallamiento partidista se eleva, de que los de Rivera rompan con Cristina Cifuentes, la joya de la corona popular, en Madrid. Y, por supuesto, la ruptura del pacto supone que Ciudadanos deje de ser el “socio preferente” del PP en la presente legislatura, lo que indefectiblemente la acorta.
El pacto entre Ciudadanos y PP no garantizaba a este último ni la gobernabilidad, ni mucho menos la mayoría parlamentaria. Para mantenerse en el Gobierno necesita más el PP del PSOE que de Ciudadanos, con pacto o sin él. La aprobación de los presupuestos generales del Estado para 2017 sigue en el aire, la incertidumbre de quién será el nuevo secretario general del PSOE elegido por los militantes en sus primarias no es un factor menor de inestabilidad para que la legislatura aguante y, por descontado, la respuesta del Estado al anunciado referéndum secesionista de la Generalitat de Cataluña. Estos grandes temas a un año vista necesitan, sí o sí, de estabilidad parlamentaria y gubernamental y, sin embargo, da la impresión de que el PP se desmarca de Ciudadanos y de sus pactos, como si diera igual. Por su parte, Ciudadanos, al romper con el PP busca en los socialistas un nuevo socio más fiable en Murcia y en el Congreso. Quizá sea este escoramiento a la izquierda de los centristas lo que en realidad está buscando el PP con la ruptura de los pactos para recuperar electorado. En el PP siempre han creído y creen que los votos de Ciudadanos son suyos, son prestados. No tanto, ni mucho menos. Lo que sí que es cierto es que en el PP están más pendientes de las primarias del PSOE que de las acciones de Ciudadanos, su antiguo “socio preferente”, al que han ninguneado todo lo que llevamos de legislatura.
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José Luis Fortea
………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.
Bernard Thévenet
Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.
Qué pasó un 22 de julio
El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.
A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.
En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.
Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.
Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.
No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.
En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.
En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.
De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.
Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.
Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.
El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .
Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.
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