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Fallas

El silencio fallero retumba en una València fantasma

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València, 19 mar (EFE).- El abatimiento se apodera de la comunidad fallera en València, que ve cómo este silencioso día de San José tampoco arderán sus fallas ni será el colofón a esa semana de fiesta que, antes de la covid, convertía a la ciudad en un gigante pasacalles con un millón de personas rodeadas de color, música, flores, ruido, ninots y, al final, fuego para recibir a la primavera.

Una crisis inédita, la incertidumbre por cuándo se podrán celebrar «con normalidad», un silencio atronador solo alterado por algún petardo suelto y, encima, mal tiempo -con registros térmicos no vistos desde 1939, cuando tampoco hubo Fallas- dominan este viernes gris para un sector tradicionalmente lleno de color, hedonismo e ingenio, que calcula a la desesperada cómo puede sobrevivir.EL SONIDO DEL SILENCIO

Si en 2020 al menos hubo convocatorias para que sonara música tradicional valenciana en los balcones -comenzaba el confinamiento-, retumbaban grabaciones de mascletaes antiguas, se viralizaban retos ingeniosos en honor a la fiesta y había un sentimiento optimista para celebrar las Fallas ese verano, como se había prometido, este año reina el silencio.

Apenas hay ruido de petardos o de tracas, que solo se dejan sentir de forma esporádica en algún parque y vigilando que no haya policía cerca -al no haber Bando consistorial de Fallas, está prohibida la pirotecnia callejera-; no ha habido ninguna «despertà» a las ocho de la mañana, ni «mascletà» a las dos de la tarde, ni castillos de fuegos artificiales a la medianoche.

El sector pirotécnico asegura estar al límite y ahora su indignación es máxima, al haberse planteado oficialmente la posibilidad de una «Nit del Foc» descentralizada y sin público por València pero Sanidad la tumbó días después ante el riesgo de aglomeraciones en las azoteas. Su patronal ha roto relaciones con el Ayuntamiento.

Tampoco se oye música en las calles a cargo de bandas valencianas, ni hay verbenas vespertinas ni nocturnas en barrios. Impera un silencio nocturno que, aun siendo lo habitual desde hace meses -por el toque de queda a las 22 horas-, en esta semana abruma y resulta atronador para los miles de personas que viven por y para la fiesta y a quienes este paréntesis duele más que cualquier falla quemada antes de tiempo o una mascletà abortada sin terremoto final.

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UNA CIUDAD SIN COLAS Y QUE NO HUELE IGUAL

Uno de los rasgos más característicos del eterno «València en Fallas» era el olor. Sobre todo a los puestos de buñuelos y churros que se diseminaban por toda la ciudad, amén de la gasolina de las motos -el medio de transporte más fallero- y el humo de las mechas para disparar petardos y el que salía de las «mascletaes» de muchos barrios, junto a los miles de claveles de la Ofrenda a la Virgen.

Este año, la ciudad huele a frío, con un temporal que ha traído las temperaturas diurnas más bajas en nueve décadas y nieve a escasos kilómetros, y se nota que no hay ninguna calle cortada para plantar las fallas, por lo que hay el tráfico -y la contaminación- habitual del resto del año.

Tampoco hay colas para entrar en restaurantes y bares, solo las obligatorias para guardar la distancia de seguridad en determinados negocios, ni filas con docenas de autocares aparcados en el paseo de la Alameda de los que salían miles de turistas para recorrer las fallas más afamadas, arriesgadas o polémicas.

El miércoles, docenas de falleras se atrevieron a acudir engalanadas a la plaza de la Virgen para simular una Ofrenda de flores a su patrona, rezando al cielo por los seres queridos a los que se llevó la covid-19 e implorando por un futuro con más esperanza que este presente impuesto sin fiesta ni devoción.

Como consuelo, la imagen de su «Geperudeta» ha circulado esta semana en su «Maremóvil» (un «Papamóvil» para la Mare de Déu dels Desamparats fletado por el Arzobispado) por la ciudad para que los valencianos le presentaran sus respetos y proclamaran al viento sus tradicionales virtudes religiosas.

NOSTALGIA Y FUTURO

Este año, el asfalto de los puntos donde debían enclavarse las 382 fallas ha sido serigrafiado con la leyenda reivindicativa «Ací crema el cor d’una falla. Tornarem» (Aquí quema el corazón de una falla. Volveremos), impulsada por la Junta Central Fallera, responsable también junto al Ayuntamiento del pebetero cuya llama, durante nueve días -se apaga este viernes-, recuerda a las víctimas de la covid. Pero como no hay dos sin tres, el fuerte viento la apagó unas horas.

Lo hace desde la plaza del Ayuntamiento, el «kilómetro cero» fallero donde se disparan las multitudinarias «mascletaes» y se planta la falla municipal, que este año se ha tenido que conformar con una «app» que recrea, con realidad aumentada, cómo habría sido contemplarla allí mismo. Su lema era «Protegeix alló que estimes» y defendía el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático.

El busto de la falla municipal de 2020 -cuyo cuerpo se quemó de madrugada y en secreto el año pasado-, que se erigió como símbolo de la fuerza popular ante la pandemia con una enorme mascarilla, sigue embalado junto a cientos de ninots más en un gran almacén.

Y mientras el alcalde, Joan Ribó, dice que habrá Fallas cuando la vacunación esté más extendida, sin concretar fechas, instituciones gremiales, entidades y asociaciones vinculadas a este Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad exigen en un manifiesto conjunto ayudas directas urgentes ante su momento de «extrema dificultad».

La caída en su facturación está entre el 90 y el 95 % sobre 2019, y avisan de que sus actividades viven una «dramática situación económica y laboral, y un riesgo cierto de desaparición de buena parte del entramado» productivo artesanal e industrial de sederos, pirotécnicos y artistas falleros.

El sábado empezará la primavera, en silencio, y tampoco este año olerá a ceniza de falla quemada.

Carlos Bazarra

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GALERÍA| La mágica boda de Lucía Andrés Zarapico, Fallera Mayor Infantil de Valencia 1996

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Boda Lucía Andrés Zarapico y Javier Donat

El pasado 28 de junio, Lucía Andrés Zarapico y Javier Donat Sendra unieron sus vidas en una boda inolvidable, repleta de detalles con historia, amor por las tradiciones valencianas y un estilo muy personal. Una celebración que combinó emoción, elegancia y raíces profundas en cada gesto.

Ceremonia religiosa en la Basílica San Vicente Ferrer

El enlace tuvo lugar en la Basílica San Vicente Ferrer de Valencia, un lugar muy especial para la pareja. Javier es antiguo alumno del colegio Dominicos, y el sacerdote que ofició la ceremonia, el Padre Antonio Roy, es amigo cercano tanto de él como de su padre. Además, el hermano de Lucía también se casó allí hace una década, haciendo aún más simbólico este lugar.

La ceremonia fue amenizada por Harmonic Trio y una soprano, culminando con el Himno de la Coronación de la Virgen de los Desamparados, un homenaje a la patrona de Valencia. El ramo de novia, una delicada composición de azucenas y rosas rosas realizado por El Atelier de la Flor, incluía una medalla de cerámica de la Virgen elaborada por By Paloma, añadiendo un toque espiritual y artístico.

La madrina, Antonia Sendra (madre del novio), y el padrino, Manuel Andrés (padre de la novia), acompañaron a la pareja en uno de los momentos más especiales de sus vidas. Los pajes, Lucas Fernández, Ana Andrés (encargada de los anillos) y Manu Andrés (arras), aportaron ternura y tradición. Las arras de oro utilizadas fueron las mismas que usaron los padres de la novia hace 48 años.

Celebración en la Finca del Canónigo (Miguel Martí)

Tras la emotiva ceremonia, la celebración continuó en la espectacular Finca del Canónigo, de la mano del reconocido chef Miguel Martí, donde más de 200 invitados compartieron la alegría de la pareja.

Destacó la presencia de casi 100 falleros de la Falla del Regne, a la que ambos pertenecen, así como amigas de la corte infantil de Lucía y Falleras Mayores Infantiles de Valencia. No faltó su Fallera Mayor, Elena Muñoz, junto a toda su familia.

Uno de los momentos más impactantes fue el castillo de fuegos artificiales, que iluminó el cielo en honor a los novios. El primer baile se realizó al ritmo de «Noche de bodas» de Sabina y Serrat, una elección que emocionó a todos los presentes, dando inicio a una fiesta vibrante bajo el hashtag que lo resume todo: #tincelcorencésflama.

Un look de novia muy personal

Uno de los elementos más especiales del gran día fue el vestido de Lucía, diseñado por ella misma junto al diseñador , recientemente fallecido, Enrique Marzal, en un proceso lleno de cariño y complicidad. Las telas y acabados fueron seleccionados con esmero y confeccionados con amor por Pilar y Amparo Bonilla, quienes también guardaban un vínculo especial con Enrique.

La imágen de la boda, una simpática caricatura creada por los artistas Ceballos y Sanabria, aportó un toque divertido y único a toda la papelería y decoración.

Luna de miel en Nueva York y Miami

Tras la boda, la pareja emprendió su luna de miel en Nueva York y Miami, comenzando esta nueva etapa con la misma ilusión y energía que marcaron su gran día.

Las imágenes que inmortalizan cada instante mágico de esta boda son obra del equipo de Por Parte de la Novia, además de algunas fotos particulares que capturan la esencia de un día tan especial.

 

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