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Salud y Bienestar

El tabaco incrementa el riesgo de suicidio, según un estudio científico valenciano

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nueva ley antitabaco

Los residentes de psiquiatría y psicología clínica del Hospital Provincial de Castellón Iván Echeverria, Miriam Cotaina y Antonio Jovani, junto a la doctora Ana Benito, el doctor Gonzalo Haro, del grupo de investigación TXP de la CEU UCH, y el doctor Rafael Mora, han publicado los resultados de su última investigación: un metaanálisis sobre el suicidio, la primera causa de muerte externa en España. En esta ocasión, el estudio ha profundizado en la posible relación entre el tabaquismo, un hábito tóxico plenamente extendido en nuestro país, y diferentes conductas suicidas: ideación, planificación e intentos autolíticos, así como suicidios consumados.  

“El 19’8% de la población española fuma a diario. Teniendo en cuenta que numerosos estudios sugieren que el consumo de tabaco incrementa el riesgo suicida, consideramos esencial profundizar en esta relación”, defiende Miriam Cotaina. Tras analizar un total de 2.436 artículos científicos sobre la materia, el metaanálisis finalmente incluye los datos de 20 artículos, con un mayor nivel de evidencia al tratarse de estudios prospectivos, que involucran a un total de 2.457.864 participantes.  

 Tabaquismo, factor de riesgo suicida 

El doctor Echeverría explica que “los resultados apuntan a que el tabaquismo multiplica por 2,5 el riesgo de suicidio. Sin embargo, este dato parece disminuir en exfumadores. Esto mismo parece generalizarse en todo el espectro suicida, puesto que el riesgo de desarrollar ideación suicida es 1,84 veces mayor en fumadores y sólo 1,35 veces mayor en personas que han abandonado el consumo de tabaco”. 

Por su parte, el doctor Jovani destaca la importancia de incorporar esta información en los planes de prevención del suicidio: “Dentro de las escalas de evaluación del riesgo suicida no se tiene en cuenta el tabaquismo como factor predisponente independiente. Una de las escalas más empleadas en los servicios de urgencias psiquiátricas es la SAD PERSONS, que incluye hábitos tóxicos como el alcoholismo, pero no el tabaquismo”, afirma. “La ciencia debe ser la luz que guíe nuestra práctica clínica diaria, por lo que teniendo en cuenta la elevada prevalencia de tabaquismo y su repercusión en las conductas suicidas, podría barajarse la adición de la “T” (Tobacco), quedando como resultado “T-SAD PERSONS”. 

 Mujeres fumadoras y pandemia: más riesgo 

Ana Benito apunta que “en nuestra práctica clínica durante la pandemia por la COVID-19, hemos observado un notable aumento de los intentos autolíticos, sobre todo en población joven de sexo femenino.” Los datos del presente estudio desprenden que las mujeres fumadoras presentan mayor riesgo de suicidio que los varones, aspecto que nos hace reflexionar hasta qué punto las diferencias de género repercuten socialmente en las conductas autolíticas”. 

Una de las posibles explicaciones biológicas de la relación tabaco-suicidio es el papel de la nicotina en el sistema nervioso central, que podría actuar disminuyendo los niveles de serotonina del hipocampo y modificando la actividad enzimática de neurotransmisores implicados en procesos afectivos. El doctor Gonzalo Haro, investigador principal del Grupo TXP de la CEU UCH, lo aclara: “Una la de las hipótesis más respaldadas hasta la fecha en la depresión y el suicidio es la disminución de neurotransmisores como la serotonina, noradrenalina y dopamina. El tabaquismo haría aún más evidentes dichas alteraciones, haciendo el efecto contrario al buscado con los antidepresivos, provocando síntomas ansioso-depresivos que serían caldo de cultivo sobre el cual se desencadenaría el suicidio”.  

 Equipo investigador 

El estudio ha sido dirigido por el profesor Gonzalo Haro y la doctora Ana Benito, del grupo de investigación TXP de la Universidad CEU Cardenal Herrera, y llevado a cabo por Iván Echeverria y Antonio Jovani, residentes de psiquiatría, y Miriam Cotaina, residente de psicología clínica, todos ellos del Hospital Provincial de Castellón. También ha colaborado el doctor Rafael Mora, jefe de servicio de Salud Mental del mismo hospital, y miembro del grupo de suicidio de la Conselleria de Sanitat Universal de la Comunitat Valenciana. El estudio fue financiado por la Fundación de Investigación del Hospital Provincial de Castellón. 

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Qué significa tener hambre al rato de comer: la señal de que algo va mal

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Dieta Bioimis
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¿Te ha pasado que terminas de comer y, apenas una hora después, sientes otra vez hambre? No estás solo. Tener hambre al rato de comer es una sensación más común de lo que parece, y puede estar relacionada tanto con lo que comes como con cómo come tu cuerpo. En este artículo te explicamos por qué ocurre, qué causas pueden estar detrás y qué puedes hacer para controlarlo sin pasar hambre ni ansiedad.


¿Es normal tener hambre poco después de comer?

Sentir hambre poco tiempo después de comer puede ser normal en determinadas circunstancias, pero también puede indicar que algo no está funcionando correctamente en tu metabolismo, tus hormonas o tus hábitos alimenticios.

El hambre es un mecanismo fisiológico controlado por una compleja red de hormonas (como la grelina y la leptina), neurotransmisores y señales del sistema digestivo. Cuando el cuerpo necesita energía, se libera grelina, la “hormona del hambre”, que avisa al cerebro de que es hora de comer. Tras una comida completa, deberían aumentar los niveles de leptina y otras hormonas de saciedad, lo que envía al cerebro la señal contraria: la de estar satisfecho.

Si esa sensación de saciedad dura poco o desaparece enseguida, puede que el cuerpo no esté recibiendo los nutrientes o las proporciones adecuadas para mantenerse estable.


Causas más frecuentes del hambre poco después de comer

1. Comidas bajas en proteínas o grasas saludables

Uno de los errores más comunes es comer platos con muchos carbohidratos simples (pan blanco, arroz, pasta o dulces) y pocas proteínas o grasas saludables.
Estos alimentos provocan picos rápidos de glucosa en sangre que, tras una subida, se desploman en poco tiempo. Esa caída brusca de azúcar activa de nuevo el apetito y genera la sensación de hambre, aunque el estómago esté lleno.

Solución: incluye en cada comida una fuente de proteína (pollo, pescado, huevo, tofu o legumbres) y grasas saludables (aguacate, frutos secos, aceite de oliva virgen extra). Te ayudarán a mantener la glucosa estable y a prolongar la sensación de saciedad.


2. Exceso de azúcares o carbohidratos refinados

Los productos ultraprocesados, los zumos industriales o los cereales azucarados generan lo que se conoce como “montaña rusa de glucosa”. Este fenómeno hace que, tras un pico energético momentáneo, tu cuerpo reclame más comida rápidamente.

Solución: opta por carbohidratos complejos y de bajo índice glucémico, como avena, arroz integral, legumbres o pan de centeno, que se digieren más lentamente y mantienen estables los niveles de energía.


3. Comer demasiado rápido

Cuando comes con prisa, el cerebro no tiene tiempo de procesar la señal de saciedad. El cuerpo necesita entre 15 y 20 minutos para activar la respuesta hormonal que indica que has comido suficiente. Si terminas antes, es muy probable que al poco rato vuelvas a tener hambre.

Solución: mastica despacio, evita distracciones como el móvil o la televisión y da tiempo a tu cuerpo a “registrar” la comida.


4. Falta de fibra en la dieta

La fibra es uno de los componentes más importantes para regular el apetito. Aumenta el volumen de los alimentos en el estómago, ralentiza la digestión y ayuda a mantener estable el azúcar en sangre.
Si tu dieta es pobre en frutas, verduras o cereales integrales, es normal que la sensación de saciedad desaparezca enseguida.

Solución: añade más fibra soluble (presente en avena, manzana, lentejas o chía) para mantenerte lleno durante más tiempo.


5. Desequilibrio hormonal

En mujeres, especialmente en etapas de perimenopausia o síndrome premenstrual, los niveles de estrógenos y progesterona pueden alterar las señales de hambre y saciedad.
También en hombres y mujeres con resistencia a la insulina o hipotiroidismo, el apetito puede dispararse incluso tras comidas completas.

Solución: si notas que este patrón se repite con frecuencia, consulta con un endocrino. Un análisis hormonal puede detectar desequilibrios que estén afectando tu metabolismo.


6. Deshidratación

A menudo confundimos hambre con sed. El hipotálamo —la parte del cerebro que regula ambas sensaciones— puede enviar señales similares cuando el cuerpo necesita agua.

Solución: antes de picar algo, bebe un vaso de agua y espera unos minutos. Si la sensación desaparece, probablemente tu cuerpo solo necesitaba hidratarse.


7. Falta de sueño y estrés

Dormir poco o vivir en estado de estrés continuo aumenta la grelina (hormona del hambre) y reduce la leptina (hormona de la saciedad). El resultado: más apetito, más ansiedad por comer y más dificultad para controlar los impulsos, sobre todo por alimentos calóricos y dulces.

Solución: procura dormir entre 7 y 8 horas por noche y busca técnicas que te ayuden a gestionar el estrés, como el ejercicio físico, la meditación o pasear al aire libre.


8. Consumo excesivo de alcohol o cafeína

El alcohol inhibe temporalmente la producción de leptina, mientras que la cafeína puede alterar el equilibrio del azúcar en sangre. Ambos factores provocan un efecto rebote de hambre tras su consumo.

Solución: reduce el alcohol y limita la cafeína a dos tazas de café al día. Si te apetece una bebida caliente, elige infusiones naturales o descafeinadas.


Cómo saber si lo que sientes es hambre real o emocional

A veces, el hambre no tiene nada que ver con la necesidad de comer, sino con una respuesta emocional.
El hambre emocional aparece repentinamente, suele dirigirse hacia un tipo concreto de alimento (dulce, salado o ultraprocesado) y no desaparece aunque comas.

Por el contrario, el hambre fisiológica crece gradualmente y puede satisfacerse con casi cualquier tipo de comida.

Truco: antes de comer, pregúntate si es hambre o aburrimiento, ansiedad, estrés o cansancio. Identificar la diferencia es clave para mantener una relación sana con la comida.


Consejos para evitar tener hambre al poco tiempo de comer

  1. No te saltes comidas. Saltar comidas desequilibra tus hormonas y aumenta el riesgo de atracones.

  2. Incluye proteínas y grasas saludables en cada plato. Ayudan a mantener estable el azúcar en sangre.

  3. Prioriza alimentos reales. Evita ultraprocesados y apuesta por frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos.

  4. Mantente hidratado. Muchas veces el cuerpo pide agua, no comida.

  5. Descansa lo suficiente. Dormir bien mejora el control del apetito.

  6. Gestiona el estrés. Evita que el cortisol dispare el hambre emocional.

  7. Escucha a tu cuerpo. Come despacio, sin distracciones y solo hasta sentirte satisfecho.


Cuándo consultar con un especialista

Si sientes hambre de forma constante después de comer, incluso tras menús equilibrados y con horarios regulares, puede ser un signo de resistencia a la insulina, hipoglucemia reactiva o alteraciones hormonales.
Un endocrino o nutricionista puede ayudarte a encontrar la causa exacta y ajustar la dieta a tus necesidades metabólicas.


Conclusión: el hambre temprana es una señal que el cuerpo envía, no un fallo

Tener hambre poco después de comer no siempre es un problema, pero sí una alerta de que algo puede mejorarse en tu alimentación, tu descanso o tu equilibrio hormonal.
Escuchar al cuerpo, elegir alimentos saciantes y mantener hábitos saludables son las claves para controlar el apetito sin renunciar al placer de comer.

Cuando el cuerpo recibe los nutrientes adecuados, el hambre deja de ser una lucha y se convierte en un mensaje de equilibrio interno.

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