El simple hecho de hablar en silencio consigo mismo en tercera persona en los momentos de estrés puede ayudar a controlar mejor las emociones, según un estudio de la Universidad Estatal de Michigan y la Universidad de Michigan (Estados Unidos) publicado en ‘Scientific Reports’, una revista ‘Nature’.
La investigación revela que hablarse a sí mismo en tercera persona constituye una forma relativamente fácil de autocontrol. Para explicarlo usan en ejemplo de un hombre que se llamase Juan y estuviese molesto por haber sido despedido recientemente.
Simplemente reflexionando sobre sus sentimientos en tercera persona («¿Por qué está molesto Juan?») hace que sea menos emocionalmente reactivo que cuando se dirige a sí mismo en la primera persona («¿Por qué estoy molesto?»). «En esencia, pensamos que referirse a sí mismo en la tercera persona lleva a la gente a pensar sobre sí mismos de forma más similar a cómo piensan sobre los demás, y se puede ver evidencia de esto en el cerebro –explica Jason Moser, profesor asociado de psicología–. Eso ayuda a las personas a establecer cierta distancia psicológica de sus propias experiencias, lo que a menudo puede ser útil para regular las emociones».
El estudio, financiado parcialmente por los Institutos Nacionales de Salud y la Fundación John Temple, está integrado por dos experimentos realizados por separado por ambas universidades que reforzaron significativamente esta conclusión principal.
En uno de los experimentos, realizado en el Laboratorio de Psicofisiología de la Clínica de Moser, los participantes vieron imágenes neutrales e inquietantes y reaccionaron a las imágenes tanto en primera como en tercera persona, mientras que su actividad cerebral era monitorizada por un electroencefalógrafo. Al reaccionar a las fotos perturbadoras (como un hombre con una pistola en la cabeza), la actividad cerebral emocional de los participantes disminuyó muy rápidamente (en 1 segundo) cuando se referían a sí mismos en la tercera persona.
Los investigadores también midieron la actividad cerebral relacionada con el esfuerzo de los participantes y encontraron que el uso de la tercera persona no suponía más esfuerzo que hacerlo en primera persona.
Esto es un buen presagio para el uso de la auto-charla en tercera persona como una estrategia in situ para regular las emociones, explica Moser, ya que muchas otras formas de regulación de la emoción requieren un considerable esfuerzo de concentración.
En el otro experimento, dirigido por el profesor de psicología de la Universidad de Michigan Ethan Kross, quien dirige el Laboratorio de Emoción y Autocontrol, los participantes reflexionaron sobre experiencias dolorosas de su pasado usando pensamientos en primera y tercera persona mientras su actividad cerebral se medía con resonancia magnética. Al igual que en otro estudio, los participantes mostraron menos actividad en una región del cerebro que comúnmente está implicada en la reflexión sobre las experiencias emocionales dolorosas cuando se utiliza la autoexpresión en tercera persona, sugiriendo una mejor regulación emocional.
Además, la autoexpresión en tercera persona no requería más actividad cerebral relacionada con el esfuerzo que la primera persona. «Lo realmente emocionante aquí –dijo Kross– es que los datos cerebrales de estos dos experimentos complementarios sugieren que hablarse a sí mismos en tercera persona puede constituir una forma relativamente fácil de regulación emocional». «Si se termina de confirmar –no lo sabremos hasta que se haga más investigaciones ya en marcha, precisan– hay muchas implicaciones importantes que tienen estos hallazgos para la comprensión de cómo funciona el autocontrol y cómo ayudar a las personas a controlar sus emociones en la vida cotidiana».
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