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Joaquín Ferrándiz: crónica de un asesino en serie

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Joaquín Ferrándiz
Joaquín Ferrándiz-Universidad de Salamanca
Madrid, 9 sep (OFFICIAL PRESS- EFE).- Muy educado con las mujeres, buen vecino, buen hijo, buen empleado, buen compañero. Bajo esta descripción casi unánime de quienes le conocían se ocultaba un asesino en serie, Chimo (Joaquín) Ferrándiz, que mató a cinco mujeres en Castellón y lo intentó con otras dos en momentos en los que no tenía pareja o había cortado con ella.

En libertad desde el 22 de julio después de cumplir 25 años de prisión -el máximo que permitía la ley, aunque fue condenado a 69 años-, nadie en su entorno imaginaba que este hombre, con un alto coeficiente intelectual, fuera el asesino de la profesora de inglés Sonia Rubio, de las prostitutas Natalia Archelos, Mercedes Vélez y Francisca Salas, y de la empleada de una fábrica de medias Amelia Sandra García.

Unos asesinatos que cometió entre julio de 1995 y septiembre de 1996 en la provincia de Castellón y que se sumaron a dos intentos más en 1998, como recuerdan a EFE investigadores de la Guardia Civil que esclarecieron los hechos.

Antes de estos crímenes, en 1989, Ferrándiz, el mayor de tres hermanos y el menos conflictivo en casa, atropelló intencionadamente a una chica de 18 años que circulaba con su motocicleta. La auxilió y la montó en su coche para llevarla al hospital, según le dijo.

Pero lejos de ello, la llevó a un descampado y la violó, para dejarla después a las puertas del hospital. Alguien lo vio, fue detenido y condenado a 14 años de cárcel. Con una conducta intachable en prisión, cumplió seis años y salió en libertad condicional.

Ni su madre, ni su novia de entonces, Beatriz, quienes ejercían una gran influencia sobre él, creyeron en su culpabilidad y protagonizaron una campaña en medios locales para defender su inocencia.

LAS VÍCTIMAS

Sonia Rubio desapareció en julio de 1995. Según se supo después, Ferrándiz la abordó a la salida de una discoteca en Benicàssim. Cuatro meses después apareció estrangulada en un paraje de Oropesa.

En concreto el barranco Bellver, donde un 14 de septiembre de 1850 los agentes Pedro Ortega y Antonio Giménez murieron al ayudar a una diligencia arrastrada por la riada. Fue la primera pareja de la Guardia Civil fallecida en acto de servicio.

El caso de Sonia Rubio coincidía casi en el tiempo con el hallazgo junto al cauce del rio Millares, en Vila-real, de los cuerpos de tres prostitutas, también estranguladas.

Por estos tres crímenes fue detenido un camionero, Claudio A.H., un viudo que frecuentaba la zona de prostitución del Vora Riu. Varios indicios le señalaban como autor y pasó cinco meses en la cárcel en prisión preventiva. Quedó después en libertad tras comprobarse que el asesino fue Ferrándiz.

Según cuentan las fuentes consultadas a EFE, un «chulo» vio el coche que se llevó a alguna de las mujeres, con la fatal coincidencia de que los coches del camionero y de Ferrándiz eran del mismo modelo y color.

En septiembre de 1996 desapareció Amelia Sandra García. Cinco meses después encontraron su cuerpo flotando en una balsa de agua en Onda, también en Castellón.

Ya en febrero de 1998 un hombre intentó estrangular a Lidia Molina, pero un vecino lo frustró. La joven denunció, la Policía le identificó y comprobó que estaba en la lista de agresores sexuales. No en vano había estado en la cárcel por violación. Era Ferrándiz.

EL ENCUENTRO CASUAL QUE LLEVÓ A LA UCO A CASTELLÓN

Por esas fechas ya se habían desplazado a Castellón agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil para ayudar a sus compañeros de la Comandancia en la investigación.

Una ayuda que fue requerida tras un encuentro casual en la playa: el del entonces fiscal jefe de la provincia, Juan Salom, con un coronel de Criminalística del instituto armado, que en la conversación le informó de la existencia de la UCO, una unidad de élite con pocos años de vida creada para investigar los casos más difíciles.

Los agentes de la UCO comenzaron a indagar sobre la vinculación de Ferrándiz con las mujeres encontradas muertas. Con algunas de ellas había coincidido en zonas de copas que frecuentaban. Y con otra, con Mercedes Vélez, también porque había sido novia de su hermano Francisco Javier.

Sin embargo -recuerdan las fuentes-, Ferrándiz, según afirmó él mismo después, no la reconoció cuando la asesinó, dado el deterioro de la mujer debido a las drogas y la prostitución.

Los agentes constaron que el «modus operandi» era prácticamente idéntico. El autor las estrangulaba con sus manos -algo muy habitual en los psicópatas-, les tapaba la boca con una prenda íntima de mujer y las maniataba de la misma forma. A todas ellas las tapaba la cabeza. A Amelia Sandra García le machacó los dedos para dificultar su identificación.

No obstante, a pesar de esas coincidencias a los investigadores les sorprendió que el supuesto autor de los crímenes eligiera prostitutas pero también mujeres con una vida más normal. En cualquier caso, el hallazgo de los cadáveres ya había generado una gran alarma social en la zona, donde también aparecieron otros dos que no pudieron atribuirse a Ferrándiz.

Por esa alarma social, el autor de los crímenes dejó un año de «enfriamiento» en sus delitos. También cesa porque tiene pareja. Cuando no la tiene, actúa.

Imagen del juicio contra Joaquín Ferrándiz (en el centro). EFE/Alberto Estévez/Archivo

EL SOS QUE EL FBI NUNCA ATENDIÓ

En esa época ni en España ni en la mayoría de los países se hablaba de perfilado criminal. Pero los agentes de la UCO decidieron involucrarse en esa tarea e hicieron un perfilado con todo lo que tenían tanto de las víctimas como del supuesto autor.

Lo mandaron al FBI, que sí los hacía, para recabar su opinión. «Todavía estamos esperando su respuesta», recalca un agente.

De todos modos, habían hecho un curso de perfilado con el criminólogo Vicente Garrido, hablaron con él y llegó a la misma conclusión que ellos. Este experto realizó un informe de conducta que sirvió en la causa judicial contra Ferrándiz.

Joaquín Ferrándiz: el autor

Ferrándiz nació en 1963 en Valencia, donde vivió hasta los 14 años. Se crió con largas ausencias de casa de su padre, marinero, y con episodios de malos tratos en el ámbito familiar.

La familia se trasladó a Castellón y cuando Ferrándiz tenía 17 años su padre murió. El mayor de tres hermanos, comenzó a trabajar muy pronto, como también muy joven se echó novia, Beatriz.

Sus parejas le marcan, sobre todo su relación tormentosa con Beatriz, como el propio Ferrándiz refleja en su diario. Unos escritos que, en ocasiones, son despectivos hacia las mujeres.

Dicen los investigadores que Chimo no elegía a cualquier tipo de mujer, sino a un perfil que, en algunos aspectos, le recordaban a su novia. Por eso, no llegó a «picar» en algunos «cebos» de mujeres (agentes) que le pusieron mientras le investigaban.

Ferrándiz no se consideraba un delincuente ni tampoco sabía por qué mataba. Sí se creía superior y, pese a que predominaban en él los rasgos psicópatas, mantenía una cierta empatía con su entorno.

También mantenía una buena relación con sus exnovias, con las que no ejerció violencia verbal o física.

Sin miedo alguno al castigo, sabía cuándo actuar y contra quién.

La detención de Ferrándiz

Los agentes seguían sigilosamente sus pasos y el 12 de julio de 1998 observaron como Ferrándiz intentaba atacar a una joven después de desinflar la rueda de su coche. La mujer sufrió un accidente y él quiso llevarla al hospital. Los guardias lo detuvieron.

En el registro de su casa -vivía con su madre- se encontró cinta adhesiva con las que amordazó a alguna víctima y el tapón de la rueda que desinfló, entre otros efectos que le incriminaron.

Ferrándiz reconoció sus crímenes y colaboró para encontrar objetos de una de las víctimas, pero en el juicio no quiso declarar.

El pasado 22 de julio salió de la cárcel. A la salida dijo que, por respeto a las víctimas, no volvería al lugar de los crímenes y que se iría al extranjero para rehacer su vida.

Sagrario Ortega-EFE

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Confirmado: el cuerpo hallado en Manises es de Javi, el desaparecido por la DANA en Pedralba

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La Guardia Civil ha confirmado mediante pruebas de ADN que el cadáver encontrado en el cauce del río Túria, en Manises, pertenece a José Javier Vicent Fas, “Javi”, el hombre de 64 años desaparecido durante la DANA del 29 de octubre de 2024 en Pedralba (Valencia).

El cuerpo, hallado sepultado en barro y cañas a 31 kilómetros del punto de desaparición, se encontraba en buen estado gracias al efecto conservador de la arcilla. Javi fue arrastrado por las aguas junto a su hija Susana, de 30 años y con síndrome de Down, cuyo cuerpo apareció días después en la playa del Mareny Blau.

La identificación se logró tras un exhaustivo análisis de ADN realizado en el Laboratorio Central de Criminalística de Madrid, poniendo fin a un año de búsqueda.


El barro preservó el cuerpo durante casi un año

El hallazgo fue realizado por trabajadores de la empresa pública TRAGSA durante labores de desescombro y limpieza en la desembocadura del Turia. Los operarios detectaron restos humanos semienterrados en el fango y alertaron de inmediato a las autoridades.

El cuerpo, parcialmente cubierto por lodo, no presentaba signos externos de violencia visibles debido al estado de conservación, aunque será la autopsia la que determine las causas exactas de la muerte.

Fuentes forenses explican que el barro actuó como una capa protectora, impidiendo la descomposición total y provocando una momificación natural del cadáver.


El hallazgo junto al río Túria


Una tragedia que sigue dejando huellas

Javi, de 56 años, era uno de los tres desaparecidos que aún seguían sin localizar casi un año después de la DANA. El vecino de Pedralba se encontraba en una vivienda rural junto a su hija —una joven con síndrome de Down— cuando fueron sorprendidos por la riada.

Días después, la Guardia Civil localizó el cuerpo de la joven, pero las búsquedas de su padre no dieron resultado hasta ahora. Su caso se convirtió en símbolo de la tragedia que azotó a la comarca y que dejó profundos daños humanos y materiales.


Dos personas más siguen desaparecidas: Elizabeth y Francisco

Además de Javi, las otras dos personas que siguen desaparecidas son Elizabeth y Francisco, a quienes la Guardia Civil continúa buscando en distintos puntos de la provincia.

Elizabeth desapareció cuando circulaba en coche junto a su madre cerca del Hotel La Carreta de Chiva. El cuerpo de su madre, Elvira, fue encontrado días después a varios kilómetros del lugar donde el vehículo fue arrastrado por el agua.

Por su parte, Francisco fue visto por última vez en Montserrat, tras salvar a sus dos nietos colocándolos en el techo del vehículo antes de que la riada se los llevara por delante. Desde entonces, no se ha tenido noticia de él.


Una investigación que busca cerrar heridas

El hallazgo del cuerpo en Manises abre una nueva fase en la investigación de una de las catástrofes naturales más graves de los últimos años en la Comunitat Valenciana.
Las autoridades esperan que las pruebas forenses puedan confirmar la identidad de los restos en los próximos días, lo que permitiría dar cierre a una familia que ha esperado durante meses una respuesta definitiva.

Mientras tanto, los trabajos de búsqueda y recuperación en zonas afectadas por la DANA continúan, con el compromiso de localizar a todas las víctimas de aquella trágica jornada.

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