Salud y Bienestar
La Fe, primer hospital español en realizar 3.000 trasplantes de médula ósea
Publicado
hace 4 añosen
La Unidad de Trasplante de Progenitores Hematopoyéticos y Terapia Celular del Hospital Universitari i Politècnic La Fe ha alcanzado los 3.000 trasplantes de médula ósea, siendo la primera unidad de trasplante en España que alcanza dicha cota en pacientes adultos.
El primer trasplante de progenitores hematopoyéticos en el Hospital La Fe, que fue el segundo en España, se realizó en 1978. Durante los primeros años se realizaban una media de cuatro trasplantes de médula ósea al año y actualmente se han llegado a realizar alrededor de 150 anuales, con cifras cercanas a los 200 desde hace un par de años.
Tal y como explica el doctor Javier de la Rubia, jefe de servicio de Hematología del Hospital La Fe, “se trata de un récord porque es el primer centro español que alcanza esta cifra de trasplantes en pacientes adultos. El aumento de la actividad se ha debido a varios factores. Por un lado, la mejora de los resultados clínicos se debe a la ampliación de las terapias de soporte, que han reducido muchísimo las complicaciones derivadas de un trasplante porque se manejan de manera más precisa. Como consecuencia, la supervivencia ha aumentado y así el crecimiento de estos tratamientos”.
Además, en este tiempo se han refinado mucho los procedimientos diagnósticos, que hoy en día son mucho más exactos que hace quince años.
El trasplante de médula ósea es un tratamiento que implica a equipos formados por todos los estamentos de diversas especialidades aparte de la Hematología, como Medicina Intensiva, Neurología, Cardiología, Medicina Interna, Farmacia, Microbiología, etc. «Sin ellos esto no se puede hacer, igualmente que sin la generosidad de todos los donantes anónimos alrededor de todo el mundo”, ha destacado el doctor De la Rubia.
El primer trasplante de médula ósea en el Hospital La Fe se realizó en 1978, por el equipo del doctor Miguel Ángel Sanz Alonso, antiguo jefe de servicio de Hematología y actual investigador emérito del Instituto de Investigación Sanitaria La Fe. “Tras una estancia en el Hospital Saint Louis de París, realizamos en La Fe el primer trasplante de médula ósea, que fue el segundo de España tras el Hospital Clínic de Barcelona. Durante once años, realizábamos entre tres y cuatro anuales, mientras que ahora hacemos 150-200 cada año”.
En los inicios del trasplante de médula, el procedimiento sólo se podía realizar a partir de un donante altamente histocompatbible con el paciente, HLA idéntico generalmente, por lo que la donación se reducía a hermanos o hermanas. Actualmente, la donación está prácticamente universalizada gracias a que los esquemas de inmunosupresión permiten realizar trasplantes con mayor disparidad entre donante y receptor. “Actualmente, virtualmente no hay paciente que no tenga posibilidad de encontrar un donante”, ha destacado el doctor Sanz.
Publicado
hace 7 horasen
11 noviembre, 2025
¿Te ha pasado que terminas de comer y, apenas una hora después, sientes otra vez hambre? No estás solo. Tener hambre al rato de comer es una sensación más común de lo que parece, y puede estar relacionada tanto con lo que comes como con cómo come tu cuerpo. En este artículo te explicamos por qué ocurre, qué causas pueden estar detrás y qué puedes hacer para controlarlo sin pasar hambre ni ansiedad.
Sentir hambre poco tiempo después de comer puede ser normal en determinadas circunstancias, pero también puede indicar que algo no está funcionando correctamente en tu metabolismo, tus hormonas o tus hábitos alimenticios.
El hambre es un mecanismo fisiológico controlado por una compleja red de hormonas (como la grelina y la leptina), neurotransmisores y señales del sistema digestivo. Cuando el cuerpo necesita energía, se libera grelina, la “hormona del hambre”, que avisa al cerebro de que es hora de comer. Tras una comida completa, deberían aumentar los niveles de leptina y otras hormonas de saciedad, lo que envía al cerebro la señal contraria: la de estar satisfecho.
Si esa sensación de saciedad dura poco o desaparece enseguida, puede que el cuerpo no esté recibiendo los nutrientes o las proporciones adecuadas para mantenerse estable.
Uno de los errores más comunes es comer platos con muchos carbohidratos simples (pan blanco, arroz, pasta o dulces) y pocas proteínas o grasas saludables.
Estos alimentos provocan picos rápidos de glucosa en sangre que, tras una subida, se desploman en poco tiempo. Esa caída brusca de azúcar activa de nuevo el apetito y genera la sensación de hambre, aunque el estómago esté lleno.
Solución: incluye en cada comida una fuente de proteína (pollo, pescado, huevo, tofu o legumbres) y grasas saludables (aguacate, frutos secos, aceite de oliva virgen extra). Te ayudarán a mantener la glucosa estable y a prolongar la sensación de saciedad.
Los productos ultraprocesados, los zumos industriales o los cereales azucarados generan lo que se conoce como “montaña rusa de glucosa”. Este fenómeno hace que, tras un pico energético momentáneo, tu cuerpo reclame más comida rápidamente.
Solución: opta por carbohidratos complejos y de bajo índice glucémico, como avena, arroz integral, legumbres o pan de centeno, que se digieren más lentamente y mantienen estables los niveles de energía.
Cuando comes con prisa, el cerebro no tiene tiempo de procesar la señal de saciedad. El cuerpo necesita entre 15 y 20 minutos para activar la respuesta hormonal que indica que has comido suficiente. Si terminas antes, es muy probable que al poco rato vuelvas a tener hambre.
Solución: mastica despacio, evita distracciones como el móvil o la televisión y da tiempo a tu cuerpo a “registrar” la comida.
La fibra es uno de los componentes más importantes para regular el apetito. Aumenta el volumen de los alimentos en el estómago, ralentiza la digestión y ayuda a mantener estable el azúcar en sangre.
Si tu dieta es pobre en frutas, verduras o cereales integrales, es normal que la sensación de saciedad desaparezca enseguida.
Solución: añade más fibra soluble (presente en avena, manzana, lentejas o chía) para mantenerte lleno durante más tiempo.
En mujeres, especialmente en etapas de perimenopausia o síndrome premenstrual, los niveles de estrógenos y progesterona pueden alterar las señales de hambre y saciedad.
También en hombres y mujeres con resistencia a la insulina o hipotiroidismo, el apetito puede dispararse incluso tras comidas completas.
Solución: si notas que este patrón se repite con frecuencia, consulta con un endocrino. Un análisis hormonal puede detectar desequilibrios que estén afectando tu metabolismo.
A menudo confundimos hambre con sed. El hipotálamo —la parte del cerebro que regula ambas sensaciones— puede enviar señales similares cuando el cuerpo necesita agua.
Solución: antes de picar algo, bebe un vaso de agua y espera unos minutos. Si la sensación desaparece, probablemente tu cuerpo solo necesitaba hidratarse.
Dormir poco o vivir en estado de estrés continuo aumenta la grelina (hormona del hambre) y reduce la leptina (hormona de la saciedad). El resultado: más apetito, más ansiedad por comer y más dificultad para controlar los impulsos, sobre todo por alimentos calóricos y dulces.
Solución: procura dormir entre 7 y 8 horas por noche y busca técnicas que te ayuden a gestionar el estrés, como el ejercicio físico, la meditación o pasear al aire libre.
El alcohol inhibe temporalmente la producción de leptina, mientras que la cafeína puede alterar el equilibrio del azúcar en sangre. Ambos factores provocan un efecto rebote de hambre tras su consumo.
Solución: reduce el alcohol y limita la cafeína a dos tazas de café al día. Si te apetece una bebida caliente, elige infusiones naturales o descafeinadas.
A veces, el hambre no tiene nada que ver con la necesidad de comer, sino con una respuesta emocional.
El hambre emocional aparece repentinamente, suele dirigirse hacia un tipo concreto de alimento (dulce, salado o ultraprocesado) y no desaparece aunque comas.
Por el contrario, el hambre fisiológica crece gradualmente y puede satisfacerse con casi cualquier tipo de comida.
Truco: antes de comer, pregúntate si es hambre o aburrimiento, ansiedad, estrés o cansancio. Identificar la diferencia es clave para mantener una relación sana con la comida.
No te saltes comidas. Saltar comidas desequilibra tus hormonas y aumenta el riesgo de atracones.
Incluye proteínas y grasas saludables en cada plato. Ayudan a mantener estable el azúcar en sangre.
Prioriza alimentos reales. Evita ultraprocesados y apuesta por frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos.
Mantente hidratado. Muchas veces el cuerpo pide agua, no comida.
Descansa lo suficiente. Dormir bien mejora el control del apetito.
Gestiona el estrés. Evita que el cortisol dispare el hambre emocional.
Escucha a tu cuerpo. Come despacio, sin distracciones y solo hasta sentirte satisfecho.
Si sientes hambre de forma constante después de comer, incluso tras menús equilibrados y con horarios regulares, puede ser un signo de resistencia a la insulina, hipoglucemia reactiva o alteraciones hormonales.
Un endocrino o nutricionista puede ayudarte a encontrar la causa exacta y ajustar la dieta a tus necesidades metabólicas.
Tener hambre poco después de comer no siempre es un problema, pero sí una alerta de que algo puede mejorarse en tu alimentación, tu descanso o tu equilibrio hormonal.
Escuchar al cuerpo, elegir alimentos saciantes y mantener hábitos saludables son las claves para controlar el apetito sin renunciar al placer de comer.
Cuando el cuerpo recibe los nutrientes adecuados, el hambre deja de ser una lucha y se convierte en un mensaje de equilibrio interno.
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