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Muere José Manuel Botella Crespo: el hombre que revitalizó el Ateneo Mercantil de Valencia

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José Manuel Botella Crespo ATENEO MERCANTIL VALÈNCIA

Valencia 22 de enero de 2021.- “Ha fallecido en casa, tranquilo y con los suyos”. Así ha dicho adiós José Manuel Botella Crespo (1949-2021), en las más estricta intimidad junto su esposa Carmen y sus hijos María y Josito en su casa de Torrevieja. El que fuera presidente del Ateneo entre 1997 y 2013 murió este viernes a los 71 años. Médico cirujano madrileño establecido en Valencia y con familia paterna en Orihuela, José Manuel Botella se volcó pronto hacia el mundo de la política sin dejar de estar vinculado nunca por vocación a una sociedad cultural como el Ateneo Mercantil en la que dejó huella, pues no en vano fue quien rescató a esta histórica entidad fundada en 1879 y referente de la ciudad de Valencia de una etapa de fuerte crisis económica que estuvo a punto de hacerla desaparecer.

Su buena gestión al frente del Ateneo Mercantil de Valencia lo catapultó a presidir los Ateneos de España, cargo que aún ostenta desde 1999 el Ateneo valenciano, ahora bajo la presidencia de Carmen de Rosa, que fue quien relevó en el cargo a Botella y una de las personas en las que se apoyó, entonces como Secretaria General, para el difícil reto de reflotar a la entidad de su maltrecha situación económica.
Los inicios de José Manuel Botella Crespo como presidente del Ateneo, donde entró como vocal en la directiva en 1995, fueron especialmente complicados. Había tomado el relevo del que fuera director del Banco de la Exportación, Francisco Sanchis. En plena crisis económica el Ateneo rondaba menos de 1.400 socios en 1997.

El panorama era ciertamente desolador, ya que la entidad había acumulado una deuda de 100 millones de pesetas. José Manuel Botella, que ganó las elecciones de la entidad a Francisco Trullenque, aprovechó sus buenas relaciones para tratar de rescatar al Ateneo y después de muchas conversaciones y negociaciones, antes incluso de acceder al cargo, logró, por una parte, la ayuda del que fuera presidente de la Generalitat, Joan Lerma, y también del que fuera conseller de Cultura, Ciprià Císcar, además del apoyo del Ayuntamiento de Valencia que regía Rita Barberá.

Botella, con ayuda de las instituciones, logró la implicación de todos para poder cancelar la deuda gracias a un convenio de colaboración con diferentes contrapartidas. Una de ellas fue el compromiso para que estas disfrutaran de las estancias del Ateneo para diferentes acciones culturales como exposiciones, conciertos, etc. Con el consistorio, por el contrario, también llegó a un acuerdo para la supresión del IBI, que ahogaba anualmente al Ateneo, a cambio igualmente de otras contrapartidas. Ambos acuerdos contribuyeron a la salvación del Ateneo, que partió de cero y pudo enjugar la deuda. También alcanza convenios de colaboración en 1998 con la Diputación de Valencia por 20 años; otro con la Fundación Bancaja así como con la conselleria de Bienestar Social.

La implicación de José Manuel Botella para afrontar aquel desafío fue total. Se lo tomó como un reto personal en busca de la estabilidad y prosperidad de esta prestigiosa entidad cultural que lidera en la actualidad Carmen de Rosa, que la acompañó en aquel reto junto a otros compañeros de junta directiva.

En la hoja ruta trazada se marcaron como hitos elevar el número de socios; crear muchas actividades, fomentar viajes y cursos de formación entre los ateneístas. Todo para captar socios y revitalizar el Ateneo. Alcanzó el objetivo, pues logró dar un impulso enorme a nivel económico y social. Triplicó el número de socios, saneó las arcas y las revitalizó. Como anécdota, según cuentan quienes formaron parte de su etapa como presidente del Ateneo, no había día que no hiciera un alto estando en su escaño en Las Cortes Valencianas para estar informado de cuantas acciones y proyectos se realizaban en su querido Ateneo.

Cuando la normalidad llegó a la entidad mercantil y después de 16 años como presidente, cedió el testigo a Carmen de Rosa, la primera presidenta de esta institución con 142 años de vida. Fue en ella en quien se apoyó para traspasarle un próspero legado cultural, social y económico que sigue vigente hoy en día, con un mapa social que ha llegado a los 4.000 socios.

Botella militó en el Partido Liberal, con el que fue elegido en coalición con Alianza Popular por Cáceres en las elecciones generales españolas de 1986, donde fue Vocal de las Comisiones de Política Social y de Educación y Cultura. Posteriormente fue elegido diputado en las Cortes Valencianas. Ha sido presidente de la Comisión no permanente especial para el estudio de Riesgos, Prevención y Situaciones de Emergencia y sus consecuencias en la Comunidad Valenciana (1997-2002). En junio de 2003 fue nombrado comisionado de la conselleria de Sanidad en el Hospital de Torrevieja hasta 2006.

Los restos mortales de José Manuel Botella Crespo serán incinerados este sábado en el tanatorio de Torrevieja.

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Estos son los beneficios de vivir en un pueblo

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Explorando los Encantos Rurales: Beneficios de Vivir en un Pueblo

En un mundo cada vez más urbanizado y conectado, la vida en un pueblo puede parecer anacrónica para muchos. Sin embargo, estos rincones de tranquilidad y comunidad ofrecen una serie de beneficios que las bulliciosas ciudades a menudo no pueden igualar. Desde la serenidad de los paisajes naturales hasta la conexión interpersonal más auténtica, aquí exploramos por qué vivir en un pueblo puede ser una elección gratificante.

1. Tranquilidad y Naturaleza

Los pueblos suelen estar rodeados de impresionantes paisajes naturales, desde colinas ondulantes hasta densos bosques y ríos serpenteantes. La tranquilidad que proporciona este entorno natural es invaluable para aquellos que buscan escapar del estrés y el ajetreo de la vida urbana. Respirar aire fresco y disfrutar de la serenidad de la naturaleza puede tener un impacto positivo en la salud mental y emocional.

2. Comunidad y Conexión Personal

En un pueblo, la comunidad es más que una palabra; es una realidad tangible. Las relaciones interpersonales son más cercanas y significativas, ya que los residentes suelen conocerse entre sí y se apoyan mutuamente en tiempos de necesidad. Los lazos comunitarios más fuertes pueden generar un sentido de pertenencia y seguridad que es difícil de encontrar en entornos urbanos más grandes y anónimos.

3. Costo de Vida y Calidad

En general, los costos de vida en los pueblos tienden a ser más bajos que en las ciudades. Los precios de la vivienda, la alimentación y otros gastos cotidianos suelen ser más asequibles, lo que puede permitir a los residentes disfrutar de una mejor calidad de vida con menos presión financiera. Además, en muchos pueblos, las distancias más cortas y la menor congestión vehicular pueden traducirse en menos tiempo perdido en desplazamientos y más tiempo para disfrutar de la vida.

4. Estilo de Vida Más Relajado

La vida en un pueblo a menudo sigue un ritmo más lento y relajado. Las prisas y el estrés asociados con la vida urbana disminuyen, lo que permite a los residentes tomarse el tiempo necesario para disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Desde paseos tranquilos por el campo hasta tardes tranquilas en la plaza del pueblo, la vida en un entorno rural puede ofrecer una sensación de calma y serenidad que es difícil de encontrar en la vorágine de la ciudad.

5. Valor Cultural e Histórico

Los pueblos suelen estar impregnados de historia y cultura, con edificios antiguos, tradiciones arraigadas y una rica herencia que se remonta a siglos atrás. Esta conexión con el pasado puede ofrecer una sensación de arraigo y pertenencia a los residentes, así como oportunidades para explorar y aprender sobre la historia local y las tradiciones únicas de la región.

Contrastando con la Vida Urbana

Aunque los pueblos ofrecen una serie de beneficios atractivos, es importante reconocer que no son para todos. Las ciudades tienen sus propias ventajas, como una mayor diversidad cultural, una amplia oferta de entretenimiento y oportunidades profesionales. Además, algunas personas prefieren el ritmo acelerado y la emoción constante de la vida urbana.

En última instancia, la decisión de vivir en un pueblo o una ciudad depende de las preferencias individuales y las necesidades de cada persona. Para algunos, la tranquilidad y la conexión comunitaria de un pueblo son invaluables, mientras que para otros, el bullicio y la diversidad de la ciudad son irresistibles. Lo importante es encontrar el entorno que mejor se adapte a tu estilo de vida y te haga sentir más feliz y realizado.

 

 

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