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À Punt para escapar del fundido a negro, por @frandisiz

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PACO FERRANDIS

El pasado 29 de noviembre se cumplieron cuatro años del cierre de Canal 9 (Ràdio 9 había sido cerrada unos horas antes). Con ello, la Comunidad Valenciana se configura como la única Comunidad Autónoma que no disfruta de una radio-televisión propia, a pesar de poseer lengua oficial propia. Cuatro años de fundido a negro para el pueblo valenciano y el sector audiovisual, cuando aún no han empezado las emisiones de la sucesora de Canal 9, À Punt

Cuatro negros años que, en buena parte, son producto de la infrafinanciación que viene padeciendo el pueblo valenciano desde hace mucho más que cuatro largos años.

Cuatro años, para pasar de una plantilla  de 480 trabajadores, contemplada en el ERE que aprobó el Consell de Alberto Fabra, a otra de 469, prevista para À Punt. En su día, el Comité de Empresa de RTVV propuso una plantilla de 1.135 trabajadores con el argumento de que esta  cifra  “es imprescindible” para dar un servicio público de calidad. Esperemos que no se cumplan estos augurios sindicalistas y que la BBC valenciana cumpla los parámetros de los medios de comunicación objetivos, imparciales y con una buena programación.

Sin RTVV se ha hecho más patente la invisibilidad del pueblo valenciano en los medios de comunicación de ámbito estatal, más aún con la atención cuasi exclusiva prestada durante ese periodo al interminable procés catalán. Así, a nuestro particular apagón mediático se suma el fundido a negro de nuestras mentes, provocado por el torbellino impetuoso, con vocación de interminable, que viene de la Cataluña flamenca y valona, nunca española. Al menos, los ciudadanos de las demás Comunidades Autónomas se han podido refugiar del chaparrón secesionista en sus medios de comunicación propios .

Esta nula presencia de lo acontecido en tierras valencianas se puso de manifiesto con la realización de dos actos recientes de cierta importancia, y que coincidían en el tiempo:

  • La manifestación de 18-N para reivindicar una mejor financiación para la Comunidad Valenciana. Descartada la vía de la negociación en el Congreso de los Diputados, las fuerzas políticas del Botànic, a las que se sumó Ciudadanos, realizaron una protesta contra el Gobierno del PP.
  • La Maratón de Valencia, celebrada el 19-N, con gran éxito de participantes y de público animador.

Curiosamente, el mismo sábado en que se realizó la manifestación de Valencia tuvo lugar una concentración de extremeños en Madrid para reclamar un tren digno, que contó con el consenso de TODAS las fuerzas políticas de la región, aunque con una participación menor que en la manifestación de Valencia. Sin embargo, esta tuvo mucha más repercusión que aquella en las televisiones con sede en Madrid.

De todo ello, cabe destacar que el pueblo valenciano aún sufre el largo  y tortuoso trayecto de una maratón recorrida por una infrafinanciación galopante, que afecta a derechos fundamentales reconocidos en la Constitución Española, como son el derecho a la igualdad, a la información y al fomento de la lengua propia.

Ahora, cuando se habla tanto sobre reformar la Constitución, cabe preguntarnos si no sería tarea más urgente y necesaria tomar los acuerdos políticos oportunos, al objeto de hacer realidad los principios democráticos que configuran el sistema constitucional español.

La mayoría de propuestas para iniciar la reforma de la Constitución van encaminadas a dar solución al denominado “problema catalán”. Sin embargo, durante el trayecto recorrido por la actual Constitución, han quedado relegados en las cunetas del olvido y del desamparo derechos y libertades que afectan a personas concretas y a determinados colectivos humanos. Tal vez, habrá que completar el mandato constitucional antes de modificar una Constitución que aún no ha dado todos los frutos que promete.

Ya sea en la profundización de su contenido o en la reforma del texto constitucional, las organizaciones políticas y sociales de la Comunidad Valenciana, deberían estar ojo avizor y tratar de hacer valer su peso específico en el seno del Estado español.

Ese papel le corresponde prioritariamente al Consell como órgano ejecutivo de una de las Comunidades puntales en los ámbitos económico y cultural. Pero, sobretodo, son los cuatro diputados de Compromís quienes tienen el poder más inmediato para influir en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos valencianos, así como en la fijación de unas reglas del juego democrático más justas en lo social, con o sin reforma de la Constitución, dada su posición clave a la hora de negociar los textos legales a aprobar por el Congreso de los Diputados.

Muy a menudo, resulta tentador -por su comodidad mental- adscribirse a las filas del victimismo plañidero, según el cual la culpa siempre es del enemigo a batir. Si el Estado español ha ninguneado al pueblo valenciano ha sido porque los representantes del pueblo valenciano tampoco han podido -o sabido- influenciar en las políticas estatales.

Aún no sabemos cómo va a quedar el nuevo sistema de financiación autonómica y la incierta reforma constitucional. La única certeza que poseemos es que, por ahora, la Comunidad Valenciana no cuenta en el tablero político español, de manera que Comunidad Valenciana es sinónimo de Comunidad inVisible.

El pueblo valenciano debe felicitarse porque este lunes, 11 de diciembre, empiezan las emisiones de À Punt Ràdio, como hito mediático propio y avanzadilla de la tan anhelada televisión valenciana.

Esperemos que las nuevas ondas radiofónicas abran una ventana por la que podamos recibir el aire freso que proviene de nuestra Tierra.

Foto: EFE

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Qué pasó un 22 de julio

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Qué pasó un 22 de julio

José Luis Fortea

………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.

Bernard Thévenet

Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.

Qué pasó un 22 de julio

El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.

A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.

En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.

Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.

Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.

No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.

En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.

En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.

De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.

Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.

Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.

El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .

Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.

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