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‘Quedará el amor’, el último éxito de Alice Kellen

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'Quedará el amor' Alice Kellen
La escritora valenciana Alice Kellen, una de las autoras superventas de la novela romántica contemporánea, viaja a la época de la Segunda Guerra Mundial y a la Escocia de finales del siglo pasado para ambientar su nueva obra, "Quedará el amor" (Planeta), de la que habla con EFE. EFE/Ana Escobar

València, 25 sep (OFFICIAL PRESS-EFE).- La escritora valenciana Alice Kellen aborda en su última novela, ‘Quedará el amor’, una relación intergeneracional de amistad que nace de la soledad que sienten sus dos protagonistas. «En ocasiones cuesta menos comunicarte con un desconocido que con alguien de tu familia», afirma.

«Ese desconocido es como un lienzo en blanco y tienes la posibilidad de simplemente dejarte ver sin artificios, sin ponerte una máscara o sin tener ya un papel adjudicado», señala en una entrevista con la Agencia EFE con motivo de la reciente publicación de este libro, editado por Planeta.

Se trata de una historia que «tiene muchas sombras», asegura la escritora, una de las autoras superventas de la novela romántica contemporánea, pero confía en que cuando el lector cierre la última página, se le quede «una sensación luminosa, de esperanza».

Una historia de amor y amistad

‘Quedará el amor’ cuenta la historia de Margot, que es limpiadora en un hospital de Edimburgo, y de Cedric, que es un paciente que tiene casi 80 años y está en cuidados paliativos a las puertas del final. Ambos se encuentran, empiezan a hablar y poco a poco esas conversaciones se van volviendo cada vez más íntimas.

Juntos van explorando el pasado de Cedric y la novela se traslada a 1939 y a un amor de verano en el que todo es como cualquier otro amor: primeras miradas, primeras conversaciones, primeras veces, solo que en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.

«La amistad entre ellos es la columna vertebral de esta historia», asegura Kellen (València, 1989), quien dice haber disfrutado mucho con las conversaciones que tienen ambos personajes, de sus diferentes perspectivas y de cómo acaban «nutriéndose el uno al otro» a pesar de estar en momentos vitales tan diferentes.

Aboga por explorar más estas amistades intergeneracionales y destaca: «Todos somos mucho más parecidos de lo que pensamos y seguro que tenemos un montón de nexos de unión».

De 1996 a la Segunda Guerra Mundial

La novela transcurre en diversas épocas y lugares, en concreto se mueve entre la Inglaterra y la Francia de la Segunda Guerra Mundial y la Escocia de finales de los noventa.

Alterna ese presente (1996) y el pasado (1939/1940), unos saltos temporales que también combinó Kellen durante la escritura, ya que la parte del pasado era «más densa y más asfixiante» y requería «más datos y detalles», mientras que la parte de la actualidad le liberaba y oxigenaba.

La autora asegura haber disfrutado mucho ambientado parte de la novela en la Segunda Guerra Mundial, donde lo difícil ha sido «frenar y no perder de vista la trama de la historia» pues todo le parecía interesante, pero lo importante era que los espacios y los lugares estuvieran «al servicio de la historia y no al revés».

Otros de los temas que aborda el libro son la soledad y la muerte, cuestiones recurrentes en las novelas de esta autora, quien cree que a todo el mundo le atraen estos asuntos porque a pesar de toda la conexión que existe, «nos sentimos muy solos» y porque «quién no piensa todos los días en la muerte».

De Alice Kellen a Silvia Hervás

Aunque la novela sigue firmada por Alice Kellen, en la solapa puede leerse por primera vez el nombre real de la persona detrás de ese pseudónimo con el que se autopublicó su primer libro en Amazon hace quince años, Silvia Hervás, una decisión que no implicará perder el nombre por el que tanto se la conoce.

Explica que el anonimato tenía sentido cuando empezó a escribir, pero ahora todo el mundo sabe cómo se llama y quién es porque no se oculta.

En todo caso, seguirá publicando bajo el nombre de Alice Kellen, y solo se plantearía usar su nombre real en caso de que decidiese escribir un género distinto y tuviese la necesidad de separar las dos líneas, principalmente «por no decepcionar al público que ya espera algo de ti».

La escritora valenciana Alice Kellen, una de las autoras superventas de la novela romántica contemporánea, viaja a la época de la Segunda Guerra Mundial y a la Escocia de finales del siglo pasado para ambientar su nueva obra, «Quedará el amor» (Planeta), de la que habla con EFE. EFE/Ana Escobar

Una novela más adulta

‘Quedará el amor’ se presenta como una novela «más adulta», algo que Kellen había abordado ya en otras obras, como ‘Tú y yo invencibles’ o ‘La teoría de los archipiélagos’, pero que parece que se consolida con esta nueva publicación.

Afirma que la esencia, el estilo y la forma de escribir no cambian, pero sí dónde se pone el foco. «Hablas de los mismos lugares comunes, la muerte, el duelo, el amor o la familia, pero no es lo mismo hablar desde la perspectiva de los 20 años que desde la de los 40 o de los 80».

«No puedes moverte y cambiar piezas y que nada se descoloque, pero da igual porque si sigues haciendo lo mismo también pasa», dice con motivo de la evolución que está viviendo su escritura. «Llega un punto en que te das cuenta de que siempre pierdes algo y ganas algo, y a mí me da más miedo lo que se queda quieto», señala.

‘Quedará el amor’ es un libro que la autora escribió hace cinco años y que ha tenido que reescribir, lo que le ha costado mucho esfuerzo, pero también le ha servido para ver lo mucho que ha cambiado en este lustro.

Y admite que este cambio de registro le ha beneficiado: le ha permitido volver a divertirse, a jugar y pasárselo bien con la escritura, y avanza que seguirá por ese camino en su próxima obra, de la que por ahora solo tiene pensado el título.

Carla Aliño

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El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia

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El misterio del nicho 1501
El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia

El Cementerio General de València esconde una curiosa historia en la que el amor, la desgracia, el terror y la fortuna se dan la mano. La historia de un nicho, el nicho de Emilia. Un enigmático caso que parece salido de la mente de Edgar Allan Poe Lovecratf, pero que es real y nos vuelve a confirmar que la realidad supera siempre a la ficción.

Para conocer quien descansa en el nicho 1501 y la historia olvidada que allí yace, debemos trasladarnos hasta finales del siglo XIX. Vicente García Valero era un actor y autor teatral nacido a mediados del siglo XIX que se enamoró perdidamente de Emilia Vidal Esteve. A pesar de su juventud, él contaba con 15 años y ella con 13 no tardaron mucho en casarse.

El trabajo de Vicente le llevó a trasladarse a Madrid, donde un día la alegría se transformó en desgracia cuando la joven falleció 1876 por un brote de fiebres tifoideas. 

El misterio del nicho 1501

Su cuerpo fue enterrado en una fosa común debido a que la familia no podía costear los gastos, pero el actor quiso recuperar el cuerpo de su amada costara lo que costara y finalmente logró exhumarla de manera clandestina casi dos años más tarde en el día de Nochebuena de 1877. Cuentan que Vicente tuvo que sobornar con dinero al sacerdote que pocas semanas atrás había enterrado a la chica.

Cuando abrió el féretro, Vicente relató que la joven «parecía como dormida». Tal vez lo viera así fruto de su enamoramiento ya que por el tiempo transcurrido su estado debía ser el de putrefacción y descomposición.

250 pesetas fue el precio que le tocó pagar, sin duda toda una pequeña fortuna para la época, para hacerse con el nicho número 1501 a perpetuidad. Y allí en el Cementerio General de València descansa desde entonces.

El tiempo pasó y Vicente se casó con Ángela, la hermana de su difunta esposa. Pero la historia no queda ahí, ya que el matrimonio tuvo una hija, a la que curiosamente llamaron Emilia, el mismo nombre que el amor de su vida.

Porque Vicente seguía obsesionado con su primera mujer. No la podía olvidar, y así lo demostraba cada año, mandando todos los 1 de noviembre dinero al cementerio para que limpiaran el nicho y lo adornaran de flores, hechos que relata él mismo en su libro ‘Páginas del pasado’.

Pero la desgracia volvió de nuevo a su vida con la muerte de su hija a la edad de 4 años y la de su esposa. Duro es el testimonio de un cartero, que fue testigo de la muerte de la pequeña cuando acudió a la casa para entregar un correo y le abrió la puerta Vicente con su hija en brazos. El cartero pensó que la niña estaba dormida y García Valero le respondió «no, está muy dormida, esta muerta.»

Pero en la mente de Vicente permanecía Emilia. No podía olvidar su recuerdo y tal vez fuera por eso que se volviera a casar con la otra hermana, Amparo. ¿Buscaba en ellas a su amada?

El décimo 1501

Si el relato hasta el momento es ya sorprendente todavía faltaba una última vuelta de tuerca. Un nuevo giro que hace de esta, una historia increíble pero cierta. Vicente, dedicó su vida al teatro, repartiendo su tiempo entre Madrid y València, pero tomando como residencia la capital de España. Allí le inundó la pena y tristeza por estar tan lejos del nicho de su amor a pesar de encargarse desde la distancia de su cuidado.

Hasta que un día dejó de enviar dinero. Era el 1 de noviembre de 1911 y su situación económica había empeorado por lo que no pudo hacer que limpiaran la lápida y le colocaran flores. Pero por fin a Vicente García Valero le iba a sonreír la suerte. El destino o lo que ahora llaman karma o tal vez, quien sabe si su amor, le iba a devolver todo el cariño que le había dedicado Vicente durante años.

Caminando por una administración de lotería próxima al teatro Apolo, Vicente vio un décimo y lo compró. Era el 1501.  En el sorteo del 10 de octubre de 1912 su número fue premiado con 6000 pesetas de la época. “Tantos años enviando dinero a mi amada y ahora es ella la que me lo devuelve”, exclamó Vicente según narra en su libro de memorias.

Ahora Vicente podía seguir pagando los arreglos y cuidados de la lápida cada 1 de noviembre. Y así lo hizo hasta que le llegó la muerte en Madrid el 12 de octubre de 1927. Y allí lejos de su amada se piensa que está enterrado.

Hoy en día nadie se acuerda ya del nicho 1501. La inscripción de la lápida está casi borrada por el paso del tiempo. “Recuerdo de V. García Valero” se puede leer.

Pero desde hace unos años, alguien coloca flores en el nicho 1501…

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