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Psicología

La química del amor: ¿por qué nos enamoramos?

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quimica del amor
PIXABAY
La química del amor o a nivel bioquímico, el enamoramiento comienza en la corteza cerebral. Posteriormente, pasa al sistema endocrino y después se transforma en una respuesta fisiológica y en cambios químicos.

Por mucho que lo representemos en el corazón, el amor es un proceso cerebral. Hormonas, feromonas y neurotransmisores inundan nuestra neurobiología y nos transforman químicamente. Esto genera una explosión de bienestar y se activan los circuitos de autorrecompensa. ¿Cómo podemos manejar este estado para generar relaciones saludables y no relaciones de dependencia?

Las fases del amor

Según el psicoterapeuta Jed Diamond, el amor es un proceso en el que transitamos las siguientes fases:

  • Enamoramiento: en esta primera fase impera la atracción y el deseo. Se idealiza a la persona amada, maximizando las cualidades positivas y minimizando las negativas. Como hay muchas cosas que se desconocen del otro, se suelen llenar esos vacíos con lo que nos gustaría que fuera idealmente. Es la fase de exploración emocional y física.
  • Compromiso: la falta de novedad reduce paulatinamente la pasión y la euforia inicial y da paso a una nueva fase de satisfacción más serena. Empieza el conocimiento recíproco y aumenta la estabilidad emocional. Se define lo que cada uno espera de la pareja y aumenta la conexión emocional, puesto que los integrantes pueden relacionarse de manera más natural. Desaparece la urgencia de estar juntos todo el tiempo y se da paso a una fase más autónoma (puede estar cada uno a sus cosas y después estar juntos). Esto conlleva que se creen compromisos más a largo plazo.
  • Desilusión: la rutina y los conflictos van dando lugar a esta nueva etapa, que puede aparecer de manera súbita o progresivamente. Esta fase se caracteriza por la percepción de las diferencias y la aparición de las discusiones. Los miembros de la pareja pueden sentirse estancados o atrapados y se cuestionan el futuro de la relación, lo que puede conducir a la ruptura. Para evitarla es fundamental afianzar la comunicación y la confianza, aceptar que se ama desde la elección y no desde la necesidad, trabajar el autocuidado y también el cuidado del otro.
  • Amor real: una vez se aceptan y concilian las diferencias, se crea un cambio de perspectiva, acercando posiciones. Se prioriza el cariño que se siente por el otro por encima de cuestiones de ego, y se profundiza en el conocimiento, el cuidado y el apoyo mutuo. Se forja la estabilidad y seguridad dentro de la pareja. En esta fase es fundamental fomentar la creatividad, para evadir la monotonía y el aburrimiento, dando prioridad al vínculo.
  • Transformación: la pareja ha evolucionado y se centra en encontrar su proyecto común. Se establece una conexión profunda y la comprensión mutua es lo más importante. Se definen propósitos y se centran en cooperar como equipo para conseguirlos.

Estas etapas no son inflexibles, de manera que, si no hay una vinculación común, puede volverse a etapas previas.

Cómo interviene la química en el amor

A nivel bioquímico, el enamoramiento comienza en la corteza cerebral. Posteriormente, pasa al sistema endocrino y después se transforma en una respuesta fisiológica y en cambios químicos. Estas son las hormonas y neurotransmisores responsables de estos cambios:

  • Noradrenalina (o norepinefrina): produce excitación y efusividad. Es lo que nos hace sentir que perdemos la cabeza cuando nos enamoramos. Aumenta la tasa cardíaca, sube la presión arterial, sudoración de manos, rubor… Desactiva el apetito y nos impide dormir.
  • Dopamina: cuando se libera, genera una explosión de placer, ya que está directamente relacionada con el sistema de recompensa. Genera la “necesidad” de estar con el otro. Cuando baja su nivel, aparece el síndrome de abstinencia (o enganche y obsesión por el otro en el caso del enamoramiento).
  • Feniletilamina: es el neurotransmisor que lo vuelve todo más intenso y nos hace sentir más motivados y optimistas. Pertenece a la familia de la anfetamina.
  • Serotonina: es el neurotransmisor de la felicidad. Actúa sobre las emociones y el estado de ánimo. Genera bienestar, optimismo, cercanía social, y reduce el malestar y la ira. Niveles bajos de serotonina se relacionan al desamor (tristeza y obsesión). De la misma manera, experiencias y pensamientos positivos recurrentes, aumentan los niveles de serotonina y hablar de cosas preocupantes, acontecimientos adversos o enfados frecuentes, reducen los niveles de serotonina.
  • Oxitocina: Es la responsable de forjar lazos emocionales. Se la conoce como la hormona del amor o la hormona de los abrazos, puesto que se ocupa de generar confianza. Niveles bajos de oxitocina están relacionados con los celos.

Amor tóxico

De la misma manera que las drogas generan toxicidad en el organismo, el amor también puede generarla, y de hecho el funcionamiento cerebral del enganche es idéntico en ambas.  Cuando estamos en una relación tóxica, se reducen los niveles de los neurotransmisores que habían generado placer previamente y aparece el síndrome de abstinencia.

Algunos indicadores de que estamos en una relación tóxico-dependiente son:

  • La ausencia de la pareja genera angustia e inestabilidad.
  • Tristeza y nostalgia al pensar en el pasado.
  • Pensar en el fin de la relación activa el pánico.
  • Sentimientos de culpa.
  • Pensamientos obsesivos respecto a la pareja.
  • Incapacidad para disfrutar del presente.
  • Para construir un vínculo sano, deberíamos:
  • Aprender a cuidarnos a nosotros mismos y a nuestra pareja.
  • Crear límites sanos.
  • Aceptar al otro como es, no como nos gustaría que fuera, ni intentar cambiarlo.
  • Trabajar la empatía y la comunicación.
  • Dedicar tiempo de calidad y compartir proyectos en común.

Lo que debes saber…

  • A nivel bioquímico, el enamoramiento comienza en la corteza cerebral. Posteriormente, pasa al sistema endocrino y después se transforma en una respuesta fisiológica y en cambios químicos.
  • Noradrenalina, dopamina, serotonina… son algunas de las hormonas y neurotransmisores responsables de estos cambios.
  • Cuando estamos en una relación tóxica, se reducen los niveles de los neurotransmisores que habían generado placer previamente y aparece el síndrome de abstinencia.

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Psicología

Psicólogo o psiquiatra: cuándo acudir a cada profesional de la salud mental

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La salud mental es tan importante como la física, pero muchas personas dudan sobre cuándo acudir al psicólogo o al psiquiatra. Aunque ambos profesionales ayudan a tratar problemas emocionales y mentales, existen diferencias clave en su formación, métodos y tratamientos. Conocerlas puede ayudarte a recibir la atención adecuada a tiempo.

Diferencias entre psicólogo y psiquiatra

  • Psicólogo clínico: profesional especializado en evaluación, diagnóstico y tratamiento de problemas emocionales y conductuales a través de terapias psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual, terapia familiar o terapia de pareja. No puede recetar medicamentos en la mayoría de los países.

  • Psiquiatra: médico especializado en salud mental, capaz de diagnosticar trastornos mentales complejos y prescribir medicación psiquiátrica, además de combinarla con psicoterapia si es necesario.

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Cuándo acudir al psicólogo

Debes considerar acudir a un psicólogo cuando experimentes:

  1. Estrés, ansiedad o preocupación constante que afecta tu día a día.

  2. Depresión leve o tristeza prolongada, pérdida de interés en actividades o problemas de sueño.

  3. Conflictos personales o familiares, problemas de pareja o dificultades en el trabajo.

  4. Dificultades para gestionar emociones, como la ira, el miedo o la frustración.

  5. Traumas o pérdidas recientes, duelos difíciles de procesar por ti mismo.

  6. Necesidad de mejorar habilidades sociales o autoestima, por ejemplo en adolescentes o jóvenes adultos.

El psicólogo utiliza técnicas de conversación y terapia psicológica para ayudarte a cambiar patrones de pensamiento y conducta que afectan tu bienestar emocional.

Cuándo acudir al psiquiatra

Es recomendable visitar a un psiquiatra si presentas:

  1. Trastornos mentales graves o prolongados, como depresión mayor, trastorno bipolar o esquizofrenia.

  2. Síntomas físicos asociados a la mente, como insomnio severo, pérdida de apetito extrema, fatiga persistente.

  3. Ideación suicida o autolesiones, pensamientos de hacerse daño o de dañar a otros.

  4. Episodios de ansiedad intensa o ataques de pánico que interfieren gravemente con tu vida diaria.

  5. Trastornos obsesivo-compulsivos o fobias incapacitantes.

  6. Necesidad de medicación psiquiátrica, como antidepresivos, ansiolíticos o estabilizadores del ánimo.

El psiquiatra combina medicación y, en muchos casos, terapia psicológica, evaluando tanto síntomas físicos como mentales para un tratamiento integral.

Psicólogo y psiquiatra trabajando juntos

En muchas situaciones, la mejor opción es un enfoque combinado, donde:

  • El psicólogo trabaja en la terapia de conversación y manejo de emociones.

  • El psiquiatra supervisa y ajusta la medicación si es necesario.

Esto ocurre especialmente en trastornos depresivos graves, ansiedad crónica, trastorno bipolar o esquizofrenia, garantizando un tratamiento completo y personalizado.

Conclusión: la importancia de no esperar

No esperes a que los problemas se agraven. Acudir a un psicólogo o psiquiatra a tiempo puede prevenir complicaciones graves y mejorar significativamente tu calidad de vida. Reconocer los síntomas y diferenciar cuándo se necesita terapia psicológica o médica es clave para tu bienestar mental.

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