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«Un 17 de marzo, y entonces sucedió que…», por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

17 de marzo……      …….       y entonces, sucedió que……………………

 

……. En el año 461, aproximadamente, fallece San Patricio, cuyo verdadero nombre era Maewyn Succat, nacido en la villa Enon, cerca de la aldea de Bannauis Tabernae, la actual ciudad escocesa de Killatrick (entre Dunbriton y Glasgow), sobre el año 373.

Hijo de un diácono (que es el nombre con el que se asigna al eclesiástico que sigue en orden al sacerdocio y cuyo ministerio consiste en cantar el evangelio y asistir al celebrante de las misas solemnes) y oficial del ejército romano, con rango de decurión, de nombre Calpurnius, nieto de Potitus Succetus, que era presbítero, esto es, el eclesiástico que ha recibido la orden sagrada de la celebración de la misa.

Corría el año 389, contando entonces con dieciséis años de edad, cuando fue secuestrado por unos piratas irlandeses y vendido como esclavo en Hibernia (que es el nombre dado en latín a la isla de Irlanda), siendo allí, durante las labores de pastoreo, misión para la que había sido encomendado por su dueño, un jefe irlandés llamado Milcho, donde desarrolló de manera diaria y constante sus rezos y oraciones, encendiendo su fervor religioso.

Al sexto año en esta situación, escucha una voz en sueños que le conmina para que regrese a su casa, dirigiéndose en una ruta de casi trescientos kilómetros, hasta un puerto, situado al sur de la isla, en donde encuentra un barco amarrado al muelle, teniendo que negociar y suplicar al capitán del mismo, para dejarlo subir, en un viaje que lo llevará hasta la Galia, donde estudiará teología bajo la tutela de su tío-abuelo San Martín, en el monasterio de Marmoutier en Tours, quien le acabará ordenando presbítero antes de fallecer este.

Con la muerte del Obispo de Escocia, San Paladio, el Papa Celestino, el cuadragésimo tercero de la Iglesia Católica, le nombra Obispo, con la misión, nada sencilla en aquellos tiempos de evangelizar la isla de Irlanda y de convertirlos al cristianismo, en una vida plagada de leyendas, fundando iglesias y monasterios, y quien para explicarles el misterio de la Santísima Trinidad, les mostraba una hoja de trébol, en un claro y práctico símil, en el que de un mismo tallo nacen tres hojas que son en esencia la misma, como el Padre, Hijo y el Espíritu Santo, que forman los tres un sólo Dios verdadero (haciendo del trébol el símbolo y el emblema de Irlanda).

Hoy por tanto, se celebra el día de San Patricio, patrón de Irlanda y también de la ciudad de Murcia en España.

Feliz día de San Patricio!

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….. de 1808, cuando desde hacía cinco meses, tras el tratado firmado por el favorito del monarca, don Manuel de Godoy (en representación de Carlos IV) y Napoleón Bonaparte, en Fontainebleau, en virtud del que se permitía el derecho de paso de los soldados franceses por la península, con el objetivo, aparentemente, de conquistar ambas el reino de Portugal, en un goteo constante, en el que no habían cesado de llegar soldados franceses, que repartidos y dispersos a lo largo y ancho de la geografía española, iban ocupando ciudades estratégicas, llegando a incomodar a una población, hasta cierto punto sorprendida y desconcertada, de la que hasta el mismo príncipe de Asturias, don Fernando, hijo del monarca, aconsejado por su confesor don Juan Escóiquiz Morata y un grupo de nobles, que al reunirse en sus aposentos eran conocidos como “la camarilla”, había llegado incluso a solicitar la abdicación del rey, su padre.

Cuando Godoy, al que Napoleón agasajaba con el título honorífico de “Príncipe de la Paz”, le pidió explicaciones a este, sobre la dispersión de sus tropas sobre el “corredor previamente delimitado” comprobó que la realidad de aquel tratado suscrito en el mes de octubre pasado, ciertamente buscaba una conquista efectiva de la península ibérica (España y Portugal) por parte de Francia, como una pieza más de un puzle que Bonaparte bien tenía diseñado en su mente y que transmitía su anhelo de conquista.

Es entonces cuando decide llevarse a la familia real fuera de España, hacia México, para cuya fuga planeada, pernoctan antes durante unos días, los reyes en el Palacio Real de Aranjuez, desde donde según el plan previsto, podrán dirigirse hasta Sevilla y desde allí rumbo al aludido país elegido, y Godoy en su palacio que tiene en la misma localidad a su disposición.

Junto a la familia real, viajan el mencionado Manuel Godoy, con su mujer doña María Teresa de Borbón y Vallabriga (decimoquinta condesa de Chinchón) y su hija Carlota, de siete años, a quienes igualmente acompañan la amante de Godoy, la gaditana Pepita Tudó.

Por Aranjuez, un día 17 de marzo, como el de hoy, comienza a correr el rumor de las intenciones del Secretario de Estado y sus planes de huida, por lo que la población comienza a agitarse, dirigiéndose al citado lugar en donde descansa Godoy, palacete que llegan a asaltar al caer la noche, buscándole baldíamente entre sus dependencias y enseres, sin hallar rastro alguno de él.

Sí fueron rápidamente encontradas la condesa y su hija y la querida de don Manuel, pero de este, ni rastro, ni huella, ni señal alguna. Aparecerá la mañana del día 19 de marzo, tras pasar más de veinticuatro horas escondido, envuelto dentro de unas alfombras, donde será finalmente descubierto.

A todo este suceso, se le dio el nombre del “Motín de Aranjuez”, cuya consecuencia fue la abdicación “obligada” de Carlos IV en su hijo, investido rey de España con el título de Fernando VII.

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…… en 2016, hoy hace por tanto un año de este suceso, desde su telescopio en la ciudad de Swords, en la periferia de Dublín, en Irlanda, John McKeon, un astrónomo aficionado, observa como algo impacta sobre la superficie del planeta Júpiter, momento que recoge y que podemos ver en el siguiente enlace; https://youtu.be/qAJI4gqX3Zg

Esa misma noche, otro aficionado, llamado Gerrit Kernbauer, desde Mödling a catorce kilómetros de Viena, en Austria, observa el mismo fenómeno realizando una captura del mismo; https://youtu.be/4LiL7RYG7ac

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Qué pasó un 22 de julio

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Qué pasó un 22 de julio

José Luis Fortea

………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.

Bernard Thévenet

Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.

Qué pasó un 22 de julio

El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.

A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.

En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.

Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.

Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.

No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.

En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.

En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.

De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.

Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.

Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.

El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .

Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.

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