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Un Valencia desconocido pierde contra el Getafe en Mestalla (1-2), por @JordiSanchiss

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Rodrigo Valencia CF

¡Éste no es mi Valencia, que me lo han cambiado! Es lo que debieron pensar muchos aficionados blanquinegros tras la desastrosa primera mitad disputada por los suyos. El Getafe de Bordalás se llevó los tres puntos con justicia, porque fue mejor durante más minutos y de nuevo supo jugarle a un rival al que siempre acaba desquiciando. Habrá que esperar una jornada más para seguir acercándose a la Champions. Las rotaciones masivas de Marcelino serán largamente comentadas.

Y es que hubo revolución en el once local. Entre las bajas obligadas y la voluntad del mister, solo repitieron titularidad 4 jugadores de los que salieron de inicio en Barcelona. Tres partidos en ocho días o la presencia de Lim en el palco tienen la culpa. El Getafe se presentó con Damián Suarez, el ‘esperado’, de titular.

Tardó el Valencia en meterse en el partido. El horario, el buen tiempo o… quién sabe, el caso es que los primeros minutos fueron visitantes. Y en el minuto 15, tras una posible falta sobre Guedes no indicada en el centro del campo, Remy se plantó prácticamente solo ante Jaume y su chut raso y colocado se transformó en el 0-1. Tampoco habían hecho demasiado para merecer el gol, pero es que los valencianistas no habían hecho nada. Empanada.

El encuentro seguía parámetros similares a los de la primera vuelta, con los jugadores blanquinegros incómodos sobre el césped, sin tensión ni fluidez en el juego.  Pero la dureza de los azulones fue enchufando a los aficionados de Mestalla y, aunque menos, al equipo.

Zaza intentó engañar al árbitro simulando inocentemente un penalti que no lo fue ni por asomo. Las imprecisiones se sucedían en el bando blanquinegro. No daban dos pases seguidos, y el Getafe a lo suyo, bien organizado y sin dejar espacios atrás, y con sensación de peligro cuando merodeaba el área rival.

La tuvo a balón parado Zaza, en una falta servida magistralmente por Parejo. El cabezazo del delantero italiano se marchó fuera por bien poco, cuando Guaita ya hacía la estatua temiéndose lo peor. Fue la única jugada de peligro auténtico del Valencia hasta ese momento, y era ya el minuto 40.

Se llegó al descanso tras una horrorosa primera parte de los valencianistas en la que no se salva casi  ninguno, ni siquiera un Guedes tan voluntarioso como fallón. El portugués tiene condiciones de sobra para ser más resolutivo.

Peor no podían ir las cosas en la reanudación, era imposible, o quizás no tanto. Aún no habían pasado ni 30 segundos y Remy ya lo había intentado desde lejos. Fuera por poco. Y en la siguiente que tuvo, para adentro. Jorge Molina le ganó la acción a Murillo y su pase fue rematado por Remy, sin oposición ninguna. Suave y colocado, 0-2.

El naufragio ya era total. Maksimovic y Parejo deambulaban por el centro del campo, Andreas y Guedes no aparecían, y Zaza y Vietto eran dos islotes que poco o nada aportaban. Y en medio de semejante caos, Molina tuvo el tercero con una rosca que no cogió portería. El Getafe estaba siendo superior en todo. La grada se impacientó y pidió cambios a Marcelino.

Gayà pudo recortar distancias con un cabezazo que se fue alto. Fue justo antes de que Marcelino se decidiera a hacer un triple cambio: Soler, Rodrigo y Ferran por Maksimovic, Vietto y Andreas. Quedaba media hora por delante y Mestalla resucitó, ya estaban sobre el campo los preferidos, quizás muy tarde. En el otro bando, se retiró el goleador Remy e ingresó Álvaro Jiménez.

Con las incorporaciones, el Valencia fue más eléctrico, y parecía que un gol rápido le metería en la lucha por los puntos. Y así fue. Nueve minutos tardó Rodrigo en hacer lo que mejor sabe, marcar. Balón en la frontal que recibe de Montoya, se gira y la enchufa. 1-2. Ya lleva 16 en la Liga.

El ‘¡A por ellos, oé!’ resonó en la grada. Se abría un nuevo escenario. Una patada desmesurada de Djene a Guedes y un casi gol de Zaza tras gran jugada de Rodrigo y Ferran daban por cambiado oficialmente el rumbo del partido. Rodrigo lideraba cada ataque. Asumió el mando. Había ganas e intensidad, todo lo que había faltado durante tantos minutos.

El Valencia encerró al Getafe, era lógico. Pero el reloj corría y el empate no llegaba. Tras una fea entrada de Molina a Parejo, el capitán valencianista se calentó y se la devolvió. Roja para el blanquinegro y amarilla para Molina. De ahí al final ya no sucedió prácticamente nada y los tres puntos volaron de Mestalla.


(1) Valencia CF: Jaume, Gayà, Murillo, Garay, Montoya, Guedes, Maksimovic (Carlos Soler), Parejo, Andreas (Ferran), Zaza y Vietto (Rodrigo).

(2) Getafe CF: Guaita, Djene, Bruno, Cabrera, Flamini, Remy (Álvaro Jiménez), Portillo (Mora), Molina, Fajr, Damián y Amath (Antunes).

Árbitro: De Burgos Bengoetxea (Comité Vasco): amonestó a Gayà  y expulsó a Parejo, del Valencia CF; y a Remy, Cabrera, Djene, Molina y Damián, del Getafe CF.

Goles: 0-1, Remy (15′); 0-2, Remy (49′); 1-2, Rodrigo (69′).

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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