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’16 de marzo… y entonces, sucedió que…’, por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

 

Corría el año 1621, en la recién fundada colonia inglesa de Plymouth, en el actual estado de Massachusetts, cuando un grupo de colonos, conocidos como los “peregrinos”, que habían arribado a las costas de aquellas tierras, a las que llamaron Nueva Inglaterra, a bordo del Mayflower, un año antes, recibían la visita del primer nativo americano perteneciente a la tribu de los Mohegan, que les saluda en inglés;

-“Bienvenidos, mi nombre es Samoset”-

A principios de ese año de 1621, Massasoit, el jefe de la tribu, a quien llamaban “yellow feather” (pluma amarilla), había decidido iniciar relaciones con aquellos nuevos vecinos, que al parecer no pasaban por buenos momentos, poco habituados a unas temperaturas tan frías y gélidas, y especialmente en aquel duro invierno, por lo que determinó enviar, en una primera avanzadilla a Samoset que hablándoles en su propio idioma, aprendido de unos pescadores, mostraría su cordialidad y buenas intenciones, y en el caso de ser bien recibido (como así resultó ser) enviar a otro miembro de la tribu llamado Squanto, que lo hablaba con mayor fluidez.

Ambas partes firmarían, seis días más tarde, un tratado de ayuda y colaboración mutua, en el que los Mohegan les acabarían enseñando a cultivar maíz, pescar, construir y edificar casas a cambio de auxilio y defensa en caso de ser atacados por otras tribus, especialmente de los Narragansett.

Fruto de esta colaboración mutua, a finales de ese año de 1621, entre el mes de octubre y noviembre, nacerá la tradición del “día de acción de gracias”.

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…… en 1740, en la costa alicantina, en la playa de poniente de la localidad de Benidorm, se divisa a lo lejos en el mar una embarcación que parece cruzar la bahía a la deriva, llamando la atención de los benidormenses que realizan las tareas propias de la mar, a esas horas, cuando empieza a caer la tarde, remendando sus viejas redes.

Tres de estas gentes, marineros de pro, Miguel y Vicente Llorca y Antonio Bayona se posicionan y organizan, junto a otros para salir en ayuda y auxilio de aquel barco de tres palos, grande, que desde la lejanía parece un londro, o quizás sea un jabeque o un pinque genois, en cualquier caso, se trata de una gran embarcación, cuyo palo mayor se encuentra muy inclinado a popa, y que bien podría tratarse hasta de un navío pirata, o accidentalmente haberse soltado los amarres estando anclado en algún puerto cercano y haber quedado a merced de las corrientes y de los vientos.

Empezaba el sol  a esconderse y el mar a oscurecerse y aquella embarcación, en la lejanía, que parecía bailar en aquel sosegado oleaje, sin mostrar apariencia de llevar gentes a bordo, ni de buenas ni de malas intenciones, y casi a ciegas, a por ella se lanzaron.

No sin dificultad, por el considerable tamaño de la mencionada nave, los tres marineros, con la curiosidad de unos vecinos ya agolpados en la orilla divisando las maniobras de dicho rescate, realizan las tareas de remolque, con su pequeña laud que utilizan a diario en sus quehaceres de pesca de arrastre, de aquel pesado navío.

Allí en tierra aguardan don Francisco Orts, Juez imparcial de la gente, Matriculado de la Marina, que era como se denominaba el cargo y el escribano (hoy notario), don Álvaro Llorca, así como el Comisario de Marina don Jacinto Navarrete.

Es el notario quien sube primero para proceder a su inspección y dejar constancia de lo que la nave guarda. En la popa (la parte posterior) encuentra una imagen de la Virgen María con el niño Jesús en brazos, Virgen que en un principio fue conocida como la Virgen del Naufragio y posteriormente, con el nombre de la Virgen del Sufragio (patrona de la mencionada localidad).

Un Capitán de caballería, don José del Corral, trae la orden del Capitán General de Valencia, el marqués de Caylús, de proceder a la quema del barco, pues podría traer la temida enfermedad de la peste, presentando el juez su oposición a la referida orden en una disputa y conflicto de jurisdicciones, en el que se impone el criterio del Gobernador del Reino, comenzando el fuego a devorar el bajel remolcado.

Entre las cenizas, intacta, sin daño, los niños que aguardan el pasto de las llamas, encuentran la imagen de la Virgen, que es desde entonces la patrona de Benidorm.

Toda esta historia, tan real como la vida misma, no hubiera sido posible sin el trabajo que en su día realizase, el escritor don Pere Maria Orts y Bosch, que la documentó, con su trabajo de investigación y al que sirva esta reseña de igual manera, como pequeño tributo, por esa fantástica labor que realizó de todo lo acontecido en este suceso, y que nos dejó el 26 de febrero de 2015 a la edad de noventa y tres años…… los mismos que al morir tenía nuestro siguiente protagonista de hoy………..

……….porque un 16 de marzo de 1916, nacía en la ciudad nipona de Nagasaki, el ingeniero Tsutomu Yamaguchi, que falleció en 2010, a la edad de noventa y tres años, siendo el único superviviente, testigo y víctima, oficialmente reconocido, de las dos explosiones de bombas nucleares, en Hiroshima y Nagasaki.

El día 6 de agosto de 1945, junto con dos compañeros, Yamaguchi se encontraba de viaje de negocios, en la ciudad de Hiroshima, cuando el bombardero B29 de la aviación estadounidense, el Enola Gay (bautizado así por ser este el nombre de la madre de su piloto) lanzaba la bomba atómica, bautizada como “Little boy”, arrasando la ciudad casi por completo, y aunque este ingeniero se encontraba a tres kilómetros del epicentro de la detonación, sufrió quemaduras por todo su cuerpo, permitiéndosele regresar a casa al día siguiente (sus dos compañeros fallecieron en el mismo).

El día 9 de agosto, tres días después, otro bombardero norteamericano llamado “Bockscar”, se dirige a la localidad de Kokura, para lanzar una segunda bomba de estas características, a la que han bautizado con el nombre de “Fat man”, pero que debido a la intensas nubes que presentaba la zona, y al realizar el lanzamiento de manera visual, siguiendo las instrucciones del Mayor Charles Sweeney, cambió de objetivo arrojando esta sobre Nagasaki, y de nuevo, estando nuestro protagonista a una distancia de tres kilómetros, en un refugio antiaéreo junto a su mujer e hijo, que no correrían la misma suerte.

Fue considerado un Hibakusha (persona bombardeada) de este ataque y no será hasta  2009, cuando será reconocido oficialmente, por el gobierno japonés, también del ocurrido en Hiroshima.

Se dedicó a dar conferencias desde su vivencia en primera persona sobre los efectos devastadores de los mencionados ataques y a concienciar de la necesidad de erradicar las armas en general y las nucleares en particular, en unas ponencias a las que bautizó con el nombre de “una lección de paz”.

Falleció en la mencionada ciudad de Nagasaki, un 4 de enero de 2010.

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16 marzo

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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