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¿Cuáles son las conductas que causan más accidentes de tráfico?
Publicado
hace 2 añosen
Un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha desvelado las conductas implicadas en la mayor parte de los siniestros en carretera y las causas por lo que los conductores reciben más multas. La entidad destaca el uso del móvil al volante, que multiplica hasta por cuatro las posibilidades de sufrir un accidente, según los datos ofrecidos por la entidad española. A pesar de ello, un 17% de los conductores de nuestra encuesta admite escribir en el móvil mientras conduce.
En 2018 se contabilizaron un total de 1.180 fallecidos, solo en vías interurbanas. Cuando se sumen los siniestros acaecidos en vías urbanas (datos que aún no están disponibles), esta cifra podría incrementarse hasta los 1.800 fallecidos. Hablamos de un lamentable drama del que se conocen las causas: el mal estado de muchas carreteras, la falta de mantenimiento del coche, la creciente antigüedad del parque automovilístico (con más de 12 años de media)… y, la más evidente, nuestra conducta al volante.

Fuente: OCU
El estudio también revela que muchos conductores todavía no terminan de apreciar los peligros asociados a una conducción imprudente. Solo así se explica que en la actualidad haya todavía:
No obstante, no todos nos comportamos igual: mientras que el 49 % de los varones de entre 25 y 39 años encuestados fueron multados en el último año, apenas lo fueron el 19 % de las mujeres de la misma edad. Se ha podido establecer, por tanto, que el perfil que comete más imprudencias es: varón menor de 40 años. Además, entre los mayores de 60 años la siniestralidad es igualmente alta.
En lo que se refiere al tipo de multa, la más frecuente según los conductores es el exceso de velocidad, la más elevada es sancionada con 132 euros de media. Las sanciones por mal aparcamiento son también muy habituales.
Con mucha menos frecuencia se encuentran las multas impuestas por entrar en alguna zona urbana restringida para residentes y las originadas por saltarse un semáforo. Por otro lado, aquellas sanciones relacionadas con la ingesta de alcohol y el uso del móvil durante la conducción apenas suman el 2% del total. Del mismo modo, llama la atención el limitado número de sanciones impuestas en carreteras secundarias, apenas un 26 %, cuando entre ambas suman el 55 % de los fallecidos en accidente de tráfico.

Fuente: OCU
Estos datos revelan una preocupante falta de control en carreteras convencionales y sobre conductas especialmente peligrosas, como la ingesta de alcohol o el uso del móvil. De hecho, la mitad de los encuestados por OCU opina que deberían aumentarse las acciones de control sobre los conductores.
Del mismo modo, hasta un 30 % de los conductores opina que debería incrementarse la severidad de las sanciones. Sin embargo, OCU apuesta por aumentar la pérdida de puntos en lugar de la sanción económica.
Las multas reflejan en buena medida las conductas imprudentes al volante, pero también las políticas de movilidad de los ayuntamientos, centradas en muchos casos en la restricción del tráfico en el centro de la ciudad y que se trasladan al conductor en todo tipo de limitaciones para aparcar.
Es en este apartado donde observamos un mayor aumento del número de sanciones. De hecho, las multas municipales, en zonas restringidas a residentes o con tique, suponen ya más de la mitad de las que recibe un conductor. Sobre todo en poblaciones de la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana o Cataluña.

Fuente: OCU
Este volumen, según OCU, invita a pensar en un fin a menudo recaudatorio. Más si cabe desde la introducción de la fórmula municipal de reducción de hasta el 50 % del importe de muchas de estas sanciones por pronto pago. Y es que la certeza de perder este beneficio en caso de recurso o alegación desincentiva cualquier acción legal aun cuando la sanción se considere injusta. Según nuestra encuesta apenas un 8 % de las multas fueron recurridas; y solo un 37 % de ellas con resultado positivo.
Fuente: OCU
Publicado
hace 6 horasen
17 diciembre, 2025
Cada mes de diciembre, el calendario señala una fecha clave que va mucho más allá de una simple curiosidad astronómica. El solsticio de invierno marca el día con menos horas de luz del año y simboliza un punto de inflexión natural: a partir de ese instante, las jornadas comienzan a alargarse de forma progresiva, aunque casi imperceptible al principio.
Este fenómeno, seguido desde hace miles de años por civilizaciones de todo el mundo, continúa despertando interés tanto por su significado científico como por su carga simbólica. En 2025, el solsticio volverá a producirse puntualmente en diciembre, dando inicio al invierno astronómico en el hemisferio norte.
En 2025, el solsticio de invierno tendrá lugar el 21 de diciembre a las 15:03 horas (hora peninsular española). Es importante matizar que el solsticio no dura un día entero, sino que es un instante exacto, el momento en el que el Sol alcanza su menor altura aparente sobre el horizonte en el hemisferio norte.
Desde ese preciso segundo, la duración del día empieza a aumentar poco a poco. Aunque durante los días posteriores el amanecer aún puede retrasarse ligeramente, el número total de minutos de luz diurna comienza a crecer, marcando el inicio del llamado “retorno de la luz”.
La palabra solsticio procede del latín sol (Sol) y sistere (detenerse), y hace referencia a la sensación de que el Sol “se detiene” en su recorrido antes de invertir su trayectoria aparente.
El fenómeno se explica por la inclinación del eje terrestre, que se mantiene en unos 23,5 grados respecto al plano de su órbita alrededor del Sol. Esta inclinación es la responsable de que las estaciones existan y de que la cantidad de luz solar que recibe cada hemisferio varíe a lo largo del año.
Durante el solsticio de invierno en el hemisferio norte:
El Sol se sitúa perpendicularmente sobre el Trópico de Capricornio, en el hemisferio sur.
En el sur se vive el día más largo del año.
En el norte se registra la noche más larga y el día más corto.
Aunque suele producirse entre el 20 y el 22 de diciembre, el solsticio de invierno no cae siempre el mismo día ni a la misma hora. La razón está en que el calendario gregoriano no encaja de forma perfecta con el año solar real.
La Tierra tarda aproximadamente 365 días y casi seis horas en completar una órbita alrededor del Sol. Ese desfase se corrige con los años bisiestos, que añaden un día extra cada cuatro años. Además, influyen otros factores como:
Pequeñas variaciones en la órbita terrestre.
La precesión del eje terrestre, un lento movimiento similar al de una peonza.
Todo ello provoca ligeros cambios en la fecha y hora exactas de los solsticios a lo largo del tiempo.
El impacto del solsticio no se percibe de la misma forma en todos los lugares del planeta. La duración del día depende directamente de la latitud:
En España, el 21 de diciembre de 2025:
En Madrid, el día durará algo más de nueve horas.
En el norte peninsular, la luz será todavía más escasa.
En latitudes próximas al Círculo Polar Ártico, el Sol no llega a salir, dando lugar a la conocida noche polar, visible en zonas de Noruega, Finlandia o Islandia.
Cuanto más al norte, menos horas de luz; cuanto más al sur, mayor duración del día durante el solsticio invernal del hemisferio norte.
Esta es una de las dudas más habituales. Existen dos formas oficiales de definir las estaciones, y ambas conviven:
Se basa en criterios climáticos y estadísticos.
Tiene fechas fijas.
Comienza el 1 de diciembre y termina el 28 o 29 de febrero.
Depende de la posición de la Tierra respecto al Sol.
Comienza con el solsticio de invierno.
Finaliza con el equinoccio de primavera.
Por eso, aunque muchas previsiones meteorológicas hablan de invierno desde principios de diciembre, el invierno astronómico no arranca hasta que se produce el solsticio.
El solsticio de invierno ha sido observado, medido y celebrado desde la antigüedad. Numerosas culturas lo consideraban un momento sagrado ligado a la renovación y al ciclo de la vida.
Monumentos como:
Stonehenge, en Reino Unido.
El Templo del Sol de Machu Picchu, en Perú.
están alineados con la posición del Sol durante el solsticio, lo que demuestra la importancia que este evento tenía para los calendarios agrícolas, los rituales religiosos y la organización social.
Hoy, aunque la ciencia ha explicado con precisión qué ocurre durante el solsticio de invierno, su significado sigue intacto. Representa el final del descenso de la luz y el inicio de un nuevo ciclo, un recordatorio natural de que incluso tras el día más oscuro del año, la claridad siempre regresa poco a poco.
El 21 de diciembre de 2025 volverá a marcar ese instante exacto en el que el Sol “se detiene” para empezar, lentamente, a ganar altura en el cielo.
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