Firmas
‘7 de octubre… y entonces sucedió que…’, por José Luis Fortea
Publicado
hace 8 añosen

José Luis Fortea
……………..pasaban de las ocho y media de la noche de aquel sábado día 6 de octubre de 1934, la agitación era máxima en el despacho de Alejandro Lerroux García (líder del Partido Republicano Radical, y a sus setenta años, presidente del Consejo de Ministros), ante las inquietantes noticias procedentes desde Cataluña, cuando tan solo veinte minutos antes, Lluis Companys Jover, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y presidente de la Generalitat desde hacía diez meses (sucediendo a Francesc Maciá Llussà), había proclamado desde el balcón del palacio presidencial, que daba a la entonces plaza de la República (la actual plaza de Sant Jaume), ante los presentes, el siguiente comunicado;
-“…… ¡catalanes!, las fuerzas monárquicas y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República, han logrado su objetivo y han asaltado el Poder. En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno de la Generalitat que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña, proclamo pues el Estado catalán de la República Federal española……”-
El detonante, al parecer, se había producido dos días antes, el jueves 4 de octubre, con la entrada en el gobierno de Lerroux de tres ministros de la CEDA (Confederación de Derechas Autónomas), concretamente de Manuel Giménez Fernández como titular de la cartera de Agricultura, José Oriol Anguera de Sojo en la de Trabajo y Rafael Aizpún Santafé en Justicia, desatando este hecho una avalancha generalizada de protestas, iniciadas con la convocatoria de una “huelga revolucionaria” anunciada por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), de Francisco Largo Caballero.
Aquel sábado por la noche, los ministros de guerra y de marina, Diego Hidalgo Durán y Juan José Rocha García, respectivamente, acompañados del ministro sin cartera José Martínez de Velasco (del Partido Agrario), en un frenético acontecer, entraban y salían del despacho presidencial, dirigiéndose a eso de las nueve y media de la noche, junto al presidente Lerroux, hacia el Ministerio de la Gobernación donde les aguardaba cariacontecido el titular del mismo, Eloy Vaquero Cantillo, con la firme idea de hablar directamente mediante teletipo con Domingo Batet Mestres, jefe de la Cuarta División Orgánica, con sede en Barcelona, y capitán general de Cataluña.
El general Batet había sido llamado por el presidente de la Generalitat, Companys, al orden, nada más finalizar su proclama independentista, conminándole a ponerse bajo su autoridad, pero este, en lugar de obedecer, había hecho lo propio con el jefe de los “mossos de escuadra”, Enrique Pérez Farrás, a quien le había hecho llegar la orden de presentarse en capitanía, una advertencia que de la misma manera, el mando de la policía catalana acabaría por declinar, argumentando cumplir solamente las órdenes que desde ese mismo instante emitiera el presidente Lluis Companys.
En una tensa conversación, desde el aludido Ministerio de la Gobernación en Madrid, entre el presidente del Gobierno y el capitán general de Cataluña, desde su sede en Barcelona, manteniendo informado constantemente al presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora y Torres, se concluiría, ante la gravedad de los hechos acaecidos, hacer uso del Capítulo Cuarto de la Ley de Orden Público de 28 de Julio de 1933, aplicando, más concretamente, su artículo 48, que dotaba y permitía a la autoridad civil, ante agitaciones y graves alteraciones del orden, cuando la misma no pudiera dominar ni restablecer el mismo, ceder el mando supremo en dicha situación, a la autoridad competente militar.
A las diez de la noche, en mensaje radiado, el presidente se dirigía a toda la nación;
-“La rebeldía, que ha logrado perturbar el orden público, ha llegado a su apogeo en Cataluña, cuyo presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el “Estat Catalá”, por lo que ante esta situación, el Gobierno de la República, que yo presido, ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país...“-
Medida esta que aparecería publicada al día siguiente, el domingo 7 de octubre de 1934, de un día como hoy, de hace por tanto ochenta y tres años, en el número 280 de la Gaceta de Madrid (antecedente esta del Boletín Oficial del Estado) así como el decreto firmado por el presidente de la República, Alcalá-Zamora, aplicando el artículo 52 de la Ley de Orden Público, haciendo extensiva la excepcional medida a “todo el territorio de la República española”.
Sobre las diez de la noche, una batería de artillería del general Batet ocupaba la plaza de la República, mientras que el alcalde de la ciudad, Pi Suñer mostraba su adhesión pública al presidente Companys. Los edificios oficiales, entre ellos el ayuntamiento de la ciudad de Barcelona, eran tomados por los mossos.
A las once de la noche, hacía acto de presencia por la rambla de Santa Mónica un nutrido grupo de soldados de infantería junto a una batería del regimiento de artillería que a la altura del Centro Autonomista de Dependientes del Comercio y de la Industria (actual emplazamiento de la sede central de la UGT, Unión General de Trabajadores de Cataluña,) resultaban sorprendidos por un grupo de amotinados, que comenzaban a disparar sobre aquellos, hiriendo a siete soldados y matando a un sargento, dando comienzo a un intercambio de fuego cruzado, que acabaría con un bombardeo de la artillería sobre el Centro, acabando con la vida de varios miembros del “Partit Catalá Proletari”, entre los que se encontraban Jaume Compte Canellas, Manuel González Alba y Amadeu Bardina, presentando su rendición a la una y media de la mañana.
A las seis de la mañana, del domingo día 7 de octubre las fuerzas de Domingo Batet hacían su entrada en el “Palau de la Generalitat”, deteniendo a Lluis Companys y a los miembros de su gobierno (Antoni Xirau, Josep Tarradellas y Joan Casanellas, entre otros), al alcalde y oficiales que directamente habían participado en aquellos hechos, entre ellos, el jefe de los Mossos, Enrique Pérez Farrás y Federico Escofet, comisario general del orden público, siendo trasladados al buque Uruguay, fondeado en el puerto de Barcelona, habilitado al efecto como prisión momentánea, en donde permanecerían recluidos, durante los siguientes tres meses, hasta el lunes 7 de enero de 1935, fecha en la que serían trasladados a la cárcel Modelo de Madrid para ser juzgados por un delito de rebelión ante el Tribunal de Garantías Constitucionales, que acabaría condenando por diez votos a favor por ocho en contra a Companys y sus consejeros a penas de veinte años de reclusión mayor e inhabilitación absoluta. Siendo amnistiados en 1936, cuando el Frente Popular (una coalición de los principales Partidos políticos de la izquierda) ganó las elecciones de aquel año.
Comparte esto:
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
Relacionado
Te podría gustar

José Luis Fortea
………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.
Bernard Thévenet
Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.
Qué pasó un 22 de julio
El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.
A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.
En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.
Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.
Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.
No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.
En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.
En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.
De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.
Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.
Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.
El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .
Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.
Puedes seguir toda la actualidad visitando Official Press o en nuestras redes sociales: Facebook, Twitter o Instagram y también puedes suscribirte a nuestro canal de WhatsApp.
Comparte esto:
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
Tienes que estar registrado para comentar Acceder