Salud y Bienestar
Bruxismo: ¿cómo tratarlo?
Publicado
hace 9 mesesen
Hace ya algunos años que se ha extendido el uso de férulas y protectores dentales entre la población cuando llega la hora de irse a la cama. Esto es consecuencia del denominado bruxismo, que, para entenderlo mejor, diremos que es el exceso de presión sobre los dientes, o lo que normalmente llamamos “rechinado”.
El bruxismo es un problema que no sólo afecta a la dentadura, sino que repercute también en otras zonas como el cuello, los ojos, la mandíbula o el oído, que pueden sufrir las consecuencias de este hábito involuntario.
Técnicamente, el bruxismo es una disfunción de la articulación temporomandibular, situada entre el hueso temporal y la mandíbula, tal y como nos indican los odontólogos de la Clínica Dental Sedi, especialistas en combatir el bruxismo en Toledo. Esta articulación es la que nos permite masticar, deglutir y hablar.
El rechinar de dientes, como tal, es algo que todos hemos hecho en alguna ocasión. El problema viene cuando este hábito se extiende en el tiempo, cosa que afecta a entre un 10 y un 20% de la población mundial.
El bruxismo, además de provocar el desgaste de los dientes, provoca dolor y molestias en distintos puntos de la cabeza y el cuello de la persona que lo sufre:
En resumen, se trata de una dolencia benigna, pero muy molesta porque sus consecuencias se pueden extender a muchas zonas. A lo que hay que sumar que el bruxismo nocturno es a veces tan intenso, que despierta al paciente durante la noche, alterando su descanso.
Las causas que provocan el bruxismo son muchas y muy variadas, pero las más comunes son el estrés y la ansiedad, que provocan el 70% de los diagnósticos. El resto se relacionan con el consumo de antidepresivos, drogas, alcohol o cafeína, o con alteraciones neurológicas.
Y atención a los fumadores. Los consumidores de tabaco tienen 5 veces más probabilidades de tener bruxismo.
Lo cierto es que no hay ningún tratamiento infalible contra el bruxismo. Y esto es debido a que una de sus causas principales, están relacionadas con el estrés y la ansiedad. Si esto no se controla el bruxismo seguirá ahí.
Pero, tal y como también indican desde el Consejo General de Dentistas de España, sí existen algunas fórmulas para aliviar los dolores y molestias derivados del rechinar de dientes.
Por un lado, están los antiinflamatorios o los analgésicos, que además de reducir el dolor disminuyen la inflamación que provoca el bruxismo.
Otro de los tratamientos más extendidos, y que cada vez usa un mayor número de población, son las férulas de descarga. Este dispositivo, además de proteger los dientes del desgaste que produce el bruxismo, consigue relajar los músculos de forma progresiva, disminuyendo la tendencia a este hábito involuntario.
Por último, cuando las molestias ya son muy evidentes y limitantes, acudir a una clínica de fisioterapia es el mejor recurso. Estos especialistas pueden reducir la tensión derivada del rechinar de dientes y recuperar funciones maxilares o cervicales que han quedado muy limitadas.
La cinesioterapia, mecanoterapia, masoterapia y electroterapia son algunas de las técnicas que estos profesionales pueden utilizar en casos de bruxismo.
Publicado
hace 2 díasen
26 noviembre, 2025
Las gambas son uno de los mariscos más populares en la gastronomía, especialmente en celebraciones y cenas festivas. Su carne tierna y sabrosa es un manjar que muchos disfrutan en una gran variedad de platos, pero una parte de la gamba que causa controversia es su cabeza. Hay quienes disfrutan chupar las cabezas de las gambas para aprovechar todo su sabor, mientras que otros se abstienen de hacerlo por diversas razones. Entonces, ¿es seguro chupar las cabezas de las gambas? Aquí te contamos por qué es recomendable evitar esta práctica.
Las cabezas de las gambas contienen una gran cantidad de jugos y una sustancia gelatinosa que, para muchos, tiene un sabor muy intenso y delicioso. Sin embargo, esta «delicadeza» puede ser más problemática de lo que parece.
Una de las razones principales para evitar chupar las cabezas de las gambas es que estas partes del marisco pueden concentrar una gran cantidad de contaminantes. Las gambas, como otros mariscos, filtran el agua mientras se alimentan, lo que significa que las toxinas, los metales pesados, los pesticidas y los productos químicos presentes en el agua pueden acumularse en sus sistemas digestivos, especialmente en las cabezas.
Uno de los metales pesados más peligrosos que se acumula en las cabezas de los crustáceos es el cadmio, un metal tóxico que puede tener efectos nocivos a largo plazo. El cadmio se encuentra principalmente en la cabeza de las gambas, cigalas, langostinos, cangrejos y otros crustáceos, ya que es una zona donde se concentra una mayor cantidad de residuos provenientes de su sistema digestivo.
Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), es conveniente «limitar en la medida de lo posible» el consumo de la carne localizada en la cabeza de estos crustáceos para evitar la acumulación de cadmio en nuestro organismo. Este metal pesado es altamente perjudicial para la salud humana, ya que se acumula lentamente en los órganos, principalmente en el hígado y los riñones.
El cadmio tiene un potencial cancerígeno y su eliminación del organismo es extremadamente lenta, lo que significa que puede permanecer en el cuerpo durante años, incluso décadas. El cadmio tarda entre 10 y 30 años en eliminarse, lo que incrementa su peligrosidad con el paso del tiempo.
El consumo de mariscos crudos o mal cocidos, incluida la práctica de chupar las cabezas, puede aumentar el riesgo de contraer infecciones bacterianas o parasitarias. Las gambas pueden albergar bacterias como Vibrio o Salmonella, que son responsables de enfermedades transmitidas por alimentos. Aunque el proceso de cocción suele eliminar estas bacterias, algunas veces los jugos concentrados en las cabezas pueden no estar completamente libres de bacterias, especialmente si las gambas no se han cocinado de manera adecuada.
En el sistema digestivo de las gambas, particularmente en las cabezas, se encuentran restos de su alimentación, como pequeños organismos o residuos que no siempre son visibles a simple vista. Al chupar la cabeza, podrías estar ingiriendo estos residuos, que, aunque no sean peligrosos en su mayoría, pueden resultar poco agradables o incluso causar malestar digestivo en algunas personas, sobre todo si el marisco no ha sido completamente fresco.
Para ciertos grupos de personas, como las mujeres embarazadas, los niños pequeños, las personas con sistemas inmunológicos comprometidos o las personas mayores, el riesgo asociado a consumir mariscos en mal estado o mal cocidos es aún mayor. Las toxinas, bacterias y parásitos presentes en las gambas pueden ser peligrosos para su salud, por lo que se recomienda tener precauciones adicionales en el consumo de mariscos, especialmente de las partes más propensas a concentrar estos riesgos, como las cabezas.
Si bien no es necesario evitar por completo chupar las cabezas de las gambas, es importante ser consciente de los riesgos potenciales. Para quienes no quieran prescindir de esta costumbre, es fundamental asegurarse de que las gambas estén bien cocidas y sean de buena calidad, procedentes de fuentes fiables y limpias.
Si eres una persona que disfruta de este ritual, ten en cuenta que la seguridad alimentaria siempre debe ser la prioridad. Si tienes dudas sobre la frescura o la procedencia de las gambas, lo mejor es optar por disfrutarlas de manera más segura, como en platos cocidos donde los contaminantes puedan ser eliminados mediante un buen proceso de cocción.
Si bien las cabezas de las gambas pueden parecer deliciosas y ofrecer un sabor profundo, existen riesgos asociados con chuparlas, especialmente en cuanto a toxinas, bacterias y otros contaminantes que pueden concentrarse en esa parte del marisco. El cadmio, un metal pesado presente en las cabezas de los crustáceos, es uno de los principales peligros, ya que puede acumularse en el organismo y tener efectos tóxicos a largo plazo. La mejor opción es disfrutar de las gambas de manera segura, cocinándolas adecuadamente y considerando aprovechar sus cabezas en caldos o sopas para extraer su sabor de manera más controlada y saludable.
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