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Cómo salir ‘vivo’ de un grupo de WhatsApp fastidioso
Publicado
hace 3 añosen
Los sistemas de comunicación digital agrupados bajo el modelo de las redes sociales o mediante las apps de mensajería instantánea han creado en los seres humanos una sensación de sofoco inmanejable. Abruma todo ese ruido sin digerir, desde tantos lugares distintos, absolutamente difuso y desinhibido. Las fuentes de estrés se han multiplicado, y una de las que más aprietan son los dichosos grupos de WhatsApp, de los que apenas podemos librarnos. Por eso, damos las claves para salir ‘vivo’ de un grupo de WhatsApp.
Nadie nos enseñó a relacionarnos en grupos virtuales de treinta personas, donde todo está permitido salvo la deserción. Con semejante cantidad de estímulos, hoy más que nunca es de vital importancia que los seres humanos aprendamos sobre nosotros mismos, para así poder sacar el mayor rendimiento a las herramientas que los avances tecnológicos ponen a nuestra disposición. Madurar emocionalmente es la clave; si dejamos ese camino por recorrer, las tecnologías, en lugar de ser bienvenidas, acabarán siendo rechazadas como un órgano en mal estado y el ser humano seguirá instalado en el sufrimiento.
La pregunta –que debimos hacernos en su día– es: ¿está la sociedad preparada para el whatsapp? Han pasado ya muchos años desde su lanzamiento y la respuesta es: no del todo. Las emociones tóxicas que afloran más a menudo de entre los miembros que conforman estos grupos son la indignación, la ira, el desprecio, la frustración, el rechazo, el sufrimiento y el dolor. Un dolor completamente inadvertido.
Al grupo de whatsapp solemos entrar como el bebé que acude por primera vez a la guardería. Entra feliz. Solo percibe un lugar de diversión, más bebés y un puñado grande de juguetes. Está rodeado de buenas promesas y, por detrás, sus padres le animan a que las disfrute. Pero de repente se gira y las personas más importantes de su vida ya no están, no las ve, no las encuentra; está solo y se siente abandonado. Después, esa primera decepción desaparece con la certeza de que no hay tal abandono y con la posibilidad de aprender cosas que los padres no pueden enseñar. El grupo de whatsapp es algo así: te puedes retroalimentar con la frustración de lo que falta o utilizarlo para aprender, descubrir y crear.
Antes de aprender a huir de un grupo de whatsapp incómodo, conviene detectar qué emociones hacen que no nos sintamos a gusto en él. El miedo que sentimos cuando creemos que debemos estar en un grupo y no cuentan con nosotros, o cuentan a regañadientes. El rechazo que sentimos cuando enviamos una foto o un vídeo y nadie hace ningún comentario, o el enfado cuando otra persona envía una foto y todo el mundo le presta la atención que a nosotros se nos negó. Luego, por contraste, destaca la alegría sentida al enviar algo divertido sin reparar demasiado en ello, o contestando –y dejando de hacerlo– cuando lo consideramos oportuno. Al margen de cualquier autopresión.
Si después de identificar nuestros sentimientos negativos no conseguimos enjuagarlos dentro del grupo, siempre tenemos la opción de escapar. Parece un tabú moderno, pero el grupo de whatsapp debe ser un canal de comunicación, no una cárcel. Ocurre sobre todo en los grupos familiares que surgen roces y se genera malestar a partir de aparentes nimiedades. Alguien dice que no tiene dinero para ayudar al padre o la madre pero a las tres semanas envía una foto de sus vacaciones ‘todo incluido’ en Punta Cana. A veces un simple comentario puede fastidiar y todo el mundo piensa en irse del grupo, pero nadie lo hace. Si queremos salirnos, ¿cómo podemos hacerlo?
Partiendo de la idea de que es muy complicado irse de un grupo obligado sin ofender a alguno de los presentes, la mejor opción pasa por decir: “Voy a descansar de todos los grupos de whatsapp por una temporada. Desconexión total. Nos hablamos en persona”. A partir de aquí, crea un grupo con las personas de más confianza. Prueba a crear un grupo pequeño y aumentarlo poco a poco, si funciona, sigue hasta que empiece a generarte más estrés. Entonces, con la experiencia previa de haber dejado otros grupos, no te costará tanto salirte. Hay que utilizar la valentía y superar el miedo –irreal– a quedarte solo fuera de esos grupos.
Tal vez de este modo evitemos muchos problemas con familiares, amigos o conocidos que surgen a raíz de una discusión tonta en un grupo debido, en parte, a la falta de matices en ese tipo de comunicación. Cada persona a de mirar si el grupo le hace bien o, por el contrario, le saca lo peor de sí. De nuevo: no es ninguna obligación; partamos de ahí. Quedémonos en los grupos que nos hagan sentir bien, vayámonos de los que nos hagan sentir mal y creemos los grupos en los que de verdad nos apetezca estar. Agarremos el timón frente al ruido torrencial de los grupos de whatsapp.
Por Carmen Sánchez, experta en Inteligencia Emocional
Publicado
hace 14 horasen
27 noviembre, 2025
Cada cuarto jueves de noviembre, Estados Unidos celebra Acción de Gracias (Thanksgiving), una de las festividades más importantes y emocionantes del país. Considerada por muchos más relevante que la propia Navidad, esta cita reúne a millones de personas en torno a un mismo propósito: agradecer, compartir y reencontrarse con la familia. Tanto es así, que es la semana con más desplazamientos del año en todo el territorio estadounidense.
Aunque hoy la imagen de esta jornada se asocia al pavo asado, las largas sobremesas, el fútbol americano y el desfile de Macy’s, Acción de Gracias tiene una historia fascinante que se remonta al siglo XVII, además de múltiples tradiciones modernas que no todo el mundo conoce.
A continuación, repasamos sus orígenes, el porqué del menú y cinco curiosidades sorprendentes sobre esta centenaria celebración.
El origen más extendido sitúa la primera celebración de Acción de Gracias en 1621, cuando los colonos ingleses de Plymouth (Massachusetts) y los nativos Wampanoag festejaron la primera cosecha exitosa tras un invierno devastador. Aquella reunión, que duró tres días, incluyó pavo, calabaza y frutas secas, aunque también había maíz, venado y marisco.
Sin embargo, existen otros precedentes:
El primer servicio de Acción de Gracias europeo documentado en Norteamérica se celebró en 1578 en Terranova.
Es muy probable que los españoles realizaran ceremonias de agradecimiento incluso antes en Florida.
Mucho antes de la llegada europea, los pueblos indígenas celebraban rituales para asegurar buenas cosechas, como la Danza del Maíz Verde de los cherokee.
A lo largo de los siglos, las celebraciones locales fueron dando paso a una festividad nacional. Tras una propuesta de 1789 para dar gracias por la Constitución, George Washington estableció una primera fecha. Más tarde, la incansable editora Sarah Josepha Hale promovió durante décadas la unificación del festivo, hasta que en 1863 Abraham Lincoln declaró Acción de Gracias como celebración nacional el último jueves de noviembre.
El Congreso fijó definitivamente la fecha en 1941, tal y como se celebra hoy.
El pavo no se convirtió en protagonista por tradición simbólica, sino por practicidad. Para los primeros colonos, el pavo salvaje:
era abundante en la región,
tenía un gran tamaño, ideal para alimentar a grupos numerosos,
no aportaba otros recursos como huevos o leche, por lo que sacrificarlo no afectaba a la economía doméstica.
Con el tiempo, la preparación del pavo se convirtió en un símbolo de abundancia y unión familiar, hasta convertirse en el plato más icónico del día.
Además, cada año el presidente de Estados Unidos indulta un pavo en una ceremonia televisada. Aunque la tradición se formalizó en 1989, surgió de forma espontánea cuando George H. W. Bush, ante el nerviosismo del ave, bromeó con que no terminaría en la mesa de nadie. Desde entonces, los pavos indultados viven en granjas y parques agrícolas convertidos en auténticas “celebridades”.
En 1621, colonos y nativos celebraron durante tres días un banquete de agradecimiento. Aunque se suele relacionar esta fecha con el pavo, el menú incluía venado, pescado, marisco, maíz, calabaza y frutas secas, más cercano a un festín de supervivencia que al típico menú actual.
Mucho antes del banquete familiar, Acción de Gracias era una jornada de reflexión religiosa entre los colonos ingleses. Se trataba de un día para ayunar, rezar y agradecer cosechas o pedir protección. Con el tiempo, el ayuno se convirtió en abundancia y la fiesta tomó un carácter más comunitario y festivo.
Aunque hoy es inmovible, en 1939 y 1940 Franklin D. Roosevelt adelantó la celebración al tercer jueves de noviembre. ¿El motivo? Dar más días de compras a los comerciantes en plena Gran Depresión. La polémica fue tal que en 1941 se fijó definitivamente la fecha actual.
Desde 1970, algunas comunidades indígenas celebran, en paralelo, el National Day of Mourning (Día Nacional de Luto). En vez de dar gracias, denuncian que la llegada de los colonos supuso violencia, epidemias, desplazamientos y pérdida de tierras para los pueblos nativos.
Thanksgiving no sería lo mismo sin:
El desfile de Macy’s, que desde 1924 llena Nueva York de carrozas, globos gigantes y bandas musicales, marcando el inicio de la Navidad.
El fútbol americano, tradición desde 1934, con los Detroit Lions y los Dallas Cowboys como protagonistas.
Las “turkey trots”, carreras populares que se celebran por la mañana en cientos de ciudades para “ganarse la cena”. La más antigua data de 1896 en Buffalo.
Acción de Gracias es mucho más que una gran comida: es una reunión nacional que mezcla historia, familia, memoria y agradecimiento. Cuatro siglos después de aquel primer banquete, sigue siendo una de las celebraciones más queridas y arraigadas de Estados Unidos.
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