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Crónica de 19 meses de pandemia en la Comunitat Valenciana

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València, 8 oct (EFE).- La Comunitat Valenciana estrena este sábado una «normalidad mejorada» tras diecinueve meses de una pandemia de coronavirus que en sus cuatro olas ha dejado más de medio millón de contagiados y 7.805 fallecidos, y que ahora abre una nueva etapa con casi el 90 % de valencianos vacunados completamente.

La simbólica fecha fundacional del pueblo valenciano ha sido la elegida por el Consell para marcar el inicio de un «renacimiento» postpandémico tras 573 días en los que las restricciones y las medidas sanitarias han condicionado la cotidianidad, y que desde este 9 d’Octubre desaparecen en su mayoría para avanzar en la «normalización».

LA PRIMERA OLA

La Comunitat Valenciana tuvo el primer fallecido por el coronavirus de España y de Europa (el 13 de febrero de 2020, aunque no se confirmó hasta principios de marzo) y notificó su primer contagio el 25 de febrero, solo unos días después del partido de Liga de Campeones en Bérgamo (Italia) al que asistieron 2.500 aficionados valencianos.

La noche del 10 de marzo se suspendieron las fiestas de las Fallas, con muchos de los monumentos en las calles, y de la Magadalena, solo cuatro días antes de que se decretara el primer estado de alarma en España y se iniciara un confinamiento mientras eclosionaba la pandemia y se disparan los contagios, los ingresos y las muertes.

Aunque entonces no se sabía, esta sería la segunda peor ola de la pandemia en la Comunitat Valenciana: dejó registros máximos diarios de 68 muertos, 2.189 hospitalizados y 386 pacientes covid en cuidados intensivos, y sumó el primer millar de fallecidos.

Tras un mes de abril crítico, los indicadores epidemiológicos empezaron a descender y eso permitió iniciar en mayo una desescalada que en junio dio paso a una situación de «nueva normalidad», en la que empezaron los primeros brotes, lo que no impidió julio fuera el mejor mes de la pandemia.

LA SEGUNDA OLA

La movilidad facilitó los desplazamientos y dio lugar a un repunte de casos de partir de agosto, lo que llevó a la Generalitat a cerrar el ocio nocturno y a limitar a diez el máximo de personas en las reuniones, mientras que en septiembre se confinó al primer municipio valenciano (Benigànim) y se pidió a la población que limitara sus desplazamientos «al mínimo».

A mediados de octubre empezó un cambio de tendencia al virus, con una nueva curva de contagios que llevó a aplicar el toque de queda nocturno, cerrar perimetralmente la Comunitat, adoptar medidas especiales en varios municipios o limitar a seis personas el máximo en las reuniones.

Pero lo peor de esta segunda ola estaba por llegar: en noviembre se alcanzaron los 2.000 fallecidos desde el inicio de la pandemia, los 100.000 contagiados y los 3.000 brotes, y en diciembre la incidencia valenciana superó por primera vez la española, por lo que ante el empeoramiento de todos los datos hubo que endurecer las restricciones para Navidad.

LA TERCERA OLA

Sin embargo, los dos primeros meses de 2021 serían los peores en cifras de contagios y de fallecidos: solo en enero hubo 161.661 contagios y 1.827 muertos, con los que se alcanzó en el mismo mes el tercer y cuarto millar de fallecidos desde el inicio de la pandemia; y picos de 9.810 casos, 4.777 ingresados, 670 pacientes en UCI y una incidencia de 1.459.

La situación llevó a adoptar más restricciones, como el cierre total de la hostelería y la limitación de las reuniones, si bien febrero quedó como el mes más mortífero de la pandemia (murieron 1.894 personas y llegó al máximo de fallecimientos notificados en un día, 112), aunque cayeron las hospitalizaciones (un 76 %) y la incidencia se desplomó 1.200 puntos.

En marzo bajaron los contagios un 90 % y los fallecimientos un 76 %, lo que permitió reabrir la hostelería tras 39 días de cierre (aunque solo en terrazas), y la incidencia pasó a riesgo bajo de contagio, mientras que en abril comenzó la vacunación masiva y la cifra de personas inmunizadas superó a la de contagiadas, y en mayo finalizó el cierre perimetral autonómico.

LA CUARTA OLA

En junio se levantó el toque de queda y el límite de personas en reuniones y se reabrió el ocio nocturno (hasta las 2 de la mañana y sin baile), pero el repunte de casos en julio dio lugar a una cuarta ola y a la adopción de nuevas restricciones, como el cierre del ocio nocturno, la reducción del horario de la hostelería, el toque de queda en 77 municipios o la limitación a diez personas en las reuniones.

En agosto bajaron los contagios un 42 % pero hubo un incremento significativo de la mortalidad y se llegó a los 731 hospitalizados, por lo que se mantuvo el toque de queda en 68 municipios, si bien septiembre dio paso a una caída de los casos, las muertes y las hospitalizaciones, que junto al avance de la vacunación permitió iniciar la desescalada.

Así, con la cuarta ola finalizando, la Comunitat llevó a cabo en septiembre dos fases de reapertura gradual, en las que levantó el toque de queda, reabrió el ocio nocturno con limitaciones y eliminó aforos en comercios o el horario de cierre de la hostelería, a las que este sábado se suma el levantamiento de la mayoría de restricciones que quedaban.

Se dejan así atrás 82 semanas que han estado marcadas por toques de quedas, cierres perimetrales y limitaciones a aforos o de horarios, para dar paso a un tiempo, en palabras del president de la Generalitat, Ximo Puig, de «certezas, de esperanza y de ilusión». Por Loli Benlloch

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Maribel Vilaplana remata a Mazón con este comunicado

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Mazón Maribel Vilaplana

Antes de nada, quiero expresar mi respeto y mi solidaridad más profunda hacia todas las víctimas de la Dana y hacia sus familias. Soy plenamente consciente del sufrimiento que provocó aquella tragedia. Lamento de corazón si en algún momento mi decisión de mantenerme en un segundo plano pudo haber generado dolor. Esa decisión la tomé para no avivar el circo mediático y para evitar que mi nombre pudiera ser utilizado como un instrumento político, como lamentablemente ha sucedido.

Dicho esto, me he decidido a escribir estas líneas después de la continua oleada de ataques, falsedades y mensajes de odio que he recibido en redes sociales, amplificados además por otros canales, tras mi reciente intervención como consejera portavoz del Levante Unión Deportiva, una responsabilidad que asumo desde 2023.

Soy la primera interesada en que se clarifiquen absolutamente los hechos que acontecieron aquel día, porque es imprescindible que no se desvíe el foco hacia historias paralelas que lo único que han hecho es generar más dolor a los afectados. Pero también porque las consecuencias que esta situación está teniendo sobre mi persona, sobre mi familia, sobre mi vida laboral y sobre mi estado psicológico están siendo brutales.

Ese día mantuve mi agenda laboral tal y como estaba prevista, como cualquier otro día, porque no era consciente de la magnitud de la tragedia que se avecinaba.

Mi jornada comenzó a las 9:30h en Ford Almussafes, donde impartí un curso de formación para sus profesionales que finalizó sobre las 14:00h. Cuando los asistentes se marcharon, me quedé unos 30 minutos más en el aula, como hago habitualmente, para elaborar el informe de la sesión y dejar todo documentado.

Después recogí mis cosas, fui a por mi vehículo y me trasladé desde Almussafes al centro de Valencia, donde había sido citada por el presidente de la Generalitat para una comida de carácter profesional. Estacioné el coche en un aparcamiento cercano y llegué al restaurante pasadas las 15:00h.

Acudí a esa cita a petición del presidente, con el objetivo de explorar posibles vías de colaboración profesional. Durante la conversación se me plantearon varias opciones, entre ellas presentar una candidatura a un cargo en la televisión autonómica, que rechacé de forma clara por convicción personal y profesional. A partir de ahí, me pidió mi opinión sobre la situación de la televisión: qué aspectos consideraba que funcionaban bien o mal y qué cambios podrían aplicarse. Desde mi experiencia, expuse mi punto de vista, lo que derivó en un intercambio de pareceres y acabó en una sesión de consultoría de comunicación en la que se abordaron cuestiones propias de mi especialidad.

En un momento determinado de la comida, el presidente empezó a recibir llamadas que interrumpieron nuestra conversación de manera continuada. Yo seguí en el restaurante, completamente ajena a esas comunicaciones: no pregunté, no participé, ni conocí en ningún momento su contenido, y el presidente tampoco me trasladó ninguna inquietud al respecto. Actué, como siempre he hecho, desde la discreción y el respeto que me caracterizan.

Esas interrupciones, sumadas a la espera y a la despedida, demoraron también mi salida del restaurante, que se produjo finalmente entre las 18:30 y las 18:45. En su momento, en medio de la vorágine con que se desencadenaron los hechos, el desconcierto y la presión vivida, sinceramente no dimensioné la importancia de ese desfase horario inicial que se hizo público. Sin embargo, con la distancia del tiempo y tras hablarlo con las personas más cercanas, he considerado necesario aclarar también ese punto.

Quiero dejar claro que en el momento en que me marché de la reunión no era consciente de la gravedad de lo que estaba sucediendo en otras localidades valencianas, porque en la ciudad no llovía y eso me hizo sentir todavía más ajena a la situación. Al regresar a casa, empecé a tomar verdadera dimensión de lo ocurrido. Nada más entender la magnitud de lo que había pasado, me puse en contacto con el presidente cuando le fue posible. En esa conversación le trasladé mi angustia y también le pedí, de forma muy clara, que por favor mi nombre no saliera. Le expliqué que me parecía profundamente injusto quedar vinculada a un capítulo tan doloroso cuando no había tenido absolutamente nada que ver. Ese fue mi error, porque ese silencio, aunque bienintencionado, alimentó la especulación y, cuando finalmente se supo, desembocó en un acoso brutal.

Los días posteriores fueron una auténtica pesadilla. Me sentí absolutamente perdida. Y cuando finalmente se dio a conocer públicamente que yo era la persona que había estado con el presidente durante aquella comida, mi cabeza estalló. Entré en un shock que me llevó a un ingreso hospitalario.

Cuando salí del hospital, mi situación seguía siendo extremadamente delicada. No me sentí con fuerzas para tomar yo las riendas y exponerme directamente. Por eso pedí a una persona de mi total confianza que explicara de mi parte lo sucedido. Así se hizo público entonces el relato de los hechos.

Pero con el paso del tiempo he comprobado que no fue suficiente. Hoy entiendo que es necesario hablar en primera persona. Hasta ahora no lo había hecho porque confiaba en que el tiempo y el sentido común bastarían para que se entendiera lo evidente: que yo no tengo nada que ver en esta historia. Pensé que quedaría claro por sí solo, pero no ha sido así.

La realidad es que me he convertido en una diana. Una diana utilizada políticamente y alimentada con insinuaciones machistas que han condicionado esta historia desde el principio. Y por eso hoy hablo: porque ya no puedo seguir soportando que este relato eclipse lo verdaderamente importante, que es esclarecer qué pasó aquel día y asumir las responsabilidades que correspondan.

Durante estos diez meses he vivido sometida a una presión insoportable. He sido objeto de un acoso constante, de insultos, de burlas y de un escrutinio injusto. Estoy en tratamiento psicológico con un diagnóstico de estrés postraumático. Es una terapia dura y compleja, que afronto con esperanza, pero la realidad es que mi salud mental se ha visto gravemente dañada. Cada nuevo golpe reabre heridas que aún no han cicatrizado.

Este proceso no solo me ha afectado a mí. Ha golpeado también a mi familia, que sufre al verme sufrir. Ellos han tenido que soportar conmigo este acoso, y ese es, sin duda, el dolor más grande de todos.

Dicho esto, no puedo obviar una triste realidad que me ha roto desde el principio y quisiera que estas líneas sirvieran de reflexión: ¿realmente habría pasado lo mismo si en lugar de una mujer hubiera sido un hombre quien se reunió con el presidente? ¿Se habrían dicho las mismas cosas, con el mismo tono y el mismo juicio? ¿Habría despertado tanto morbo, tanto machismo rancio y tanto prejuicio? Ese enfoque profundamente sexista ha servido como cortina de humo para desviar la atención de lo verdaderamente importante: esclarecer las responsabilidades que se derivaron de aquella jornada. No se puede construir un relato cargado de insinuaciones y morbo para distraer el foco de lo que realmente importa. Es realmente triste y decepcionante, porque no solo me ha hecho daño a mí, sino que ha distorsionado una historia que merece ser abordada con rigor y respeto.

Estar allí aquel día fue una maldita coincidencia y un horrible golpe de mala suerte. Pudo haber sido cualquier otro, pero fue ese día. El día más difícil y duro para miles y miles de valencianos. Ese es y será siempre mi tormento, y tendré que aprender a sobrellevar esa carga durante toda mi vida.

Lo único que pido ahora es respeto. Respeto hacia mi persona, hacia mi familia y hacia mi vida privada. Respeto para poder seguir adelante sin que mi nombre se siga utilizando como arma política ni como entretenimiento morboso.

Pero, sobre todo, pido respeto para las víctimas. Porque a ellas es a quienes les debemos sensatez. Les debemos que su dolor no se utilice ni se banalice.

Y a los responsables les corresponde dar las explicaciones que yo no puedo dar, porque nunca he ostentado ningún cargo público ni ese día tuve capacidad de decisión alguna. Ojalá hubiera estado en mis manos hacer algo, pero no fue así. Por eso el foco debe estar donde corresponde: en las personas que aquel día tenían responsabilidades y poder de decisión. Son ellas las que deben dar explicaciones.

Y para concluir, me gustaría agradecer a todas aquellas personas que me han acompañado en este proceso. Han sido muchas: desde mi círculo más cercano hasta mi entorno profesional, compañeros de medios de comunicación y ciudadanos completamente anónimos que han querido hacerme llegar su solidaridad y su apoyo. Gracias de corazón, porque es lo que me ha sostenido en pie.

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