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‘Las imprevisibles primarias del PSOE’, por Paco Villena
Publicado
hace 9 añosen
De
El sistema operativo de la acción política del PSOE siempre había sido previsible. La previsibilidad del sistema se rompió con Pedro Sánchez, al orillar éste el placet de los barones territoriales a sus aspiraciones cuasisecretas a la presidencia del Gobierno con el apoyo de Podemos y de los independentistas vascos y catalanes. La ruptura de Pedro Sánchez con los barones le supuso al primero su descabalgamiento de la secretaría general del partido y, posteriormente, tener que renunciar por coherencia a su acta de diputado para no tener que abstenerse en favor de Mariano Rajoy y mantener así, en consecuencia, su famoso aforismo del “no es no” contra el candidato del PP. Patxi López, expresidente del Congreso en la brevísima anterior legislatura tras el 20-D y diputado tras el 26-J, siguió durante todo este proceso de preinvestidura la línea política de Sánchez, es decir nada de pactar con el PP ni por activa ni por pasiva y, por supuesto, un “No” mayúsculo a Rajoy. Sin embargo, tras la forzada dimisión de Sánchez, Patxi, en cambio y a diferencia de otros compañeros sanchistas de viaje, se abstuvo en la investidura de Rajoy, siguiendo así disciplinadamente la decisión del Comité Federal del PSOE por lo que pudiera venir.
Y ya ha venido. El Comité Federal ha decidido que el esperado y deseado próximo Congreso del partido tenga lugar en junio de este año y que las primarias entre los militantes para elegir al próximo secretario general se celebren en mayo. Y apenas cuarenta y ocho horas después, Patxi López, viejo conocido del socialismo vasco – ha sido lehendakari y secretario general del PSE- ha presentado su candidatura a las primarias del PSOE. El sorprendente por prematuro anuncio de López ha pillado con el pie cambiado a todos y a todas que se lo estaban pensando, o que si ya lo tenían decidido pensaban anunciar su candidatura en marzo o en abril. De momento, la larga acefalia de este traumático periodo en la dirección del PSOE que con bastante dignidad ha sobrellevado el presidente de la Gestora, el asturiano Javier Fernández, ya tiene horizonte temporal con la convocatoria del Congreso. Y, además, el PSOE, en la persona de Patxi López, ya tiene un aspirante cierto a su liderazgo, a la secretaría general. Sigue sin líder hasta mayo, pero al menos los militantes del PSOE ya tienen a uno que ha dicho que quiere ser.
Pero si la previsibilidad del PSOE se rompió con Pedro Sánchez tampoco ahora con la postulación de Patxi López a la secretaría general se ha recuperado. Ni mucho menos. Nadie sabe si realmente Rubalcaba (EL País) está detrás de la operación Patxi López. Nadie sabe si Pedro Sánchez presentará su candidatura. Nadie sabe si Susana Díaz, que al parecer aspiraba a ser elegida sin contradicción y por aclamación, se presentará, de una vez, a la secretaría general. Nadie sabe si habrá otro u otra candidato de fuste que permanece, de momento, oculto. En realidad, nadie, ni de dentro ni de fuera del partido, puede asegurar si Patxi será o no el único candidato. Indudablemente si hay varios candidatos se solaparan perfiles ideológicos, trayectorias políticas, posicionamientos en el pasado reciente, respaldos territoriales, apoyos de baronías ilustres y, por supuesto, apoyos mediáticos. Con todo, tampoco es previsible lo que al final decidan los militantes en las primarias a pesar de los apoyos de los barones territoriales a tal o cual candidato. El divorcio entre las élites (barones) del partido y los militantes, como diría Odón Elorza, puede plasmarse en las primarias, para sorpresa de todos.
Para la estabilidad política en general y para el PSOE ha sido muy positivo que, por fin, haya primarias para que hablen los militantes y celebren su Congreso que termine con la larga interinidad de su Gestora. Sin duda las primarias, con sus virtudes y sus defectos, son el sistema más democrático para que un partido político elija a sus líderes. Las primarias deberían ser obligatorias por ley para garantizar una mayor democracia interna en las organizaciones políticas. En el PP, parece que Isabel Bonig y Cristina Cifuentes son partidarias de las primarias. Veremos si en el congreso de Febrero mantienen con valentía estos planteamientos. De momento, en el PSOE ya tienen un aspirante a líder, Patxi López. Abran juego señores.
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………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.
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Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.
Qué pasó un 22 de julio
El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.
A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.
En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.
Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.
Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.
No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.
En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.
En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.
De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.
Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.
Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.
El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .
Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.
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