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Cultura

«Noruega», capital València: un paseo por los rincones de una novela callejera

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A pesar de que Albert Sanchis es el personaje principal de "Noruega", la ciudad de València es la verdadera protagonista del texto. EFE/Juan Carlos Cárdenas

València, 9 ene (EFE).- A pesar de que Albert Sanchis es el personaje principal de «Noruega» (Drassana, 2020), la ciudad de València es la verdadera protagonista de un texto que se convierte, según su autor, Rafa Lahuerta, en «una carta de amor del narrador a su ciudad», y que se ha traducido al castellano, lengua en la que lleva 3.000 ventas en apenas veinte días, tras convertirse en un fenómeno literario en valenciano, con 15.000 ejemplares vendidos.

Albert Sanchis, el narrador, cuenta su vida alrededor del Mercado Central de València, en un texto en el que subraya las peculiaridades de València durante los últimos cuarenta años hasta convertir a la ciudad en un personaje más y que desentraña la singular relación del personaje con el título del libro, tan atípico por estar ambientada en una ciudad mediterránea.

El cruce de la calle Corretgeria con Calatrava, donde se crea una imagen nítida de la torre del Miguelete rodeada de viviendas; la visión imaginaria de una playa que recorre el Mercado Central, de la mano de su hermana Rocío, o la reiteración de solares vacíos en el centro de la ciudad, son contrastes del narrador, que llega a querer «exiliarse en su propia ciudad», en una antítesis que indica el amor y el dolor que siente hacia ella.

En uno de los capítulos, Sanchis asegura que València es un lugar «arrogante pero devastado»; no obstante, lo evoca de una forma accesible y cercana, lo que ha propiciado que el lector pasee al acabar el libro por los paisajes que Sanchis muestra, en busca de los bares, los cines, las discotecas e incluso los personajes que la novela a veces crea y otras simplemente testimonia.

Unidos por una playa imaginaria, el texto recorre dos barrios del centro sobre los que Lahuerta cimenta la obra: el barrio del Mercado Central, donde Sanchis vive sus primeros años, y el barrio de Velluters -conocido entonces como Barrio chino-, donde el personaje principal descubrirá varios sinsabores y se asentará años después.

BARRIO DEL MERCADO, UN HOMENAJE A BLASCO IBÁÑEZ

El libro escrito por el también autor de «La balada del Bar Torino» (Drassana, 2014) habla del Mercado Central y los rincones que lo envuelven, y es por eso por lo que estas callejuelas del centro histórico, entre las que el narrador vive episodios de amistad, noviazgos o drogas, cobran tanta importancia.

Es en esas calles del barrio del Mercado donde transcurrió la infancia del prolífico escritor y político Vicente Blasco Ibáñez, sobre el que Lahuerta referencia tanto directa e indirectamente, en un libro que, además, podría ser su «discípulo», puesto que el escritor de obras como «La Barraca» o «Los cuatro jinetes del apocalipsis» también relató la historia del Mercado Central y sus gentes en «Arroz y Tartana», aunque en 1894.

El narrador enumera bares y desamores pero también recuerda con nostalgia las calles vinculadas a su familia, a la que nunca supo entender: desde la calle de los Derechos, en la que Albert vivía con sus padres, hasta la calle del Trench, donde su abuelo montó la tienda ‘Salazones Sanchis’, pasando por la plaza Beneyto i Coll, donde habitó su abuela, marcada por una tragedia de la que nunca llegó a saber.

VELLUTERS, UN BARRIO POR CONSTRUIR

Las peripecias de Sanchis dejan más claroscuros conforme llega al barrio de Velluters, donde, tras cuantificar discotecas y prostíbulos, crea amistades de las que renegará más adelante, pero también aprende a conocer una ciudad «destartalada» y un barrio en cierta decadencia.

Apodado como el barrio chino, en el entorno de los Jardines de Parcent y hasta llegar al barrio de Carmen, las drogas y la prostitución marcan el paso de los capítulos en una zona decrépita durante las décadas de los años 70 y 80.

Pese a ello y aunque abjure de amistades peligrosas, Sanchis recuerda con nostalgia esa época después de ver «la dinámica uniforme del turismo de masas» en la que «todas las ciudades son una», en referencia a las franquicias y a las modas, parecidas en cualquier lugar.

HUIR DE UNA VISIÓN LOCALISTA

Sin embargo, Toni Sabater, uno de los editores de Drassana, asegura a EFE que la notoriedad de la obra no es ese localismo, del que se ha «abusado para explicar su éxito», sino que la historia es «muy humana» y abarca conceptos «muy básicos, pero muy bien relatados, como el amor, la muerte y la familia, y eso es universal».

Así, Sabater indica que esta es una obra «muy singular» y que tiene «una gran autenticidad», al tiempo que expone que prueba de la ausencia del localismo en la historia es que ya lleva 3.000 ventas en castellano, buena parte de las cuales han sido fuera de la Comunitat Valenciana, en una novela que ya cuenta con conversaciones bastante avanzadas para crear un formato audiovisual a partir de ella.

La obra, que deja un sabor amargo e incluso de tristeza, llega a recordar a la reciente «Fue la mano de Dios» (Pablo Sorrentino, 2021), en la búsqueda de tener «algo que contar» sobre la ciudad en la que uno vive y en la que pasa su infancia -en «Noruega» con València y en «Fue la mano de Dios» con Nápoles-, y que se convierte, en cierta manera, en una oda a la universalidad que pueden llegar a tener aspectos familiares e historias humanas que residen en todos nosotros. Por Carlos Rosique

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Cultura

Muere Robe Iniesta a los 63 años, alma eterna de Extremoduro

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Robe Iniesta Extremoduro
Robe Iniesta de Extremoduro

El mundo de la música ha perdido a Robe Iniesta, que ha muerto a los 63 años, según han confirmado fuentes cercanas al entorno del artista. Su fallecimiento supone un golpe emocional para la cultura española, ya que el compositor y vocalista cacereño, fundador de Extremoduro, era una de las figuras más influyentes y reconocidas del rock en español. Millones de oyentes lo consideran una voz imprescindible para entender la libertad creativa de los años 90 y 2000.

El legado de un genio que transformó el rock en español

Robe, natural de Plasencia, revolucionó la música desde principios de los años 90 con un estilo visceral, poético y transgresor que convirtió a Extremoduro en un fenómeno generacional. La banda consiguió conectar con jóvenes y adultos de toda España gracias a unas letras descarnadas, cargadas de realidad, amor, rebeldía y un profundo sentido vital.

Álbumes como Somos unos animales, Deltoya, Agila o La ley innata marcaron a varias generaciones y consolidaron a la banda como una referencia imprescindible en la historia cultural del país. Estas obras no solo fueron éxitos musicales, sino que redefinieron la manera de escribir canciones en castellano, fusionando rock urbano, poesía, marginalidad y emociones a flor de piel.

Una carrera en solitario sin perder su esencia

Durante los últimos años, el músico había desarrollado una exitosa carrera en solitario, explorando nuevos sonidos y una escritura más introspectiva, sin perder la autenticidad que siempre lo caracterizó. Robe Iniesta se mantuvo fiel a su espíritu creativo, rechazando modas, preservando el misticismo de su figura y demostrando que su obra no dependía únicamente de la nostalgia. Su música seguía siendo libre, intensa y profundamente humana.

Un impacto emocional que se extiende por toda España

La noticia de su fallecimiento ha generado un profundo impacto en el panorama musical y en miles de seguidores que crecieron con sus canciones y su forma única de entender el arte. Redes sociales, compañeros de profesión, periodistas culturales, artistas emergentes y fans de toda España han comenzado a despedirlo con mensajes de admiración y gratitud por una obra que ya forma parte de la memoria colectiva.

El público recuerda conciertos inolvidables, recitales de poesía improvisada, entrevistas enigmáticas, silencios prolongados y una personalidad que rehuía la fama, pero abrazaba la libertad. Cada canción sigue siendo un territorio emocional donde generaciones enteras han encontrado acompañamiento en sus momentos de euforia, rebeldía, dolor o búsqueda personal.

Un artista irrepetible con una obra eterna

Robe se marcha, pero deja una huella imborrable: versos que desbordaban vida, libertad y crudeza; una manera de hacer música que rompió moldes; y una voz que seguirá acompañando a quienes encontraron en sus canciones un refugio, una herida o un camino. Extremoduro no solo fue un grupo: fue un lenguaje, una actitud, un espejo de la realidad de miles de jóvenes que encontraron en sus letras una forma de entender el mundo.

Muchos expertos musicales coinciden en señalar que Robe Iniesta es uno de los últimos grandes poetas del rock español, comparable con referentes literarios en cuanto a su capacidad de generar una comunidad emocional alrededor de sus palabras. Su influencia continúa viva en nuevas generaciones de músicos y escritores que recogieron su audacia artística y su forma de convertir la vida cotidiana en poesía eléctrica.

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