València, 29 abr (OFFICIAL PRESS-EFE).- El actor y director estadounidense Viggo Mortensen considera que «perdonarse a uno mismo y perdonar al otro es mucho más importante que la venganza o que la violencia» y el perdón es «el ingrediente más importante en una verdadera relación de amor», como relata la historia ambientada en el Viejo Oeste de su última película, «Hasta el fin del mundo».
Mortensen recurre al género del wéstern para hablar también en esta largometraje de las ausencias, en este caso de una mujer, Vivienne Le Coudy -interpretada por Vicky Krieps-, «libre, independiente pero también ordinaria, una mujer de su época, de su tiempo, con una fuerza interior no tan ordinaria».
Así lo ha señalado en una encuentro con la prensa en los Cines Lys de València para la presentación de la película, que se estrenará en las salas españolas el próximo 10 de mayo.
Escrita durante el confinamiento
El actor y director empezó a escribir esta historia en 2020, durante el confinamiento por la covid-19, cuando estaba a punto de lanzar «Falling», su ópera prima. Partió de la imagen de una niña «fantaseando, corriendo por un bosque de arces», en los paisajes en lo que se crió su madre, e imaginó su futuro en el Viejo Oeste, a mediados del siglo XIX.
La protagonista se embarca en una relación con el inmigrante danés Holger Olsen, que interpreta el propio Mortensen. Tras conocer a Olsen en San Francisco, ella acepta viajar con él a su casa cerca del tranquilo pueblo de Elk Flats, Nevada, donde comienzan una vida juntos.
El actor y director señala que cuando escribió el guion pensó en la actriz Vicky Krieps como protagonista, aunque tuvo que considerar otras actrices pensando que no estaría libre. Agradece la «suerte» que tuvo de que Krieps aceptara el papel, porque entonces, asegura, tenían «la oportunidad, ahora sí, de hacer una buena película».
Krieps tenía la fortaleza e independencia que había imaginado de Vivienne «y lo que hizo ella fue mucho mejor, mucho más de lo que yo había soñado», celebra. Su actuación, además, «afectó a todos los demás», y destaca la del joven actor Solly McLeod, que interpreta al violento y caprichoso hijo del poderoso ranchero Alfred Jeffries (Garret Dillahunt). Un papel muy complicado con escenas «donde transmiten mucho los silencios», asegura.
Mortensen recurre además al género del wéstern para contar esta historia, unas películas que veía de niño en su televisión en blanco y negro en Argentina y le atraían, ya que desde los 3 o 4 años montaba en caballo y le recordaban a los «gauchos».
«Es además un momento histórico, un lugar donde la sociedad estaba completamente dominada por unos pocos hombres, donde no había ley, donde la frontera todavía estaba abierta», reflexiona, y un buen escenario en el que meter a esa mujer imaginada.
«Hasta el fin del mundo»
Señala que antes de rodar «Hasta el fin del mundo» volvió a ver todas las películas del género wéstern de su infancia y adolescencia, «y muchas más». «La mayoría bastante malas, poco originales, muy torpes, repetitivas, con actuaciones regulares», asegura; pero entre ellas, afirma, hay un pequeño porcentaje con «un poder poético de una profundidad que te hace reflexionar, que se pueden adaptar o puedes compararlas con la sociedad de ahora».
Mortensen relata que el equipo se documentó hasta el último detalle de la vida de la época y de las películas del viejo oeste, hasta el punto de buscar los caballos que más se adaptaban a los de entonces en granjas. Para la fotografía y escenografía ha vuelto a contar con Marcel Zyskind (‘As in Heaven’), y con los diseñadores de producción Carol Spier (‘Promesas del Este’) y Jason Clarke (‘Black Mirror’) y la diseñadora de vestuario Anne Dixon (‘The Song of Names’).
Mortensen, guionista, director, protagonista y autor de la música de la película, señala por último que situar esta historia en una época tan lejana, «a una distancia de nuestros tiempos», permite reflexionar sobre la sociedad actual de una manera «más intensa y más interesante».
«Si estás mirando algo que pasó hace 50 años o más te libera de alguna forma para mirar con más claridad el momento actual», reflexiona, como con la película «Green Book» (2018) que protagonizó junto a Mahershala Ali.
Preguntado por EFETV sobre qué le parece la decisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de seguir al frente del Ejecutivo, se ha limitado a responder: «Yo no dimito ni pienso dimitir, y mi película tampoco».
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El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia
El CementerioGeneral de València esconde una curiosa historia en la que el amor, la desgracia, el terror y la fortuna se dan la mano. La historia de un nicho, el nicho de Emilia. Un enigmático caso que parece salido de la mente de Edgar Allan Poe o Lovecratf, pero que es real y nos vuelve a confirmar que la realidad supera siempre a la ficción.
Para conocer quien descansa en el nicho 1501 y la historia olvidada que allí yace, debemos trasladarnos hasta finales del siglo XIX. Vicente García Valero era un actor y autor teatral nacido a mediados del siglo XIX que se enamoró perdidamente de Emilia Vidal Esteve. A pesar de su juventud, él contaba con 15 años y ella con 13 no tardaron mucho en casarse.
El trabajo de Vicente le llevó a trasladarse a Madrid, donde un día la alegría se transformó en desgracia cuando la joven falleció 1876 por un brote de fiebres tifoideas.
El misterio del nicho 1501
Su cuerpo fue enterrado en una fosa común debido a que la familia no podía costear los gastos, pero el actor quiso recuperar el cuerpo de su amada costara lo que costara y finalmente logró exhumarla de manera clandestina casi dos años más tarde en el día de Nochebuena de 1877. Cuentan que Vicente tuvo que sobornar con dinero al sacerdote que pocas semanas atrás había enterrado a la chica.
Cuando abrió el féretro, Vicente relató que la joven «parecía como dormida». Tal vez lo viera así fruto de su enamoramiento ya que por el tiempo transcurrido su estado debía ser el de putrefacción y descomposición.
250 pesetas fue el precio que le tocó pagar, sin duda toda una pequeña fortuna para la época, para hacerse con el nicho número 1501 a perpetuidad. Y allí en el Cementerio General de València descansa desde entonces.
El tiempo pasó y Vicente se casó con Ángela, la hermana de su difunta esposa. Pero la historia no queda ahí, ya que el matrimonio tuvo una hija, a la que curiosamente llamaron Emilia, el mismo nombre que el amor de su vida.
Porque Vicente seguía obsesionado con su primera mujer. No la podía olvidar, y así lo demostraba cada año, mandando todos los 1 de noviembre dinero al cementerio para que limpiaran el nicho y lo adornaran de flores, hechos que relata él mismo en su libro ‘Páginas del pasado’.
Pero la desgracia volvió de nuevo a su vida con la muerte de su hija a la edad de 4 años y la de su esposa. Duro es el testimonio de un cartero, que fue testigo de la muerte de la pequeña cuando acudió a la casa para entregar un correo y le abrió la puerta Vicente con su hija en brazos. El cartero pensó que la niña estaba dormida y García Valero le respondió «no, está muy dormida, esta muerta.»
Pero en la mente de Vicente permanecía Emilia. No podía olvidar su recuerdo y tal vez fuera por eso que se volviera a casar con la otra hermana, Amparo. ¿Buscaba en ellas a su amada?
El décimo 1501
Si el relato hasta el momento es ya sorprendente todavía faltaba una última vuelta de tuerca. Un nuevo giro que hace de esta, una historia increíble pero cierta. Vicente, dedicó su vida al teatro, repartiendo su tiempo entre Madrid y València, pero tomando como residencia la capital de España. Allí le inundó la pena y tristeza por estar tan lejos del nicho de su amor a pesar de encargarse desde la distancia de su cuidado.
Hasta que un día dejó de enviar dinero. Era el 1 de noviembre de 1911 y su situación económica había empeorado por lo que no pudo hacer que limpiaran la lápida y le colocaran flores. Pero por fin a Vicente García Valero le iba a sonreír la suerte. El destino o lo que ahora llaman karma o tal vez, quien sabe si su amor, le iba a devolver todo el cariño que le había dedicado Vicente durante años.
Caminando por una administración de lotería próxima al teatro Apolo, Vicente vio un décimo y lo compró. Era el 1501. En el sorteo del 10 de octubre de 1912 su número fue premiado con 6000 pesetas de la época. “Tantos años enviando dinero a mi amada y ahora es ella la que me lo devuelve”, exclamó Vicente según narra en su libro de memorias.
Ahora Vicente podía seguir pagando los arreglos y cuidados de la lápida cada 1 de noviembre. Y así lo hizo hasta que le llegó la muerte en Madrid el 12 de octubre de 1927. Y allí lejos de su amada se piensa que está enterrado.
Hoy en día nadie se acuerda ya del nicho 1501. La inscripción de la lápida está casi borrada por el paso del tiempo. “Recuerdo de V. García Valero” se puede leer.
Pero desde hace unos años, alguien coloca flores en el nicho 1501…
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