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Morales deja el Levante

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Morales deja el Levante
El delantero del Levante José Luis Morales celebra tras marcar ante el Elche en el estadio Ciutat de Valencia. EFE/Archivo

València, 6 jun (OFFICIAL PRESS- EFE).- Morales deja el Levante. El presidente de la Fundación del Levante, Vicente Furió, confirmó este lunes la marcha de José Luis Morales del equipo valenciano y apuntó que en su opinión debe ser “aplaudido” cada vez que regrese al Ciutat de València.

Furió, en declaraciones a los medios, explicó que Morales le ha dado “muchísimo al Levante” y que está en su derecho “de cambiar”. “Ha sido un jugador ejemplar en estos once años. Comprendo perfectamente que haya optado por otro equipo en Primera con perspectivas en Europa porque somos profesionales”, indicó.

De este modo, el presidente de la Fundación, organismo que domina el 62 por ciento de las acciones del Levante, fue el primer representante de la entidad valenciana que confirma oficialmente la salida de Morales.

Además, el presidente puntualizó que el Levante se ha esforzado “todo lo posible” para renovar el contrato del jugador madrileño, que quedó libre tras bajar el equipo a Segunda División.

Morales deja huérfano al Levante

El adiós de José Luis Morales, que ha pillado por sorpresa a muchos dentro y fuera del club a la espera de la renovación de su contrato, ha dejado huérfano al Levante, que pierde apenas unos días después de bajar a Segunda al futbolista más importante de su historia en Primera División y a uno de sus iconos en casi 113 años.

Después de la reunión celebrada este lunes en la que se suspendió la gestión del presidente del club, Quico Catalán, al que se le dió un margen de confianza de cara al próximo proyecto, el presidente de la Fundación del Levante, Vicente Furió, confirmó la salida de Morales de la entidad.

Tras varias semanas de negociación entre el agente del futbolista madrileño y el club, la salida de Morales al Villarreal ha dejado muy tocado al Levante y a su hinchada en el momento de la despedida del levantinista con más partidos en Primera, con 254 duelos disputados, y máximo anotador, con 63 goles.

Morales, a punto de cumplir 35 años

A falta de las explicaciones por ambas partes, la falta de entendimiento entre Morales y el Levante era razonable, ya que el caché del jugador madrileño, a punto de cumplir 35 años, le permitía tener ofertas de mejores equipos y el club, por su parte, no podía soportar su salario en Segunda y por eso era un agente libre con el descenso.

Sin embargo, la afición escuchó orgullosa a su capitán asegurar reiteradamente que éste no era el momento oportuno de marcharse después de once años en el Levante y que su intención era seguir en Segunda para volver cuanto antes a la elite del fútbol nacional.

Tampoco las formas de conocer el desenlace han sido las mejores. Desde que a mediodía del jueves pasado trascendió la intención de Morales de rechazar la oferta de renovación, el Levante, con su presidente en Madrid en una reunión de LaLiga, prefirió mantenerse en silencio.

Llegó en el 2014

Aunque todavía faltan cuestiones por resolver, Morales ya no correrá más de azulgrana en el Ciutat de València, el estadio que pisó por primera vez oficialmente el 21 de septiembre de 2014. Había debutado casi un mes antes en Primera División en Bilbao ante el Athletic después de jugar dos temporadas en el filial del Levante y otra cedido en Eibar.

Morales llegó al filial con casi 24 años y de rebote, ya que el empleado del Levante que se fijó en él cuando jugaba en el Fuenlabrada en realidad había viajado a Madrid para estudiar la contratación de otro jugador que disputaba ese encuentro. Aquel día Morales dio un recital y el Levante cerró su fichaje aunque no podía pensar que tendría esa trayectoria en el club.

Su primera noche mágica como azulgrana fue la de un derbi, en noviembre de 2014, que decidió con un zapatazo desde lejos para poner el 2-1 ante el Valencia. Su evolución fue constante y el descenso a Segunda en 2016 no hizo mella en su progresión, ya que en su vuelta a Primera División en 2017 demostró su valía.

El futbolista madrileño se ha exhibido en este último lustro en San Mamés, en el Benito Villamarín, en Granada, en Vila-real, ha puesto patas arriba al Ciutat de València ante el Real Madrid y el Barcelona y en la retina de los seguidores levantinistas se guardarán seguro muchos de sus goles. Rozó incluso una final de Copa del Rey en 2021, pero el Athletic Club le dejó sin luchar por el título.

El mejor jugador en la historia del Levante

Pese a los dos descensos en su carrera como azulgrana, Morales es estadísticamente el mejor jugador en la historia del Levante y está al nivel de iconos del club como Antonio Calpe, Dolz, Caszely, Paredes, Wilkes o ya en la historia más moderna, Ballesteros, Juanfran o Koné, considerado por muchos uno de los mejores jugadores en la historia del club.

Curiosamente, Morales no dejará de jugar como local en el Ciutat de València, ya que el Villarreal disputará sus primeros partidos del curso 22-23 en el estadio del Levante por las obras de remodelación de La Cerámica. El excapitán levantinista conoce al dedillo cada rincón de ese estadio, pero la hinchada que tanto le veneró no estará en las gradas.

Pedro Zamora

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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