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‘2 de diciembre… entonces sucedió que…,’ por José Luis Fortea
Publicado
hace 8 añosen

José Luis Fortea
………………………en la localidad de Charles Town, del condado de Jefferson en el estado de Virginia Occidental, moría ejecutado en la horca, el viernes 2 de diciembre de 1859, John Brown, pastor de la iglesia Bautista, firme defensor abolicionista, que consideraba que para la liberación del yugo al que se sometía a los esclavos, era necesario algo más que simples palabras y pronunciamientos de resistencia pasiva, al considerarlos ineficaces, abogando por el empleo de una insurrección armada e incluso violenta.
John Brown había nacido cincuenta y nueve años antes en el seno de una austera y puritana familia religiosa que tenía como valores determinados el firme convencimiento de que todas las personas nacían libres y con los mismos derechos. De pequeño, a la edad de doce años sería testigo de una escena que le acabaría marcando de por vida, al ver como latigaban a un joven esclavo negro.
Desde entonces encaminó su existencia en acabar con aquellas situaciones a las que se sometía a los esclavos, creando en 1849, en el estado de Nueva York la comunidad afroamericana de North Elba, en la que se ofrecía protección a aquellos que lograban escapar de sus amos.
Con la promulgación en 1854 de la ley Kansas-Nebraska, que preveía la creación de estos dos nuevos estados en los territorios de la antigua Luisiana francesa el equilibrio existente, hasta entonces, entre los estados partidarios de mantener la esclavitud y los contrarios a esta, los llamados abolicionistas, parecía fracturarse, al incumplir en cierta manera el denominado compromiso de Misuri, firmado en marzo de 1820.
Este, establecía una línea divisoria a partir del paralelo 36º 30’, según el cual, aquellos nuevos estados, que se incorporasen al norte de la aludida señal, tendrían prohibida la esclavitud, mientras que los que quedasen por debajo de la misma, la permitirían.
Kansas y Nebraska, quedaban por tanto ubicados al norte de la referida divisoria, por lo que en un principio ambos nacían “per se” abolicionistas. Pero dada la proximidad de Kansas con el estado esclavista de Misuri, se acordó, que fuese la decisión de sus habitantes quien determinara, su posicionamiento a favor o en contra, en base a su soberanía popular. La aprobación de esta enmienda desencadenaría la llegada masiva de colonos al territorio de Kansas, de los partidarios de uno y otro bando.
Hacia Kansas se dirigió pues John Brown con cinco de sus veinte hijos, habidos en sus dos matrimonios, dispuestos a combatir a los grandes terratenientes y cazadores de esclavos, creando para ello una especie de milicia armada, ajusticiando a aquellos con dureza.
La espiral de violencia desde esos momentos no dejó de aumentar en ambos lados. Durante el mes de mayo de 1856 se produjeron varios acontecimientos que tuvieron su origen en el ataque por parte de un grupo de setecientos colonos pro esclavistas liderados por Henry Pate, sobre la localidad de Lawrence, asaltando sus instituciones, periódicos y hoteles, declarados abiertamente abolicionistas, culminando este clima enrarecido y tensionado en la misma cámara del senado, cuando el congresista por Carolina del Sur Preston Brooks atacaba físicamente al senador por Massachusetts Charles Sumner con su bastón, golpeándolo incluso después de haber quedado inconsciente y bañado en un charco de sangre, tras las veladas acusaciones, que el senador había proferido desde la tribuna con su discurso “El crimen contra Kansas”, acusando al congresista Preston de escabrosas relaciones sexuales con sus esclavas negras.
De esta manera y para contrarrestar dichas acciones Brown junto a cuatro de sus hijos y tres voluntarios irrumpieron en la plantación de Pottawatomie durante la noche del 25 al 26 de mayo, liberando a todos los esclavos y ahorcando a sus cinco ocupantes.
Henry Pate por su parte lograría capturar a tres miembros de la milicia de Brown, entre los que se encontraban dos de sus hijos, Owen y Watson, desatando la furia de aquel que acudió en auxilio de ellos. El lunes 2 de junio de 1856 ambos se enfrentaron en la llamada batalla de “Black Jack”, considerada por algunos historiadores como el primer combate de una guerra civil que estallaría cinco años más tarde, y en la que el abolicionista insurrecto se impuso al abogado Pate, tras cinco horas de encarnizada lucha, deteniendo a este y a veintidós de sus hombres, que tras una breve negociación acordarían liberarlos a cambio de entregarles estos a sus tres prisioneros.
Siendo plenamente consciente que para poder realizar una mayor y eficaz ofensiva era necesario disponer de material y armamento suficiente, John Brown, junto con diecinueve de sus hombres, asaltaron en el mes de octubre, el arsenal de Harpers Ferry en Virginia, en un ataque en el que moriría el gobernador Joseph Johnson y varios soldados, así como algunos miembros de las milicias de Brown, que finalmente lograrían conquistarlo. Allí esperaron el amotinamiento de los esclavos negros, que no llegaría a producirse, siendo reconquistado este y detenidos todos ellos.
Brown fue condenado a morir en la horca acusado de los delitos de asesinato, traición y sublevación, cuya ejecución tuvo lugar un 2 de diciembre, como hoy, de hace ciento cincuenta y ocho años.
Dos años después, con el estallido de la guerra civil entre los estados del Norte y del Sur, su figura alcanzaría renombre y gloria, haciéndolo mártir de la causa abolicionista e incluso componiéndole una canción en su honor, que los unionistas cantaban cuando acudían al frente a batallar, llamada John Brown’s Body (el Cuerpo de John Brown) y que en el siguiente enlace podemos escuchar; https://youtu.be/LGPN2x0ChnY
[El cuerpo de John Brown yace pudriéndose en la tumba (3 Rep) Pero su alma sigue en marcha // Gloria, Gloria, Aleluya (3 Rep) y su alma sigue en marcha // John Brown murió para poner fin a la esclavitud (3 Rep) y su alma sigue en marcha // Gloria, Gloria, Aleluya (3 Rep) su alma sigue en marcha // Las estrellas, arriba, en el cielo están mirando afectuosamente hacia abajo (3 Rep) a la tumba del viejo John Brown // Gloria, Gloria, Aleluya (3 Rep) pero su alma sigue en marcha].
Hoy día 2 de diciembre, curiosamente, la Organización de Naciones Unidas celebra el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, recordando la fecha en que la Asamblea General aprobó el Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena, en el año 1949.
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José Luis Fortea
………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.
Bernard Thévenet
Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.
Qué pasó un 22 de julio
El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.
A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.
En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.
Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.
Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.
No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.
En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.
En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.
De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.
Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.
Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.
El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .
Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.
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