Frente al Mercado de Abastos, en la calle Alberique nos encontramos con un espacio de esos que llaman la atención. De lejos, por su apariencia externa, es un simple kiosco de prensa, uno más de los que encontramos por las calles de la ciudad. Pero si nos acercamos y prestamos atención es algo más, es un lugar de encuentro. De encuentro con las noticias por supuesto, pero también con la música, los viejos videojuegos de recreativo, con el café o con un buen tentempié.
Un encuentro donde vale la pena detenerse un rato para desconectar de nuestra vida tan ajetreada. «¡Qué guay!» «¡Qué chulo!» Cristian nos cuenta que esas son las frases que más escuchan cada vez que alguien pasa por primera vez frente a ellos. «También nos dicen el kiosco pijo», añade entre risas Bernardette la otra mitad del negocio. Juntos llevan más de veinte años y llegaron a nuestro país hace dos años. Dejaron atrás los problemas sociales de su Chile, para aterrizar en València a un mes de comenzar la pandemia.
Foto: Hugo Román
«Fue duro, porque veníamos de un mal momento de trabajo en nuestro país y nos vinimos esperanzados de poder encontrar nuevas cosas y llegamos aquí… y empezó la pandemia», recuerda Bernardette.
Cristian recuerda cómo la pandemia truncó en un principio sus planes y todo lo que tenían pensado, sus sueños se quedaron encerrados entre cuatro paredes durante el confinamiento. «Toda nuestra planificación se fue por la ventana. Solo nos dio tiempo a alquilar el piso, abrir una cuenta y comprar un televisor. No había trabajo y nos comimos los ahorros».
Y los último ahorros decidieron apostarlos e invirtieron en este proyecto tan especial, un proyecto que da al barrio un toque distinto. «Nos lo jugamos a todo o nada» destaca Bernardette.
Porque la aventura no era fácil, porque hay que ser valientes para abrir y «renovar» un kiosco cerrado en plena pandemia. Concretamente, diciembre de 2020 fue la fecha en la que decidieron embarcarse en este proyecto que lleva funcionando poco más de un mes. Un mes en el que vecinos y transeúntes que pasan por delante de ellos se paran para tomar un café, comprar vinilos o el periódico del día. O simplemente jugar una partida mientras charlan con amigos.
Foto: Hugo Román
La idea de rediseñar este tipo de negocio «surgió para darle un toque distintivo y por el amor de Cristian hacia la música», relata Bernardette. «Es un espacio en el que nos encontramos con la nostalgia de la época en la que nos criamos, los 80. De nuestros discos, a los juegos que jugábamos.»
Para Cristian se trata de «una vuelta a la era «pre-internet». De hecho, que tengamos la máquina de juegos de los 80 aquí es con la idea de que la gente pase algo de tiempo en este tipo de espacio. Nosotros hemos visto como la generación de treinta y cuarenta años trae a sus hijos y les muestra cómo las cosas eran. Y eso es algo muy interesante que tiene este lugar.»
Foto: Hugo Román
Cristian comenta que llegaron sin la idea de abrir un kiosco de prensa. «Simplemente llegamos en enero 2020, luego fue la pandemia, tuvimos un par de empleos telemáticos que fueron muy lejos de ser óptimos y empezamos a buscar qué cosas, dónde había una oportunidad de adquirir espacios baratos que en un futuro pudieran tener más valor. Y vimos que en los kioscos de prensa cada vez había más oferta y nos contaron que venía próximo un cambio normativo para poder vender comida al paso. Entonces nosotros obtuvimos una concesión y trabajamos durante todo el verano de 2021 en readaptar el espacio. Para cuando el ayuntamiento aprobó la norma abrimos nosotros.»
Nunca antes habían emprendido un negocio relacionado con este sector y este es su primer negocio juntos. Pero tenían claro que ese era un negocio con muchas posibilidades.
«Aquí hay que hacer algo interesante pensamos al ver el kiosco y de alguna forma rescatar este espacio que se encuentra en la vía pública, que te da un tráfico de casi 4.000 personas al día, enfrente de Abastos. Que estuviera este local cerrado no tenía ningún sentido. Esto valía y había simplemente que encontrar la forma de hacerlo valer.»
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Llevan poco tiempo abiertos, pero ya tienen su clientela fija que acude a tomarse un café a diario o a comprar algún artículo. Cuentan que los más tímidos pasan varias veces hasta que finalmente preguntan «¿Qué es esto?»
También se acercan los más jóvenes del barrio «que vienen todos los días a jugar un par de partidas a la máquina, a comprarse una bolsa de papas y un refresco mientras pasan el rato antes de irse a casa.»
Cristian y Bernardette tienen claro que la clave «hoy en día es tener clientes, tener gente que te conoce y eso es lo que estamos construyendo en estos momentos»
Y lo están consiguiendo con talento, trabajo y una sonrisa en la cara.
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