El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha iniciado la construcción de una nueva sala de baile en la Casa Blanca, un proyecto valorado entre 200 y 250 millones de dólares que promete ser la ampliación más grande en la residencia presidencial desde los tiempos de Harry S. Truman. La iniciativa busca crear un espacio monumental para eventos de Estado, pero también ha despertado intensos debates sobre su coste, simbolismo y repercusión histórica.
Una ambición de décadas: por qué una nueva sala de baile
Durante más de un siglo, la East Room ha sido el mayor salón de la Casa Blanca, con capacidad para unas 200 personas. Sin embargo, Trump considera que este espacio es insuficiente para actos diplomáticos o recepciones internacionales de gran formato.
El nuevo White House Ballroom podrá albergar entre 650 y 900 invitados, eliminando la necesidad de instalar carpas temporales en los jardines, una práctica habitual en administraciones anteriores.
Según el propio presidente, el nuevo salón proyectará “la grandeza que Estados Unidos merece” y servirá como un legado arquitectónico para las futuras generaciones.
Diseño y dimensiones del proyecto
El proyecto contempla un edificio de aproximadamente 8.360 metros cuadrados, inspirado en el estilo neoclásico estadounidense, con columnas, ventanales arqueados y ornamentación dorada al más puro estilo “Mar-a-Lago”.
El diseño arquitectónico está a cargo del despacho McCrery Architects, mientras que la construcción correrá por cuenta de Clark Construction, una de las firmas más reconocidas del país.
La nueva estructura se ubicará en el área de la East Wing, que será parcialmente remodelada o demolida para dar paso a la obra. Con ello, la Casa Blanca ganará un espacio emblemático para grandes cenas de Estado, bailes oficiales y recepciones presidenciales.
Financiación y plazos de ejecución
La Casa Blanca ha asegurado que no se utilizarán fondos públicos para financiar la construcción, y que el coste correrá a cargo de donaciones privadas, incluyendo aportaciones del propio Trump y de “donantes patriotas”.
Las obras comenzaron en septiembre de 2025, y el presidente espera inaugurarlas antes de finalizar su mandato, en enero de 2029.
No obstante, algunos analistas dudan de que el proyecto pueda completarse dentro de los plazos previstos, dadas las dimensiones del edificio y la complejidad del terreno.
Reacciones y controversias
El nuevo salón de baile ha generado una mezcla de entusiasmo y críticas.
Por un lado, defensores del proyecto destacan que el espacio será un símbolo de modernización y prestigio nacional, permitiendo a la Casa Blanca acoger eventos de alto nivel sin recurrir a instalaciones externas.
Por otro, críticos señalan el elevado coste y cuestionan si una obra de lujo debería ser prioridad frente a otras necesidades del país.
Además, expertos en patrimonio han mostrado preocupación por la demolición parcial de la East Wing, considerada parte esencial de la historia arquitectónica del complejo presidencial. Algunos también temen que el proyecto refleje más la estética personal de Trump que la tradición institucional del edificio.
Impacto histórico y legado
De completarse, la nueva sala de baile marcará un hito en la historia arquitectónica de la Casa Blanca, comparable a las renovaciones realizadas durante el mandato de Truman en los años 40 y 50.
Su construcción consolidará el sello personal de Trump en la residencia presidencial y podría redefinir la forma en que se celebran los actos oficiales en Washington.
Más allá de su función práctica, el White House Ballroom se presenta como una obra cargada de simbolismo: un proyecto que combina ambición política, ostentación y deseo de permanencia en la historia estadounidense.
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