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Valencia

Las obras de la línea 10 de metro cortarán hasta agosto el acceso a la calle Bailén desde la GV Ramón y Cajal

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Este próximo lunes día 14 de junio se inician unas obras de la línea 10 de Metrovalencia, a cargo de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV), que supondrán, durante un período de dos meses, el cierre al tráfico rodado del cambio de sentido de la Gran Vía Ramón y Cajal por encima del paso inferior de Germanías y, por tanto, el acceso a la calle Bailén desde esta misma Gran Vía dirección norte.  El sentido sur hacia la estación de Joaquín Sorolla, no obstante, se mantendrá abierto a la circulación.

 El desvío y acceso a la calle Bailén, que estará bien señalizado al efecto, se podrá hacer por las calles Matemático Marzal o Pelayo, esta última opción será la única alternativa posible durante los martes que es cuando hay mercado en la zona.

 

AFECCIONES AL TRANSPORTE PÚBLICO

 En cuanto a las líneas de la EMT, tanto la 63 como la 67, modifican su recorrido durante las obras. La línea 63 anula provisionalmente las dos paradas que tiene en la calle Bailén (Bailén-Ermita y Estació del Nord-Bailén) así como la parada en la calle Jesús (Jesús-Pare Jofré), e incorpora dos paradas provisionales en su desvío por Bailén sentido sur, Mestre Sosa y Sant Vicent Màrtir para coger la Gran Vía Ramón y Cajal de nuevo. En cuanto a la línea 67, se anulan provisionalmente las paradas de Ramón y Cajal-Bailén y Estació del Nord-Bailén, con lo cual, su recorrido seguirá por el túnel de Germanías, calle Russafa y calle Xàtiva, vías donde se establecerán las paradas provisionales.

En cuanto a las paradas de Metrobus, se trasladan provisionalmente a la calle Sant Vicent Màrtir número 111 y enfrente de la estación de Joaquín Sorolla

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Valencia

El duelo de un pueblo no se gobierna con mentiras: es hora de que Carlos Mazón dimita

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El duelo de un pueblo no se gobierna con mentiras: es hora de que Carlos Mazón dimita
El president de la Generalitat, Carlos Mazón. EFE/ Biel Alino/Archivo

La catástrofe desencadenada por la DANA del 29 de octubre de 2024 en la Comunitat Valenciana, que dejó un lacerante saldo de más de 229 víctimas, no puede quedar impune. Más allá del dolor humano y de la reconstrucción material, está la responsabilidad política. Y en ese terreno, Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, acumula mentiras, contradicciones y el profundo desgarro de quienes lo perdieron todo. Por dignidad, por ética y por justicia, Mazón debe dimitir.

Una gestión inexcusable

Cuando la alerta roja estaba activada, Mazón estaba ausente del lugar que le correspondía. Según los informes oficiales, llegó al comité de crisis (CECOPI) a las 20:28 horas, cuando ya se había emitido la alerta a la población minutos antes. No fue un “error de agenda”, sino un fallo estructural que costó vidas.

Mientras Valencia vivía una riada devastadora, el presidente se encontraba en una comida privada en lugar de supervisar la emergencia. Su entorno lo justificó como una reunión de trabajo, pero el contexto lo desmiente: fue ausencia, negligencia y falta de liderazgo.

La falta de movilización de efectivos tampoco puede justificarse. Los informes cruzados detectan irregularidades en el número de bomberos y medios activados. Cuando una emergencia reclama transparencia, los datos confusos o manipulados son una afrenta.

Mentiras, contradicciones y silencio

Mazón ha intentado derivar responsabilidades hacia la Agencia Estatal de Meteorología o la Confederación Hidrográfica del Júcar, en lugar de asumir el liderazgo que su cargo exige. Cuando el caos se instala, quien gobierna debe estar al frente, no buscando culpables.

Peor aún, ha ofrecido versiones cambiantes sobre su paradero, sus llamadas y las decisiones adoptadas aquel día. La investigación judicial avanza con pruebas que desmontan la versión oficial. Cuando un líder debe explicar dónde estaba durante una tragedia, el problema ya no es circunstancial: es estructural.

Las víctimas, traicionadas

No basta con lamentar lo sucedido cuando la dignidad exige acción. Las asociaciones de víctimas han expresado su malestar y exigido respeto ante la falta de explicaciones claras. “Estar con las víctimas también implica asumir responsabilidades”, repiten familiares que aún esperan una disculpa sincera.

No es solo la ausencia inicial. Es el desfile de versiones, el silencio, la falta de empatía y la reconstrucción lenta. Mientras las familias siguen llorando, el presidente intenta sostener su imagen pública como si nada hubiera ocurrido.

La única salida digna: la dimisión

Integridad política. Quien incumple los principios básicos de responsabilidad pierde la legitimidad para seguir al frente.

Justicia para las víctimas. Pedir perdón no basta cuando no se explica con claridad, cuando no se asumen errores ni se ofrecen soluciones. Las víctimas merecen que se depuren responsabilidades reales.

Confianza institucional. La credibilidad de la Generalitat se resquebraja cuando su presidente ofrece explicaciones tardías, contradictorias y evasivas. Eso no solo afecta a Mazón, afecta a toda la Comunitat Valenciana.

Renovación del liderazgo. El desastre del 29-O no puede cerrarse con un “sigo al mando”. Hace falta un relevo que reconstruya no solo los territorios inundados, sino también la confianza de los ciudadanos.

La responsabilidad compartida

Los silencios cómplices también pesan. Los partidos que sostienen a Mazón deben preguntarse si su apoyo es ético o meramente político. Cada día que pasa sin rendir cuentas es una herida más para las víctimas y una mancha más para las instituciones.

La dimisión no sería una derrota política, sino un acto de respeto hacia los que sufrieron, hacia los que murieron y hacia toda una sociedad que exige transparencia y verdad.

La tragedia del 29 de octubre no son solo cifras. Son vidas, familias, municipios arrasados y una sociedad herida. Carlos Mazón mantuvo su comida en El Ventorro cuando la provincia se inundaba, cambió versiones cuando se investigaba y continúa en el cargo pese al clamor ciudadano.

Por integridad, por dignidad, por justicia: Carlos Mazón debe dimitir.
Y quienes lo sostienen, deberían preguntarse si su silencio también los convierte en responsables.

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