València, 12 mar (EFE).- Las primeras Fallas «normales» desde 2019 afrontan su semana grande con todos los preparativos a punto, con las mascarillas obligatorias para aglomeraciones como único vestigio de las restricciones por covid que marcaron el ensayo festivo del pasado septiembre, y el miedo a que el mal tiempo las condicione.
La mayoría de comisiones falleras ha empezado ya a montar sus fallas por cada barrio -la «plantà» oficial de todas ellas es entre el martes y el miércoles-, acompañadas por grandes carpas, luces festivas y churrerías, para dejar claro que València, y otros municipios de la provincia, así como algunos de Castellón y de Alicante, quiere volver a vivir al 100 % sus fiestas grandes, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, como antes de la pandemia.
LA PANDEMIA QUE LO CAMBIÓ TODO
En 2020, el avance de la covid-19 y la inminente declaración del estado de alarma hicieron que el 10 de marzo, con muchas fallas ya montadas en las calles y el calendario festivo en marcha desde finales de febrero, la Generalitat decretara su suspensión; después se intentó que fueran en julio, pero el tsunami de la pandemia cercenó toda posibilidad y el año quedó en blanco para las Fallas.
Llegó 2021 y la covid obligó de nuevo a aplazar las fiestas de marzo -enero y febrero fueron los peores meses de toda la pandemia en la Comunitat Valenciana- pero el efecto de la vacunación y un horizonte general más optimista permitieron planear, entre Sanidad y el Ayuntamiento con la implicación directa del sector, un simulacro fallero del 1 al 5 de septiembre. Y fue un éxito.
UNAS FALLAS VERANIEGAS
Salvo la gota fría que casi arruinó la «plantà» de los monumentos grandes, esos «actos falleros, no Fallas», como insistía en calificarlas el alcalde de València, Joan Ribó, fueron, todavía con el calor veraniego y ambiente general de vacaciones, un ejemplo de convivencia entre las amplias restricciones que aún había entonces -incluyendo toque de queda desde la una de la madrugada- y las ganas colectivas que había de fiesta y volver a una relativa normalidad.
Salió todo tan bien, sin picos posteriores de contagios de covid y todo dentro del programa reducido de actos -sin las mascletaes en la plaza del Ayuntamiento sino disparadas en secreto en diferentes barrios cada día, sin pirotecnia nocturna, con una Ofrenda de mínimos y la Cremà sin público-, que para este marzo «normal» se han cogido algunas de esas innovaciones organizativas.
LA NORMALIDAD POSPANDEMIA
La plaza del Ayuntamiento, «kilómetro cero» del paseo fallero, ha vuelto este año a acoger las multitudinarias mascletaes a las dos de la tarde pero cada noche del fin de semana de marzo se disparan también -aunque la lluvia ha suspendido ya varias- en distintos barrios para descentralizar la fiesta, y la próxima semana vuelven los castillos nocturnos de fuegos artificiales en el antiguo cauce del río, que tendrán su culmen el viernes con la Nit del Foc.
Además, la Ofrenda vuelve -si la meteorología lo permite, pues los pronósticos apuntan que desde el lunes soplará fuerte viento y es posible que llueva prácticamente todos los días de la semana– en todo su esplendor y emotividad, con una previsión de 93.000 falleros asistentes entre la tarde del jueves y la del viernes para completar con sus ramos y canastillas el gigantesco manto floral de su patrona, la Mare de Déu dels Desamparats, «la Geperudeta».
Y la Cremà nocturna de las fallas se hará con el horario que estrenó en septiembre, dos horas antes de lo normal: se hizo por el toque de queda de entonces, pero la acogida fue tan buena que la experiencia pasa a ser tendencia. A la noche del último día se llega ya con las fuerzas mermadas y se agradece no acabar de madrugada.
Este año también se celebra de nuevo la Feria taurina de Fallas -suspendida desde 2020-, para la que la nueva empresa gestora de la plaza de la calle Xàtiva ha programado cuatro corridas, una de rejones y dos novilladas (una de ellas sin caballos) entre este domingo y el próximo sábado con Morante, Roca Rey y Manzanares (por partida doble) como principales reclamos.
Durante la próxima semana volverán a vivirse las emociones de las comisiones que ven premiadas sus fallas e indultados los ninots más votados por el público para salvarse del fuego del sábado 19; las lágrimas de las falleras al entrar en la plaza de la Virgen para dejar sus flores a su patrona, y las riadas de turistas visitando sobre todo las 12 fallas de la sección Especial, que este año suman un presupuesto total de 2.835.000 euros entre grandes e infantiles.
Testigo diario de las multitudinarias mascletaes y la última que se quemará el sábado, la falla municipal (como siempre, fuera de concurso) se vuelca este año en el cambio climático y el medioambiente; su lema es «Protegeix allò que estimes» (protege aquello que amas, de Jacques Cousteau), es obra de Alejandro Santaeulalia y el artista urbano Dulk, tiene 22 metros de alto y el Ayuntamiento ha pagado 205.000 euros por ella.
GANAS DE DISFRUTAR PERO CON UCRANIA EN EL CORAZÓN
Si las Fallas de 2021 fueron un trámite para sortear de alguna forma los rigores aún dramáticos de la pandemia, las de este año se perfilan como las del reencuentro o la recuperación emocional de la fiesta, como las califica el president de la Generalitat, Ximo Puig.
Simbolizan así el ansia por regresar a la vida colectiva en torno a unas tradiciones mediterráneas mundialmente famosas y que, a última hora, miran también con tristeza y rabia hacia Ucrania, donde el azul y amarillo de su bandera se han dejado ver en el humo de mascletaes y el «No a la guerra» es ya un lema masivo.
Todo ello en el marco de la solidaridad mostrada ya por la sociedad valenciana hacia los cientos de refugiados que se alojan ya en esta tierra huyendo de la guerra, y con la gran preocupación de los sectores económicos -también falleros- por sus repercusiones.
Carlos Bazarra
Tienes que estar registrado para comentar Acceder