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Muere por un tumor Sortuda, la leona matriarca de Bioparc València

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Muere por un tumor Sortuda, la leona matriarca de Bioparc València
Leonas en su recinto, en una imagen difundida por Bioparc.

València, 10 may (EFE).- La leona matriarca de Bioparc València, Sortuda, ha fallecido a sus casi 17 años tras diagnosticarle un osteosarcoma del maxilar con metástasis en pulmón, un tumor maligno sobre el que no se podía aplicar tratamiento, según ha informado el zoológico.

Sortuda llegó desde el Jardim Zoológico de Lisboa para formar un grupo reproductor de la subespecie león de Angola (Panthera leo bleyenberghi), y desde entonces y hasta el final ha estado ejerciendo de matriarca de la manada, mostrando su rol de cohesión y una cariñosa actitud.

Parte de su descendencia ha ido trasladándose a otros parques de animales, mientras que sus hijas, Tata y Shanga, han permanecido en el Bioparc y junto con Luana y Lubango forman la familia de leones del parque.

La leona matriarca comenzó a llamar la atención cuando le creció una melena que le hacía asemejarse a un joven león macho; tras las oportunas pruebas, el equipo veterinario determinó que unos quistes ováricos le estaban produciendo una alteración hormonal que le hacía masculinizarse y profería un carácter todavía más dominante.

Por ello, decidieron operarle para extirpar los ovarios, provocándole una disminución de esta anomalía y, pese a su edad avanzada, Sortuda se manifestaba tan vital como de costumbre.

A principios de este año, se observó algún problema en su dentadura por el sangrado de uno de los colmillos, lo que motivó una nueva intervención para extraerlo; en ese momento, según Bioparc, «nada hacía presagiar que el problema pudiera ser más grave», pero las radiografías y análisis posterior fueron determinantes para diagnosticar un osteosarcoma del maxilar con metástasis en pulmón, un tumor maligno sobre el que no se podía aplicar tratamiento.

Durante estos meses Sortuda mantenía muy buena condición física y apetito, pero finalmente comenzó a ser evidente su deterioro. Los cuidadores del zoológico le fueron suministrando todos los medicamentos posibles para los síntomas que iban apareciendo y paliativos para el dolor hasta que hubo que tomar la difícil decisión de practicarle una eutanasia.

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Valencia

El duelo de un pueblo no se gobierna con mentiras: es hora de que Carlos Mazón dimita

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El duelo de un pueblo no se gobierna con mentiras: es hora de que Carlos Mazón dimita
El president de la Generalitat, Carlos Mazón. EFE/ Biel Alino/Archivo

La catástrofe desencadenada por la DANA del 29 de octubre de 2024 en la Comunitat Valenciana, que dejó un lacerante saldo de más de 229 víctimas, no puede quedar impune. Más allá del dolor humano y de la reconstrucción material, está la responsabilidad política. Y en ese terreno, Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, acumula mentiras, contradicciones y el profundo desgarro de quienes lo perdieron todo. Por dignidad, por ética y por justicia, Mazón debe dimitir.

Una gestión inexcusable

Cuando la alerta roja estaba activada, Mazón estaba ausente del lugar que le correspondía. Según los informes oficiales, llegó al comité de crisis (CECOPI) a las 20:28 horas, cuando ya se había emitido la alerta a la población minutos antes. No fue un “error de agenda”, sino un fallo estructural que costó vidas.

Mientras Valencia vivía una riada devastadora, el presidente se encontraba en una comida privada en lugar de supervisar la emergencia. Su entorno lo justificó como una reunión de trabajo, pero el contexto lo desmiente: fue ausencia, negligencia y falta de liderazgo.

La falta de movilización de efectivos tampoco puede justificarse. Los informes cruzados detectan irregularidades en el número de bomberos y medios activados. Cuando una emergencia reclama transparencia, los datos confusos o manipulados son una afrenta.

Mentiras, contradicciones y silencio

Mazón ha intentado derivar responsabilidades hacia la Agencia Estatal de Meteorología o la Confederación Hidrográfica del Júcar, en lugar de asumir el liderazgo que su cargo exige. Cuando el caos se instala, quien gobierna debe estar al frente, no buscando culpables.

Peor aún, ha ofrecido versiones cambiantes sobre su paradero, sus llamadas y las decisiones adoptadas aquel día. La investigación judicial avanza con pruebas que desmontan la versión oficial. Cuando un líder debe explicar dónde estaba durante una tragedia, el problema ya no es circunstancial: es estructural.

Las víctimas, traicionadas

No basta con lamentar lo sucedido cuando la dignidad exige acción. Las asociaciones de víctimas han expresado su malestar y exigido respeto ante la falta de explicaciones claras. “Estar con las víctimas también implica asumir responsabilidades”, repiten familiares que aún esperan una disculpa sincera.

No es solo la ausencia inicial. Es el desfile de versiones, el silencio, la falta de empatía y la reconstrucción lenta. Mientras las familias siguen llorando, el presidente intenta sostener su imagen pública como si nada hubiera ocurrido.

La única salida digna: la dimisión

Integridad política. Quien incumple los principios básicos de responsabilidad pierde la legitimidad para seguir al frente.

Justicia para las víctimas. Pedir perdón no basta cuando no se explica con claridad, cuando no se asumen errores ni se ofrecen soluciones. Las víctimas merecen que se depuren responsabilidades reales.

Confianza institucional. La credibilidad de la Generalitat se resquebraja cuando su presidente ofrece explicaciones tardías, contradictorias y evasivas. Eso no solo afecta a Mazón, afecta a toda la Comunitat Valenciana.

Renovación del liderazgo. El desastre del 29-O no puede cerrarse con un “sigo al mando”. Hace falta un relevo que reconstruya no solo los territorios inundados, sino también la confianza de los ciudadanos.

La responsabilidad compartida

Los silencios cómplices también pesan. Los partidos que sostienen a Mazón deben preguntarse si su apoyo es ético o meramente político. Cada día que pasa sin rendir cuentas es una herida más para las víctimas y una mancha más para las instituciones.

La dimisión no sería una derrota política, sino un acto de respeto hacia los que sufrieron, hacia los que murieron y hacia toda una sociedad que exige transparencia y verdad.

La tragedia del 29 de octubre no son solo cifras. Son vidas, familias, municipios arrasados y una sociedad herida. Carlos Mazón mantuvo su comida en El Ventorro cuando la provincia se inundaba, cambió versiones cuando se investigaba y continúa en el cargo pese al clamor ciudadano.

Por integridad, por dignidad, por justicia: Carlos Mazón debe dimitir.
Y quienes lo sostienen, deberían preguntarse si su silencio también los convierte en responsables.

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