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Pensionistas: El talento olvidado de las canas, por @JoseSorzano
Publicado
hace 7 añosen

José Antonio Sorzano Escavy.
Foro de Opinión: José Luis Sampedro.
A uno se le empiezan ya a hinchársele dicho educadamente las narices, por no decir los cojones, al ver el desprecio y la inmisericorde manera que tienen nuestros políticos o actual clase dirigente, de tratar de ponerle fin a la cada vez más alarmante precariedad económica de nuestros queridos y canosos pensionistas.
Y es que al mas “pintao” con un poco de sensibilidad, se le parte el alma al ver juntos de la mano al listo de Rajoy y al guapito de Rivera, como casi con las lagrimas en los ojos y sumidos en un éxtasis patriótico de difícil definición, felicitar a Marta Sánchez, como autora y cantante de la nueva y “emotiva letra” de nuestro himno nacional. Letra que haría revolverse de envidia en su tumba al mismísimo, José María Peman, autor de otra de esas “pelotilleras” letras dedicadas al Caudillo, no menos aplaudida y celebrada igualmente por la derechona franquista de aquel entonces. Y conste que no seré yo el que se ponga a estas alturas a criticar despiadadamente la ocurrencia musical de la “buenaza” de Marta Sánchez, ni los colores de nuestra bandera, ni la horrible música de nuestro himno, entre otras razones porque son los nuestros, como así lo han hecho lanzándose sin piedad alguna al pescuezo de la rubia cantante , como no podía ser de otra manera, los nuevos “bolcheviques”, “chavistas” y demás especies carpetovetónicas anti sistema y anti todo lo que se menee. Pero es que de las emocionadas y patrióticas lagrimas de Rajoy y el guapo de Riverita, a atizarle en plena sesera a la pobre Marta por su ocurrencia musical, creo que hay una prudencial distancia donde debería de reinar el respeto y benevolencia hacia el que no piensa ni “canta” como uno quisiera, por muy mala y cursi que nos parezca la letra y música de la pieza patriótica en cuestión.
Y me refiero a todo este despropósito, porque mientras los unos celebraban con entusiasta y emocionada vehemencia la letra del himno, y los otros reclamaban llenos de “ira” prácticamente el cadalso para la autora , miles y miles de jodidos y ninguneados pensionistas, se manifestaban a lo largo y ancho de toda España, en contra de la humillante subida del 0,25% de sus ya pequeñas y desvalorizadas pensiones de mierda, sin que apenas nadie de esta nueva aristocracia política de izquierdas o de derechas, les hicieran ni el mas mínimo ni pajolero caso.
Me hace mucha gracia el hecho de que algunos que ahora ponen a parir a Rajoy y a Fátima Bañez, por la tomadura de pelo que ha supuesto la subida del 0,25% de las pensiones, en su día, no hace tanto tiempo, fueran los mismos diputados socialistas que votaron a favor de la congelación de dichas pensiones. Congelación propuesta por aquel entonces el presidente Rodríguez Zapatero.
Y eso por no hablar de los nuevos salvapatrias como es el señor de la “Coleta”, así como el “guapito Rivera”. El primero más preocupado por cargarse la monarquía del Borbón Felipe VI, a través de esas grandes dosis de moderno populismo ya no se sabe muy bien si “Chavista”, “Madurista” “Leninista”, “Estalinista” o vete tú a saber de dónde coño lo está importando en estos momentos, que por presentar algún proyecto serio y viable para poder solucionar la vida presente y futura de 10 millones de puteados y canosos pensionistas. Y el segundo, me refiero a Riverita, más preocupado en ir engordando su granero de votos a costa del PP, a base del consabido mensaje constitucionalista y patriotero que tanto rédito le está dando. Sobre todo, gracias a la locura de los descerebrados y majarones independentistas catalanes. Pero del autentico drama económico y social de España como son las pensiones de nuestros mayores, ni media palabra. Ahora bien, seguro que se quedaran todos afónicos y sin saliva pidiendo el voto de nuestros pensionistas cuando lleguen las próximas elecciones.
Y si, me refiero a esos casi 10 millones de auténticos héroes, gracias a los cuales España se ha podido levantar en estos últimos 40 años, a pesar de todas sus dificultades y, sobre todo, de su larga nomina de chorizos, ventajistas y jetas consumados y consumidos por su propia avaricia.
Esos héroes, muchos de ellos trabajando pluriempleados 12 horas diarias, para sacar a sus familias adelante y poder darles a sus hijos la formación y estudios que ellos no tuvieron. O esas heroínas, que a base de alargar y economizar al máximo el salario familiar, pudieron darle de comer y vestir dignamente a toda la familia. Y sí, estoy seguro que son estos héroes y heroínas los que realmente tendrían que coger las riendas de nuestro país, seguro que otro gallo nos cantaría a todo el conjunto de los españoles.
Se olvida la casta política de la derechona de siempre y de la nueva, así como de la vieja y nueva izquierda, que al igual que unos cuantos le sacaron mucho rédito electoral al movimiento de los indignados del 15-M, en estos momentos no todo el colectivo de los 10 millones de pensionistas, son abuelos más o menos discapacitados a los que se les pueda seguir engañando y manejando al antojo del politicastro de turno. En estos momentos, más de tres millones están en la franja de edad de los 65 a 70 años. De los cuales, más de un millón son personas universitarias muy cualificadas, formadas y preparadas la mayoría de ellas en sus antiguos empleos: catedráticos, abogados, médicos, ingenieros, funcionarios, etc. Así como una gran cantidad de personal aun relativamente joven de diferentes marchamos profesionales, que ante tanta injusticia y tomadura de pelo por la clase gobernante, no se pensarían dos veces poder incorporarse a la vida política para así poder acabar con tanta cabronada social y económica para con las canas, talento y experiencia acumulada de nuestras clases pasivas, pero no muertas.
Dicho lo cual, después de las manifestaciones del pasado 22-F, simplemente me queda quitarme el sombrero ante estos 10 millones de héroes, que están demostrando en la actualidad a esa juventud igualmente puteada, que sin legitima protesta no hay manera de moverle el sillón a los “comepanes” y “vividores” profesionales de la política, que desde sus puestos y nuestros votos se arreglan magníficamente sus vidas, mientras joden las de los demás sin ningún miramiento.
Yo les preguntaría en sede parlamentaria a toda esta panda que ostenta el poder real, que coño están haciendo para frenar el corrupto fraude fiscal que asciende a 90.000 millones de euros ANUALES, mientras a los pensionistas solo les suben un vergonzoso 0,25% de sus pensiones de mierda. Todo ello, después de haber estado trabajando y cotizando toda su vida. Pero eso sí, todos estos “comepanes” de la política a seguir votando y arreglándose todos los años el saquito de su pasta, desde las instituciones que ellos mismos dirigen y manejan.
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El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.
A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.
En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.
Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.
Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.
No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.
En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.
En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.
De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.
Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.
Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.
El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .
Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.
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