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Sin cantar ni afinar, C. Tangana también triunfa en festivales

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Sin cantar ni afinar, C. Tangana también triunfa en festivales
El músico y cantante Antón Álvarez, mas conocido como "C. Tangana", durante su actuación en el Spring Festival en Alicante. EFE/Manuel Lorenzo
Alicante, 29 may (EFE).- Ni canta, ni afina, o eso dicen, porque a pesar de ello, C. Tangana ha vuelto a triunfar, esta vez en su primer festival del verano, el Spring Festival de Alicante, al que ha llevado un nuevo show, que no es sino la versión reducida de su ‘Sin cantar ni afinar tour’. Y es que si algo funciona, mejor no tocarlo.

El resultado de este primer festival para el madrileño fue el mismo que el de un concierto: el éxito del artista del momento, que empezó su actuación con «Still Rapping» para demostrar que no había perdido su esencia y que siguió con «Te olvidaste», en un show en el que no se dejó ninguno de sus -muchos- éxitos y que estuvo acompasado en todo momento por un castillo de fuegos artificiales.

Antón Álvarez (Madrid, 1992), que comenzó quince minutos más tarde de su hora prevista, empezó sentado en una de las cuatro mesas que presidían el escenario y que con mucho mimo había tapado una cortina que no dejaba ver la escenografía de ‘El Madrileño’ en su primer festival en 2022, ante la espera atenta de los más de 15.000 asistentes que le esperaban.

De esas cuatro mesas, cada una de ellas con su botella de tequila, aparecían figurantes, músicos y artistas secundarios, que no hacían más que acompañar la actuación del actor protagonista, el «Pucho», que encendió a sus fans con «Cambia!» y continuó con «Comerte entera».

Su ritmo flamenco apareció más tarde, después de cantar la bachata de «Ateo» y «Párteme la cara», que sirvió para cambiar la puesta de escena inicial, aunque lo cierto es que el cantante madrileño no entiende de géneros.

Solo quedó una mesa, presidida por él mismo, y fue en ese momento cuando apareció su actuación más flamenca. Era un concierto fluido, engrasado pese a ser el primero en un festival y al que aún le quedaba más música que ofrecer.

Enfundado en sus gafas de sol, «Me maten» e «Ingobernable» fueron los siguientes temas en aparecer sobre la tarima principal del Multiespacio Rabasa, mientras que «No estamos lokos», acompañado de muchos de los músicos que complementaban a C. Tangana, sirvió para que las palmas imperaran sobre Alicante.

«Nunca estoy», «Tú me dejaste de querer» o «Antes de que muera yo» fueron otras de las más de veinte canciones que cantó, y sobre todo representó, sobre Alicante el artista español, que cerró su show con «Un veneno», antes de lanzar champán sobre los asistentes.

LA ELECTRÓNICA TOMÓ EL CONTROL DURANTE LA TARDE

Antes, a eso de las 19.10 horas, un electrónico Guitarricadelafuente estrenó el escenario principal con su nuevo disco, La Cantera. Una silla de enea, una guitarra y cuatro músicos le bastaron para presentar sus nuevas canciones.

Empezó sin guitarra, con temas como «Ya mi mama me decía», pero pronto la necesitó para dar rienda suelta a sus raíces aragonesas, con «La Filipina», y ya no la soltó. Aunque sin renunciar a los toques electrónicos que inundan su nuevo disco, el de Benicàssim (Castellón) encendió el alma de las más de 5.000 personas presentes, sobre todo con “Caballito”, tras la que fue aclamado.

No necesitó ni «Nana triste» ni «Cerrado por Derribo» para triunfar. Así, sin triunfos ajenos, «Guantanamera» significó su adiós, pero antes había prometido irse tras «A carta Cabal» y también con «A mi manera», que sí que significó el adiós de sus músicos.

Tras Guitarricadelafuente, fueron Enriro Dj y Arde Bogota quienes compitieron en escenarios distintos por el público, que a eso de las 20 horas ya llenaba Rabasa y que tenía dónde elegir: o a los murcianos Arde Bogotá, con un inicio fulgurante a través de «Dangerous», o los éxitos de las últimas décadas remasterizados por Enriro Dj.

Sin embargo, una actuación que no estaba en cartelera, la final de la Champions, se coló en el festival y el público madridista, que ya no se separó de la barra del bar hasta el inicio de C. Tangana, se congregó en torno al centro del recinto, cuyo bar tenía una pantalla en la que se podía ver la previa del partido.

«Cómo no te voy a querer», cantaban los aficionados madridistas, que se contaban por centenas y cuyos cánticos se mezclaron con el «Aserejé» de aquellos que asistían a la discotequera Enriro Dj.

Pero mientras el partido en París no comenzaba, Zahara no se retrasó y el público disipó la zona del bar para llenar el escenario principal del recinto, que con un show muy electrónico, mucho más que el de Guitarricadelafuente, no decepcionó.

Tras ella y C. Tangana, aún quedará tiempo para disfrutar de Trashi, Dorian y también de Innmir, que a las 4 horas cerrará más de veinte horas de música en directo que han tenido como protagonista a C. Tangana.

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El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia

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El misterio del nicho 1501
El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia

El Cementerio General de València esconde una curiosa historia en la que el amor, la desgracia, el terror y la fortuna se dan la mano. La historia de un nicho, el nicho de Emilia. Un enigmático caso que parece salido de la mente de Edgar Allan Poe Lovecratf, pero que es real y nos vuelve a confirmar que la realidad supera siempre a la ficción.

Para conocer quien descansa en el nicho 1501 y la historia olvidada que allí yace, debemos trasladarnos hasta finales del siglo XIX. Vicente García Valero era un actor y autor teatral nacido a mediados del siglo XIX que se enamoró perdidamente de Emilia Vidal Esteve. A pesar de su juventud, él contaba con 15 años y ella con 13 no tardaron mucho en casarse.

El trabajo de Vicente le llevó a trasladarse a Madrid, donde un día la alegría se transformó en desgracia cuando la joven falleció 1876 por un brote de fiebres tifoideas. 

El misterio del nicho 1501

Su cuerpo fue enterrado en una fosa común debido a que la familia no podía costear los gastos, pero el actor quiso recuperar el cuerpo de su amada costara lo que costara y finalmente logró exhumarla de manera clandestina casi dos años más tarde en el día de Nochebuena de 1877. Cuentan que Vicente tuvo que sobornar con dinero al sacerdote que pocas semanas atrás había enterrado a la chica.

Cuando abrió el féretro, Vicente relató que la joven «parecía como dormida». Tal vez lo viera así fruto de su enamoramiento ya que por el tiempo transcurrido su estado debía ser el de putrefacción y descomposición.

250 pesetas fue el precio que le tocó pagar, sin duda toda una pequeña fortuna para la época, para hacerse con el nicho número 1501 a perpetuidad. Y allí en el Cementerio General de València descansa desde entonces.

El tiempo pasó y Vicente se casó con Ángela, la hermana de su difunta esposa. Pero la historia no queda ahí, ya que el matrimonio tuvo una hija, a la que curiosamente llamaron Emilia, el mismo nombre que el amor de su vida.

Porque Vicente seguía obsesionado con su primera mujer. No la podía olvidar, y así lo demostraba cada año, mandando todos los 1 de noviembre dinero al cementerio para que limpiaran el nicho y lo adornaran de flores, hechos que relata él mismo en su libro ‘Páginas del pasado’.

Pero la desgracia volvió de nuevo a su vida con la muerte de su hija a la edad de 4 años y la de su esposa. Duro es el testimonio de un cartero, que fue testigo de la muerte de la pequeña cuando acudió a la casa para entregar un correo y le abrió la puerta Vicente con su hija en brazos. El cartero pensó que la niña estaba dormida y García Valero le respondió «no, está muy dormida, esta muerta.»

Pero en la mente de Vicente permanecía Emilia. No podía olvidar su recuerdo y tal vez fuera por eso que se volviera a casar con la otra hermana, Amparo. ¿Buscaba en ellas a su amada?

El décimo 1501

Si el relato hasta el momento es ya sorprendente todavía faltaba una última vuelta de tuerca. Un nuevo giro que hace de esta, una historia increíble pero cierta. Vicente, dedicó su vida al teatro, repartiendo su tiempo entre Madrid y València, pero tomando como residencia la capital de España. Allí le inundó la pena y tristeza por estar tan lejos del nicho de su amor a pesar de encargarse desde la distancia de su cuidado.

Hasta que un día dejó de enviar dinero. Era el 1 de noviembre de 1911 y su situación económica había empeorado por lo que no pudo hacer que limpiaran la lápida y le colocaran flores. Pero por fin a Vicente García Valero le iba a sonreír la suerte. El destino o lo que ahora llaman karma o tal vez, quien sabe si su amor, le iba a devolver todo el cariño que le había dedicado Vicente durante años.

Caminando por una administración de lotería próxima al teatro Apolo, Vicente vio un décimo y lo compró. Era el 1501.  En el sorteo del 10 de octubre de 1912 su número fue premiado con 6000 pesetas de la época. “Tantos años enviando dinero a mi amada y ahora es ella la que me lo devuelve”, exclamó Vicente según narra en su libro de memorias.

Ahora Vicente podía seguir pagando los arreglos y cuidados de la lápida cada 1 de noviembre. Y así lo hizo hasta que le llegó la muerte en Madrid el 12 de octubre de 1927. Y allí lejos de su amada se piensa que está enterrado.

Hoy en día nadie se acuerda ya del nicho 1501. La inscripción de la lápida está casi borrada por el paso del tiempo. “Recuerdo de V. García Valero” se puede leer.

Pero desde hace unos años, alguien coloca flores en el nicho 1501…

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