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VÍDEO| La torre de Santa Catalina sube su campana mayor 

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Un operario trabaja en la subida a la torre de Santa Catalina de la nueva campana mayor y las otras cinco restauradas. EFE/Biel Aliño

València, 10 abr (OFFICIAL PRESS-EFE).- La iglesia de Santa Catalina Mártir de Valencia ha empezado a subir este miércoles a su famosa torre su campana mayor, la «Santa Catalina» o «la Gerra», y otras cinco piezas restauradas, que antes han estado expuestas a los pies del emblemático campanario para ser contempladas y fotografiadas «in situ».

Pasadas las 9 horas ha comenzado el ascenso de las campanas a la torre, con la campana mayor en primer lugar, que se ha fundido y estará colocada en el hueco principal del campanario, alineado con la calle de la Paz, donde inicialmente estuvo la campana mayor original hasta que fue fundida en los primeros años del siglo XX.

Los nombres de las campanas

Junto a ella la torre contará, a partir de ahora, con otras cinco campanas más que han sido restauradas en los talleres de campanas de Gabriel Rivera en Montehermoso (Cáceres) y bautizadas como «El Peret», «San Eloy», «María de la Asunción», «Juliana Clara» y «Jesús, María y José».

Este primer conjunto de seis bronces completa una parte del proyecto de recuperación de campanas inglesas de la torre de Santa Catalina impulsado por la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, que atienden el templo desde 1950, el Arzobispado de Valencia y la Asociación Cultural «Mestres Campaners».

Las campanas sonarán por primera vez con volteos el día de la festividad de la Virgen de los Desamparados, el próximo 12 de mayo, para lo que se utilizará el toque manual, reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

La campana «Santa Catalina» y sus hermanas menores

La campana «Santa Catalina», de nueva fundición, tiene un peso de 1.810 kilos con un diámetro de 146,5 centímetros y es de estilo inglés, similar a la campana original, con el yugo de madera de estilo valenciano y badajo de forja.

Cuenta con herrajes para el volteo manual y tiene un martillo de toque electrificado. Es la campana mayor y seguirá conservando su denominación popular, “la Gerra”, por su forma de tinaja invertida.

La campana «El Peret», también de nueva manufactura, pesa 117 kilos y tiene un diámetro de 55 centímetros. Fue costeada por colecta popular, fundida y bendecida en 2019, gracias a la Asociación de «Mestres Campaners». Estará instalada sobre las vigas de madera centrales del interior del cuerpo de campanas y también es de estilo inglés.

Junto a estas nuevas figuran dos ya existentes, que ahora han sido restauradas: la campana «San Eloy», que fue fundida en 1846 y financiada por el gremio de plateros de la ciudad, con 209 kilos de peso y 71 centímetros de diámetro y que ocupará el hueco noroeste, y la «María de la Asunción», fundida en 1950, con 119 kilos y que estará en el hueco sureste.

Junto a ellas estarán las campanas donadas por el Arzobispado, la «Juliana Clara», fundida en 1804, de 96 kilos y 55 centímetros de diámetro, y la «Jesús, María y José», la más pequeña, fundida en 1789, de 26,5 kilos y 34 centímetros de diámetro.

122.000 euros para la primera fase de restauración

El vicepresidente primero y conseller de Cultura y Deporte, Vicente Barrera, ha asistido a la recepción de las campanas de la torre de Santa Catalina que permitirán la recuperación del toque manual tradicional y en cuya primera fase de restauración se ha invertido más de 122.000 euros.

Esta primera fase se completará con la recuperación del resto de campanas en una segunda fase cuyo estudio de viabilidad comenzará en breve, según la Generalitat.

Barrera ha explicado que, además de este proyecto de recuperación de las campanas de Santa Catalina, está previsto acometer las obras en la cubierta de las capillas y naves laterales de la iglesia «donde existen algunos problemas de humedades, que están afectando a algunos puntos concretos en el interior del templo».

 

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El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia

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El misterio del nicho 1501
El misterio del nicho 1501 del cementerio de Valencia

El Cementerio General de València esconde una curiosa historia en la que el amor, la desgracia, el terror y la fortuna se dan la mano. La historia de un nicho, el nicho de Emilia. Un enigmático caso que parece salido de la mente de Edgar Allan Poe Lovecratf, pero que es real y nos vuelve a confirmar que la realidad supera siempre a la ficción.

Para conocer quien descansa en el nicho 1501 y la historia olvidada que allí yace, debemos trasladarnos hasta finales del siglo XIX. Vicente García Valero era un actor y autor teatral nacido a mediados del siglo XIX que se enamoró perdidamente de Emilia Vidal Esteve. A pesar de su juventud, él contaba con 15 años y ella con 13 no tardaron mucho en casarse.

El trabajo de Vicente le llevó a trasladarse a Madrid, donde un día la alegría se transformó en desgracia cuando la joven falleció 1876 por un brote de fiebres tifoideas. 

El misterio del nicho 1501

Su cuerpo fue enterrado en una fosa común debido a que la familia no podía costear los gastos, pero el actor quiso recuperar el cuerpo de su amada costara lo que costara y finalmente logró exhumarla de manera clandestina casi dos años más tarde en el día de Nochebuena de 1877. Cuentan que Vicente tuvo que sobornar con dinero al sacerdote que pocas semanas atrás había enterrado a la chica.

Cuando abrió el féretro, Vicente relató que la joven «parecía como dormida». Tal vez lo viera así fruto de su enamoramiento ya que por el tiempo transcurrido su estado debía ser el de putrefacción y descomposición.

250 pesetas fue el precio que le tocó pagar, sin duda toda una pequeña fortuna para la época, para hacerse con el nicho número 1501 a perpetuidad. Y allí en el Cementerio General de València descansa desde entonces.

El tiempo pasó y Vicente se casó con Ángela, la hermana de su difunta esposa. Pero la historia no queda ahí, ya que el matrimonio tuvo una hija, a la que curiosamente llamaron Emilia, el mismo nombre que el amor de su vida.

Porque Vicente seguía obsesionado con su primera mujer. No la podía olvidar, y así lo demostraba cada año, mandando todos los 1 de noviembre dinero al cementerio para que limpiaran el nicho y lo adornaran de flores, hechos que relata él mismo en su libro ‘Páginas del pasado’.

Pero la desgracia volvió de nuevo a su vida con la muerte de su hija a la edad de 4 años y la de su esposa. Duro es el testimonio de un cartero, que fue testigo de la muerte de la pequeña cuando acudió a la casa para entregar un correo y le abrió la puerta Vicente con su hija en brazos. El cartero pensó que la niña estaba dormida y García Valero le respondió «no, está muy dormida, esta muerta.»

Pero en la mente de Vicente permanecía Emilia. No podía olvidar su recuerdo y tal vez fuera por eso que se volviera a casar con la otra hermana, Amparo. ¿Buscaba en ellas a su amada?

El décimo 1501

Si el relato hasta el momento es ya sorprendente todavía faltaba una última vuelta de tuerca. Un nuevo giro que hace de esta, una historia increíble pero cierta. Vicente, dedicó su vida al teatro, repartiendo su tiempo entre Madrid y València, pero tomando como residencia la capital de España. Allí le inundó la pena y tristeza por estar tan lejos del nicho de su amor a pesar de encargarse desde la distancia de su cuidado.

Hasta que un día dejó de enviar dinero. Era el 1 de noviembre de 1911 y su situación económica había empeorado por lo que no pudo hacer que limpiaran la lápida y le colocaran flores. Pero por fin a Vicente García Valero le iba a sonreír la suerte. El destino o lo que ahora llaman karma o tal vez, quien sabe si su amor, le iba a devolver todo el cariño que le había dedicado Vicente durante años.

Caminando por una administración de lotería próxima al teatro Apolo, Vicente vio un décimo y lo compró. Era el 1501.  En el sorteo del 10 de octubre de 1912 su número fue premiado con 6000 pesetas de la época. “Tantos años enviando dinero a mi amada y ahora es ella la que me lo devuelve”, exclamó Vicente según narra en su libro de memorias.

Ahora Vicente podía seguir pagando los arreglos y cuidados de la lápida cada 1 de noviembre. Y así lo hizo hasta que le llegó la muerte en Madrid el 12 de octubre de 1927. Y allí lejos de su amada se piensa que está enterrado.

Hoy en día nadie se acuerda ya del nicho 1501. La inscripción de la lápida está casi borrada por el paso del tiempo. “Recuerdo de V. García Valero” se puede leer.

Pero desde hace unos años, alguien coloca flores en el nicho 1501…

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