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’27 de marzo … y entonces sucedió que …’, por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

…….corría el año 1977, entonces era domingo, de hace ya cuarenta años, de aquellos días en los que en la presidencia del gobierno, desde el pasado mes de julio y por encargo del rey, tras la dimisión de Arias Navarro, se encontraba un “joven de cuarenta y cuatro años”, desconocido para la mayoría de los españoles, llamado Adolfo Suárez, que preparaba al país para unas elecciones, las primeras que se iban a celebrar, desde el año 36, hacía por tanto cuarenta y un años.

Un domingo en el que no había jornada de fútbol en primera división, pues jugaba un amistoso la selección española contra Hungría, en el estadio José Rico Pérez de Alicante, con todo su aforo vendido, en un partido televisado a partir de las 5 de la tarde, y en el que el seleccionador Kubala ya había anunciado el equipo titular, como ya era habitual, sin grandes novedades, Miguel Ángel, Capón, Pirri, Benito, Camacho, Villar, Del Bosque, Churuca, Juanito, Satrústegui y Rojo, siendo quizá la novedad, la de Juanito, que a sus 22 años y jugando en el Burgos acaba de anunciar su fichaje por el Real Madrid.

A la una y cuarto de la tarde (hora insular), explota una bomba en la floristería del aeropuerto de Gran Canaria, en la bahía de Gando, artefacto que previamente había sido colocado, en el interior de uno de los jarrones que se encontraban en la tienda, al parecer por el “Movimiento Por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC)”, quienes sobre la una de la tarde, mediante llamada telefónica a la terminal de Iberia, habían anunciado la colocación de dos explosivos (autoría de la que posteriormente el fundador del citado grupo, Antonio Cubillo, quiso desmarcarse, argumentando una trama de desprestigio contra sus miembros y reivindicaciones, si bien es cierto, que las pesquisas y el precedente de aquella otra explosión del mes de noviembre anterior, en el centro comercial de Galerías Preciados, llevaban a los investigadores hacía la citada banda).

La detonación hiere de gravedad a la dependienta, Marcelina Sánchez Amador, de 24 años, alcanzando la metralla, preparada en el artilugio detonado, a siete personas más, causándoles heridas leves (uno de estos es el mismo jefe del aeropuerto canario, don Pedro González García).

Ante esta situación, las autoridades deciden el cierre momentáneo del aeropuerto de Gando desviando el tráfico previsto, para esa jornada de domingo, hasta el de “Los Rodeos”, en la isla de Tenerife, construido en 1941, que cuenta con una sola pista de despegue y aterrizaje, con algunas deficiencias estructurales, sin radar de tierra y con una niebla, aquella jornada dominical, muy densa.

A las 13.38, pide pista el  Boeing 747 del comandante Jacob Van Zanten de la compañía KLM, número de vuelo 4805, procedente de Ámsterdam con 380 pasajeros y dieciséis miembros de tripulación a bordo. Aproximadamente media hora más tarde, sobre las 14.15, otro Boeing 747, este de la Pan Am, procedente de Los Ángeles y por medio de su piloto Víctor Grubbs, pide aterrizar, trayendo consigo 234 pasajeros y catorce miembros de tripulación. Cada una de estas naves, de unas dimensiones colosales, con sus setenta metros de longitud, por sesenta de acho y unos veinte de altura aguardan, a pie de pista, para tener confirmación de despegue en cuanto Gando se encuentre de nuevo operativo. Tensa espera que se suponía iba resultar mucho más breve de la que resultó ser. El KLM aprovechando las circunstancias decide realizar un repostaje, llenando cerca de 55.000 litros sus tanques de queroseno.

Reabierto el aeropuerto Gran Canario, el Boeing de la Pan Am pide autorización para efectuar el despegue, pero el KLM, con su maniobra de repostaje bloquea la pista. Volviendo las autoridades a declarar el cierre de aquel, en una nueva espera que se prolongará durante horas. Por fin, a las 16.56 el piloto holandés, Jacob Van Zantem recibe autorización para efectuar la maniobra ansiada de la partida a  la que se sucederán, una serie de instrucciones ambiguas, confusas, imprecisas, indeterminadas y mal entendidas, sin apenas visibilidad, entre la torre y los respectivos comandantes de vuelo que llevarán a ambas naves, a las 17.06 a un fatal desenlace.

Mientras el Jumbo de la KLM inicia esta a plena potencia, el de la Pan Am se movía en sentido contrario, cuando ambas tuvieron contacto visual, a través de la densa niebla, ya era demasiado tarde. Van Zantem intentó levantar la nave, el morro y las ruedas delanteras, por encima del Panam, que en un intento por evitar la colisión había virado hacia la izquierda, en un último intento por escapar, pero una de sus alas colisionó contra el avión estadounidense originándose la catástrofe, considerada como la mayor de toda la historia de la aviación, en la que perdieron la vida 583 personas.

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La misma noche del fatal accidente en el aeropuerto de Tenerife, el presidente chileno, Augusto Pinochet, iba a utilizar un decisivo encuentro de fútbol, entre las selecciones nacionales de su país y la del Perú, para espiar la base aérea subterránea peruana de “la Joya” en la provincia de Arequipa.

Ambos países celebraban un partido de fútbol, considerado como decisivo, en el estadio Nacional de Lima (la capital), a quien se le conoce también por el nombre del Coloso José Díaz, en donde 50.000 espectadores iban a presenciar el encuentro clasificatorio para el próximo mundial que se celebraría en Argentina al año siguiente.

Al mencionado encuentro acudían ambos combinados con posibilidades reales de clasificación, ya que ganando, cualquiera de los dos, se clasificaba matemáticamente para el citado evento mundialista. Este se decidió a favor del equipo de casa, Perú, quien con los goles de Hugo “el cholo” Sotil y Juan Carlos Oblitas hizo enloquecer a toda la Nación, dando la vuelta al mundo la imagen del entonces presidente peruano, Francisco Morales Bermúdez, quien con la camiseta puesta de su capitán, Meléndez Calderón, celebraba de rodillas tan celebrada victoria.

Mientras tanto, con todas las miradas puestas sobre aquel evento, centrando la atención y el orgullo patrio, el presidente chileno trazaba su plan urdido, enviando a la citada base de la Joya, una brigada aérea de Hawker Hunter, actualizando una información de la que carecía hasta la fecha situando de esta forma a su país en clara situación de ventaja en caso de conflicto bélico.

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…..en 1998, y como suele ser habitual en estos casos, sobre descubrimientos e inventos, por casualidad o por azar, buscando un medicamento que combatiera la hipertensión y los problemas cardíacos, basándose en los estudios que realizara el  doctor Robert Francis Furchgott, considerados como el punto de partida, se desarrolló el citrato de sildenafilo, fórmula que la casa Pfizer comercializará bajo la denominación de “viagra”, y que hoy cumple por lo tanto, 19 años, considerada como una de las más rentables invenciones de la medicina.

El mencionado citrato de sildenafilo es un potente vasodilatador que al incrementar la corriente sanguínea en el interior del pene provoca su erección.

Posteriormente otros laboratorios, como Cialis y Levitra han desarrollado otros productos con la mencionada fórmula.

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27M

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Qué pasó un 22 de julio

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Qué pasó un 22 de julio

José Luis Fortea

………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.

Bernard Thévenet

Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.

Qué pasó un 22 de julio

El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.

A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.

En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.

Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.

Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.

No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.

En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.

En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.

De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.

Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.

Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.

El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .

Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.

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