Salud y Bienestar
¿Cuándo dejan los niños de ir al pediatra?

Publicado
hace 5 mesesen
El cuidado de la salud infantil es una prioridad para cualquier familia. Desde que un bebé llega al mundo, los padres comienzan a recibir visitas periódicas al pediatra, un médico especializado en la salud de los niños. Estas consultas son esenciales para el seguimiento del desarrollo físico y emocional, la vacunación, y la prevención de enfermedades. Sin embargo, con el paso de los años, surge la pregunta: ¿cuándo dejan los niños de ir al pediatra? A continuación, te ofrecemos una guía sobre este proceso y todo lo que debes saber acerca de la transición a la atención médica para adultos.
El pediatra es fundamental durante los primeros años de vida del niño. En sus consultas, no solo se encarga de las revisiones físicas, sino que también realiza un seguimiento del desarrollo emocional y cognitivo. Entre las principales funciones del pediatra se encuentran:
Aunque la recomendación general es que los niños sigan siendo atendidos por un pediatra hasta los 14 o 15 años, esta edad puede variar dependiendo del país, la cultura y las necesidades individuales de cada niño. La transición a un médico de adultos, como un médico de familia o un internista, puede realizarse gradualmente a medida que el niño crece. Aquí te presentamos los momentos clave:
Los bebés y niños pequeños requieren visitas al pediatra con mayor frecuencia, debido a su rápido desarrollo y a la necesidad de seguir el calendario de vacunas. Entre los 0 y los 2 años, las consultas son habituales, ya que el pediatra monitorea el crecimiento, las enfermedades comunes y las etapas de desarrollo.
Durante la infancia temprana, las visitas al pediatra siguen siendo necesarias, aunque no tan frecuentes. El pediatra continúa controlando el crecimiento, las enfermedades, la nutrición y el desarrollo físico. También se realizan revisiones periódicas a medida que el niño comienza la escolarización. El calendario de vacunación sigue siendo una prioridad.
A medida que el niño entra en la escuela primaria, las consultas al pediatra suelen ser anuales, salvo que haya problemas de salud que lo requieran. Durante este período, el pediatra también revisa el desarrollo social, emocional y físico, y se asegura de que el niño se esté desarrollando adecuadamente en todas las áreas. También se trata el control de enfermedades comunes y se sigue con el esquema de vacunación.
Cuando los niños entran en la adolescencia, las visitas al pediatra continúan siendo importantes. A esta edad, los pediatras están acostumbrados a tratar problemas relacionados con la pubertad, cambios hormonales, salud mental y orientación sobre hábitos saludables. La adolescencia es un momento crítico para la prevención de problemas como el acné, trastornos de la conducta alimentaria o problemas de salud mental.
Alrededor de los 14 o 15 años, algunos pediatras sugieren que es el momento de realizar la transición a un médico de adultos, en parte debido a los cambios fisiológicos que ocurren durante la pubertad. Sin embargo, este paso no es obligatorio y depende de las necesidades específicas del adolescente. En algunos casos, especialmente si el niño tiene una afección crónica o un problema médico significativo, el pediatra puede seguir siendo el médico principal hasta los 18 años.
El paso del pediatra a un médico de adultos no siempre es fácil. Aquí hay algunos factores a tener en cuenta:
Algunos adolescentes pueden enfrentar problemas de salud a medida que entran en la adolescencia. El pediatra sigue siendo la mejor opción en estos casos debido a su experiencia con problemas específicos de la adolescencia, como trastornos hormonales o emocionales, aunque los médicos de familia también están capacitados para tratar estos problemas.
En algunos casos, los pediatras pueden seguir atendiendo a niños mayores de 15 años si la situación lo requiere, especialmente si el niño tiene condiciones médicas complejas que necesitan seguimiento. Además, en algunos países, existen clínicas de atención para adolescentes donde se puede seguir recibiendo atención especializada, pero no necesariamente bajo el marco de la pediatría tradicional.
El momento de dejar de ir al pediatra depende de varios factores, incluidos el desarrollo físico y emocional del niño, así como la salud y el tipo de atención médica que necesite. Aunque la mayoría de los niños hacen la transición a un médico de adultos entre los 14 y 15 años, este proceso puede ser flexible, dependiendo de las circunstancias. Lo importante es asegurarse de que el niño o adolescente reciba el seguimiento médico adecuado en todas las etapas de su vida para garantizar su bienestar.
Es fundamental que los padres y cuidadores estén atentos a las necesidades de salud de sus hijos, y si tienen dudas sobre cuándo hacer la transición o cómo, pueden consultar con su pediatra para determinar la mejor opción para el futuro de la salud de su hijo.
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Publicado
hace 2 díasen
31 marzo, 2025Valencia, 31 de marzo de 2025 (Europa Press) – Dormir bien tiene un impacto «directo y positivo» en la salud de las arterias, contribuyendo a la reducción del riesgo de hipertensión, colesterol alto y enfermedades cardiovasculares, según el doctor Ignacio Sánchez Lázaro, responsable de la Unidad de Cardiología del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre.
El experto explica que «las personas que duermen entre 7 y 9 horas diarias presentan menores tasas de sobrepeso, diabetes tipo 2 e hipertensión en comparación con quienes no descansan adecuadamente». Un descanso de calidad ayuda a regular la presión arterial, especialmente en las fases profundas del sueño, donde esta tiende a reducirse de manera natural. «Si el sueño es insuficiente, la presión arterial se mantiene elevada, lo que genera un mayor estrés en las arterias y aumenta el riesgo cardiovascular», añade Sánchez Lázaro.
Dormir bien también ayuda a reducir la inflamación crónica, un factor clave en el desarrollo de la aterosclerosis. «La inflamación constante puede dañar las paredes arteriales y favorecer la acumulación de placas que obstruyen el flujo sanguíneo. Un descanso reparador permite mitigar estos daños y mejorar la salud cardiovascular», subraya el especialista.
Según el doctor, la falta de sueño afecta el metabolismo de las grasas, elevando los niveles de colesterol LDL y triglicéridos, lo que contribuye a la acumulación de placas en las arterias. Además, el sueño desempeña un papel crucial en la regulación hormonal. «El insomnio o el descanso deficiente pueden alterar la producción de insulina, cortisol y la hormona del crecimiento, factores que influyen en la salud arterial y pueden provocar su endurecimiento», señala Sánchez Lázaro.
Cuando el organismo descansa correctamente, entra en un proceso de reparación y regeneración, afectando positivamente a los vasos sanguíneos. «Un buen sueño mejora la circulación y permite que las arterias funcionen de manera más eficiente, reduciendo el riesgo de obstrucciones», apunta el cardólogo.
El especialista advierte que la apnea obstructiva del sueño (AOS) es un factor de riesgo para la fibrilación auricular (FA). «Esta condición se caracteriza por pausas en la respiración que reducen la oxigenación y provocan fluctuaciones en la presión arterial y el ritmo cardíaco», explica. Estas alteraciones, mantenidas en el tiempo, pueden dañar el corazón y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La fibrilación auricular es una arritmia en la que las aurículas del corazón laten de manera irregular y rápida, lo que dificulta una circulación sanguínea eficiente y eleva el riesgo de accidentes cerebrovasculares e insuficiencia cardíaca. «Un sueño adecuado y el tratamiento de la apnea pueden ser clave para reducir estos riesgos y mejorar la salud cardiovascular», concluye el doctor Sánchez Lázaro.
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