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‘¿Dónde está #LaGente?’, por @frandisiz
Publicado
hace 9 añosen
De
Paco Ferrandis
De un tiempo a esta parte, asistimos a la presión ejercida sobre la clase política, al objeto de que exista un mayor grado de transparencia en la gestión de los asuntos públicos. Esta demanda se pone en boca de ese concepto sociopolítico denominado #LaGente, y bebe del manantial de la corrupción que nace antes del comienzo de la crisis económica.
Aunque se quiere vender la burra de que es #LaGente (indignada) quien reclama esa transparencia por la pérdida de la confianza en #LaCasta, la presión fundamental en ese sentido es ejercida por los poderosos medios de comunicación que, a su vez, utilizan como portavoces suyos a los líderes de los más nuevos de los nuevos partidos, es decir, aquellos como Podemos (y Ciudadanos en menor medida) que han copado -y copan- los espacios televisivos de tertulias, aún desde la época en la que existían como extraparlamentarios en las instituciones españolas y europeas.
También es lógico que sean los medios de comunicación los más interesados en las políticas de transparencia, que tienen todos los incentivos del mundo para encontrar los escándalos más jugosos, que son los que más periódicos venden e incrementan las audiencias de radio y televisión. Además, cuentan con los instrumentos adecuados para “revisar y buscar errores y omisiones en presupuestos de miles de millones de euros con centenares de partidas… [Esto] requiere una cantidad de horas de trabajo extraordinaria, lo cual está al alcance de muy pocos” (Politikon, La urna rota). Pero, para dichos autores “cualquier iniciativa en favor de la transparencia solo va a gozar de éxito si se cuenta con medios de comunicación independientes y fuertes para hacer uso de la información .
Y, precisamente, los grandes medios de comunicación españoles no pueden presumir de independencia, ya que o bien están alineados en favor del partido del Gobierno, o bien en favor de los partidos de la oposición, lo que se ha dado en llamar “pluralismo polarizado” y que, hasta hace poco, ha favorecido el mantenimiento del bipartidismo imperfecto, a la vez que ha favorecido la desactivación de las movilizaciones de la sociedad civil, ya que los ciudadanos han delegado sus inquietudes políticas en las líneas editoriales de los medios de comunicación afines ideológicamente, y con ello se dan por satisfechos. Excepción hecha de los sectores sociales más comprometidos que, por otra parte, se conforman con asistir a manifestaciones, protagonizar huelgas, y participar en las redes sociales. Con todo ello, la sociedad civil se encuentra desarticulada y se muestra pasiva. Para Politikon,
“Contamos con una ciudadanía en general poco articulada y asociada, capaz de movilizarse puntualmente, sobre todo de manera reactiva, pero poco orientada al compromiso y el trabajo organizado a medio y largo plazo sobre fines bien delimitados”.
Parece que a los ciudadanos de a pie les sobra con contemplar, cómodamente sentados en el sofá, los programas estilo Salvemos (Salvados) de luxe que se internan en nuestros hogares y extienden su influencia a las tertulias en el bar o en el centro de trabajo, con el objeto de poner a caldo a #LaCasta, haciéndose eco de las tropelías políticas denunciadas en los platós de televisión y, subsidiariamente, ante los tribunales de justicia.
Con estos mimbres no puede construirse un entramado ciudadano estable y potente, capaz de llegar a ser un interlocutor serio con la clase política y las omnipresentes y omnipotentes empresas de comunicación de masas, ya que los máximos esfuerzos de #LaGente se limitan a llevar a cabo acciones de carácter ocasional y reactivo, por lo que no pueden consolidarse estructuras políticas más participativas.
En consecuencia, no tenemos un tejido asociativo y de participación política fuerte, por lo que no existe una auténtica fiscalización vertical y las inquietudes en materia de transparencia se quedan en el morbo: sueldos de los cargos políticos, gastos más o menos justificados de las administraciones públicas, corruptelas… Como dicen los autores de La urna rota, “la apatía, la indignación ocasional y la negación sin matices de la política existente solo facilitan una política que ignore cada vez más a los ciudadanos”.
Dado el estado insatisfactorio de la cuestión, se impone como tarea fundamental para sociólogos, politólogos y demás gente de buen vivir, establecer los métodos que permitan conseguir la mayor vertebración posible de #LaSociedadCivil.
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José Luis Fortea
………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.
Bernard Thévenet
Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.
Qué pasó un 22 de julio
El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.
A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.
En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.
Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.
Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.
No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.
En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.
En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.
De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.
Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.
Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.
El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .
Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.
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