València, 20 jun (OFFICIAL PRESS-EFE).- Quienes han vivido las entrañas del Botànic, el pacto de izquierdas que desde 2015 sustenta al Gobierno valenciano y que permitió acabar con dos décadas de hegemonía del PP en la Comunitat Valenciana, admiten que este es el momento «más delicado» en sus siete años de existencia.
La imputación el pasado jueves de la número dos del Consell, Mónica Oltra, por la gestión que su Conselleria hizo del caso de abusos a una menor tutelada por el que fue condenado su exmarido, sobre la que declarará el 6 de julio, y la decisión de la dirigente de Compromís de no dimitir han desencadenado una convulsión interna en el pacto de gobierno.
El Botànic de Puig y Oltra hace aguas
Con la imputación de Oltra en todos los medios de comunicación nacionales y la insistencia de la oposición de su cese o destitución fulminante se ha abierto un periodo de «reflexión» antes de tomar una decisión que podría pasar por que finalmente accediera a irse, o por que el president de la Generalitat, Ximo Puig, la destituyera, lo que conllevaría la ruptura del pacto de gobierno y gobernar en minoría el tramo final de la legislatura.
En esta tesitura, la reunión de la Ejecutiva que Compromís ha convocado este martes para analizar la situación de Oltra se presenta como decisiva para la medida que finalmente haya que adoptar y que Puig ha considerado que habrá que concretar esta semana, «más pronto que tarde».
EL GOBIERNO DEL CAMBIO
El pacto del Botànic, firmado en el Jardín Botánico de València en 2015, es el nombre que se dio al acuerdo entre PSPV-PSOE y Compromís, por el que ambas formaciones se repartieron las Consellerias de un Gobierno valenciano que durante viente años había ocupado el PP y en el que Podem optó por no entrar en el Ejecutivo y dar su apoyo desde Les Corts.
En ese Consell, con Puig como president y Oltra como vicepresidenta, portavoz y consellera de Igualdad y Políticas Inclusivas, se optó por los equilibrios internos en cada Conselleria, el llamado «mestizaje», por el que se repartieron los cargos entre las dos formaciones con el fin de que todas las decisiones fueran comunes y no se funcionara como dos gobiernos diferentes.
Una fórmula que, pese a algún desencuentro personal y la necesidad de recordar en ocasiones el aforismo latino de «lo primero, no hacernos daño», funcionó -se llegó a presentar como un modelo a exportar a otros territorios de España-, pues siempre primó la necesidad de que el cambio no fuera solo un paréntesis de cuatro años.
EL SEGUNDO BOTÀNIC
El adelanto de las elecciones autonómicas de 2019 provocó otro desencuentro político y público entre Puig y Oltra, pues esta no era partidaria de adelantarlas; la izquierda volvió a ganar y en esta segunda legislatura ‘botánica’, con un acuerdo del Botànic II firmado en Alicante en 2019 y donde Unides Podem entró en el Gobierno valenciano, los roces de la convivencia política se han hecho más evidentes, con algunas discrepancias públicas entre los socios que han obligado a reconducir algunos aspectos.
Así, Oltra no ha dudado en discrepar de cuestiones lideradas por los socialistas, como las medidas adoptadas contra el coronavirus, la forma de elaborar los presupuestos o más recientemente la abolición de la prostitución, lo que ha encendido batallas dialécticas en las redes sociales y ha dejado frases como el “aporta o aparta” que le espetó la consellera de Justicia, la socialista Gabriela Bravo.
EL MOMENTO MÁS COMPLICADO
Se ha tratado no obstante de fricciones entre los socios de gobierno que se han ido resolviendo, y que nunca han situado al Botànic en una situación tan complicada como la actual, en la que la decisión que se adopte sobre Oltra puede repercutir en ese pacto que ha durado de momento siete años.
Compromís ha advertido en las últimas horas de que el Botànic «no es Botànic si no está Compromís» y Puig ha alertado de que, por encima de todo, este es un pacto con la sociedad valenciana y no se le puede fallar a la ciudadanía. Las próximas horas determinarán cuál es la hoja de ruta a seguir.
Loli Benlloch
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