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Valencia

Fernando Delgado: «Estoy desengañado del periodismo, está un poco anulado»

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El periodista y escritor Fernando Delgado. EFE/ Ana Escobar

Carla Aliño

València, 8 ene (EFE).- El periodista y escritor Fernando Delgado reconoce estar desengañado del periodismo, al que ve «un poco anulado» en este mundo «disperso que nos estamos encontrando», no solo a causa de la pandemia, que también, sino porque antes del coronavirus ya teníamos, a su juicio, «mucho bloqueo periodístico».

En una entrevista con la Agencia EFE, Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1947) rememora sus inicios en esta profesión, con apenas 14 años en su ciudad natal, así como su traslado a Madrid con 24, donde desarrolló casi toda su carrera profesional, y su establecimiento, finalmente, en Faura (Valencia), hace cerca de tres décadas.

«He vivido siempre con el periodismo y la literatura, hasta de pequeño», señala el escritor, quien recuerda cómo su abuela traía periódicos de Cádiz y de Venezuela (donde vivían algunos familiares suyos), además de los canarios, y destaca que la prensa y la radio han sido para él «espacios de devoción».

Y junto con la prensa, la literatura ha sido también una constante en su vida, especialmente la poesía, que lo ha acompañado desde niño, y pide una mayor confianza en la literatura para salir de esta situación que ha generado la pandemia, que nos ha dejado a todos «un poco parados y retirados», y también «para ser mejores».

«Tenemos que confiar en la literatura», afirma para añadir que la literatura puede ser «objeto de predicación» y «un instrumento fundamental para la sociedad y la cultura».

Delgado comenzó a trabajar con 14 años en La Hoja del Lunes en Tenerife, pasó después por Radio Juventud de Canarias y, con 18 años, aprobó una oposición para trabajar en Radio Nacional de España, empleo que compaginó con el de maestro en un reformatorio de menores y con la Secretaría de un conservatorio de música.

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El periodista y escritor Fernando Delgado. EFE/ Ana Escobar

En 1971, con 24 años, se trasladó a Madrid, donde se hizo cargo de Programas Generales de Radio Exterior de España, y en 1981 se convirtió en el primer director de Radio 3, un espacio cultural y juvenil que recuerda como «extraordinario», y que se alegra de que todavía hoy tenga continuidad en la radio pública.

Fernando Delgado fue también director de RNE en dos ocasiones, miembro del Consejo de Administración de RTVE y presentador del «Telediario» fin de semana en TVE, hasta que en 1996 fichó por la cadena SER, donde condujo el programa «A vivir que son dos días».

A pesar de la gran vida social y cultural que desarrolló en Madrid, Canarias siguió siendo un espacio muy relevante para él, y el mar, «un objeto de devoción»; pero como no podía desplazarse de manera frecuente a su tierra, empezó a hacer viajes de fin de semana a Valencia para identificarse con su Mediterráneo.

«El mar ha sido para mí un espacio verdaderamente emocionante y extraordinario», asegura, y recuerda cómo cogía el coche un sábado para viajar a la Comunitat Valenciana y volver a Madrid esa misma noche o al día siguiente, pero «siempre identificado con nuestro extraordinario mar».

«Desde Madrid viví una relación profundamente valenciana», asegura un escritor que conectó enseguida con esta tierra mediterránea, en la que decidió alquilar una casa para escribir «La mirada del otro», novela con la que ganó el Premio Planeta en 1995.

Se instaló en Faura (un pequeño pueblo cercano a Sagunto) hace casi 30 años, donde ha encontrado «serenidad» y ha recibido un gran afecto de una tierra que siente ya como propia, en la que ha editado muchos de sus libros de poemas y donde ha escrito gran parte de su obra literaria.

Incluso ha llegado a ser diputado en Les Corts Valencianes por Valencia durante una legislatura (la del 2015 al 2019), al ir de número dos, como independiente, en la lista del PSPV-PSOE, partido con el que tiene «una gran sintonía» desde los años en que vivía en Madrid.

Delgado afirma que este año que termina le deja «un poco perplejo» pues cree que «hay una debilidad tan grande» que no sabe «qué puede terminar ocurriéndonos».

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Cultura

Muere a los 47 años el valenciano Azuquita, creador del Rumbakalao e icono de la Ruta del Bacalao

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Azuquita
Azuquita-INSTAGRAM

El mundo de la música en España llora la pérdida de Pedro Bermúdez, conocido artísticamente como Azuquita, fallecido a los 47 años en Palma de Mallorca, ciudad en la que residía en los últimos años. La noticia fue confirmada por la prensa balear en la mañana del sábado 6 de septiembre de 2025 y rápidamente se difundió entre seguidores y compañeros de profesión.

Azuquita deja tras de sí un legado musical muy singular, marcado por la creación del Rumbakalao, un estilo híbrido que en los años 90 unió la rumba con los sonidos electrónicos de la mítica Ruta del Bacalao. Con esta fusión, el artista valenciano alcanzó una gran popularidad y se convirtió en uno de los nombres propios de aquella época.

El origen del Rumbakalao: la rumba se cruza con la Ruta del Bacalao

En plena efervescencia de la Ruta del Bacalao, un movimiento musical y cultural que marcó la Comunitat Valenciana y se extendió por toda España en los 80 y 90, surgió la figura de Azuquita. Mientras los clubes de Valencia y alrededores vibraban con el techno, el dance y el house, él apostó por un camino alternativo: versionar los grandes éxitos de la música de discoteca desde un prisma rumbero.

Ese experimento dio lugar al Rumbakalao, un género propio que unía el ritmo festivo y cercano de la rumba con la energía electrónica que dominaba las pistas de baile. Fue en 1993, con apenas 17 años, cuando Azuquita saltó a la fama al versionar “Así me gusta a mí” de Chimo Bayo, uno de los himnos indiscutibles de la Ruta. Su propuesta sorprendió y conectó con un público que buscaba nuevas formas de vivir la música.

Azuquita, un artista que rompió moldes en los 90

Con su estilo desenfadado, su humor característico y una personalidad cercana, Azuquita logró hacerse un hueco en la escena musical de los 90. Sus versiones convertían los éxitos electrónicos en temas que podían sonar tanto en una discoteca como en una verbena popular, lo que ampliaba enormemente su público.

Durante esa década lanzó tres discos:

  • Rumbakalao (1994)

  • Escucha que te digo (1995)

  • Sinelo Kalo (1997)

Cada uno de estos álbumes reforzaba su propuesta musical y consolidaba su imagen de artista rompedor. Su voz y su particular manera de interpretar canciones lo convirtieron en un referente de un estilo único que, aunque surgido en un contexto muy concreto, sigue siendo recordado por quienes vivieron aquella época.

La Ruta del Bacalao: un fenómeno cultural más allá de la música

Para entender la relevancia de Azuquita, es necesario recordar lo que supuso la Ruta del Bacalao. Más que un movimiento musical, fue una auténtica revolución cultural en la Comunitat Valenciana que tuvo su epicentro en discotecas míticas como Barraca, Spook, Puzzle o ACTV. Allí sonaban sesiones maratonianas de música electrónica que marcaron a toda una generación.

En ese ambiente dominado por el techno y el dance, irrumpió Azuquita con un toque inesperado: fusionar ese sonido de club con la rumba valenciana. Su propuesta, lejos de pasar desapercibida, ofreció un soplo de aire fresco y demostró que la Ruta también podía reinterpretarse desde otros estilos.

El Rumbakalao se convirtió así en un símbolo paralelo al fenómeno de la Ruta, con un aire más desenfadado y popular, que lo acercaba tanto a la cultura de la calle como a la de las discotecas.

Colaboraciones y proyección internacional

Aunque su época dorada estuvo en los 90, Azuquita no se quedó anclado en el pasado. Ya en los 2000, participó en proyectos que le llevaron más allá de España. Una de las colaboraciones más destacadas fue con el alemán Matthias Reim, lo que le permitió acercarse al público centroeuropeo.

Su versatilidad musical y su capacidad para adaptarse a diferentes estilos lo convirtieron en un artista querido dentro y fuera de la Comunitat Valenciana.

Azuquita y Los Rumba Kings: su etapa más reciente

En los últimos años, Azuquita formaba parte de Los Rumba Kings, un grupo que mantenía vivo el espíritu de la rumba española y con el que continuaba actuando en fiestas, conciertos y festivales. Desde Mallorca, su lugar de residencia, seguía compartiendo música y demostrando que su pasión por el escenario permanecía intacta.

Para sus seguidores, cada actuación era un viaje en el tiempo que recordaba la frescura de los años 90 y la época dorada del Rumbakalao.

El legado de Azuquita en la memoria musical valenciana

La muerte de Azuquita supone un golpe para quienes vivieron la Ruta del Bacalao y para los amantes de la música fusión en España. Su aportación fue única: logró unir dos mundos aparentemente opuestos, la rumba y la música electrónica, en un género propio que hoy sigue siendo recordado como una seña de identidad de los 90.

Además de su música, queda en el recuerdo su carácter alegre y su humor, que transmitía tanto en entrevistas como sobre el escenario. Su figura forma parte de la memoria colectiva de una generación que bailó sus versiones en discotecas, verbenas y fiestas populares.

La Ruta del Bacalao como patrimonio cultural

Hoy, con el paso del tiempo, la Ruta del Bacalao se reivindica como un fenómeno cultural que fue mucho más que ocio nocturno. Supuso un laboratorio musical, artístico y social que influyó en la música electrónica en España y dejó huella en generaciones posteriores.

En este contexto, artistas como Azuquita ayudaron a ampliar las fronteras de lo que podía ser la Ruta, demostrando que la innovación también cabía dentro de un movimiento ya de por sí experimental.

Un adiós con sabor a nostalgia

El fallecimiento de Azuquita a los 47 años deja un vacío en la música valenciana y en la historia reciente de la cultura popular española. Sus discos, sus versiones rumberas de clásicos de la Ruta del Bacalao y su papel en Los Rumba Kings forman parte de un legado que seguirá vivo en la memoria de sus seguidores.

En un momento en que se recupera la memoria de la Ruta y se organizan homenajes a aquel movimiento, la figura de Azuquita resurge como la de un artista que se atrevió a mezclar mundos y consiguió crear algo nuevo. Su Rumbakalao siempre será recordado como un sonido propio de los 90, un símbolo de una época irrepetible.

 

 

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