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Gota fría o DANA: el motivo de cambiar el término

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gota fría o DANA
Vista general del nuevo cauce del río Turia repleto de agua a causa de la gota fría que sufre la Comunitat Valenciana, la peor de este siglo XXI, comparable a las vividas en 1987 y en 1982, la de la 'Pantanada de Tous'. EFE/Biel Aliño

Madrid, 6 nov (OFFICIAL PRESS-EFE).- Gota fría y dana son términos sinónimos, pero el primero fue sustituido por el segundo por su asociación con «los grandes temporales de los años ochenta (del siglo XX) que dejaron víctimas mortales y grandes daños materiales» y «generaba alarma cada vez que un meteorólogo hablaba de gota fría».

Así lo ha explicado a EFE el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) Rubén del Campo, quien ha precisado que este fenómeno meteorológico «no siempre provoca lluvias torrenciales» sino que tiene múltiples efectos y puede generar «cosas tan dispares como olas de calor, llegada de polvo en suspensión desde África o lluvias más suaves».

Borrasca frente a dana

La dana, «básicamente es una bolsa de aire frío en las capas altas de la atmósfera que queda aislada de la circulación general atmosférica, rodeada por todos sus flancos por aire más cálido», precisa Del Campo, y es el encuentro entre los vientos que circulan a su alrededor con el carácter frío de su núcleo lo que puede generar fuertes tormentas.

La diferencia entre una dana y una borrasca, añade, «es una cuestión muy técnica» pero se podría sintetizar en que «la borrasca es un sistema de bajas presiones que se identifica en todos los niveles de la troposfera, desde la superficie hasta los niveles altos, y suele llevar frentes asociados», mientras que la dana «no suele tener ese reflejo de bajas presiones en superficie porque, como indica su propio nombre (un acrónimo, de hecho), se trata de una depresión aislada en niveles altos».

Así, el paso de una borrasca «aunque a veces incluye alguna tormenta intensa» suele descargar precipitaciones más suaves, sobre más zonas y durante más tiempo, mientras que la dana carece de frentes asociados y lo que hace es propiciar «tormentas de gran intensidad con lluvias torrenciales en zonas no muy extensas».

Esto es lo que la convierte en un fenómeno más violento «por desgracia más difícil de predecir» y, por tanto, peligroso al ser capaz de dejar grandes cantidades de agua en superficies más reducidas.

Origen de un nombre

Además de su definición como acrónimo, el nombre es «un juego de palabras, un homenaje a Francisco García Dana, un meteorólogo muy conocedor de los efectos de las gotas frías» y compañero del en su momento conocido como «hombre del tiempo», Manuel Mariano Medina, el meteorólogo más popular de una época en la que sólo existían los dos canales de Televisión Española.

Doctor en Ciencias Físicas, García Dana ingresó como ayudante de Meteorología en 1950 y su primer destino fue en Villa Cisneros, en el Sahara Español (hoy, Sahara Occidental); en 1979 obtuvo por concurso de méritos la jefatura del Centro de Predicción del entonces Instituto Nacional de Meteorología.

Su fallecimiento, a los 60 años de edad en junio de 1984, motivó a sus compañeros a crear un término que permitiera definir el fenómeno atmosférico manteniendo de paso su recuerdo.

¿Nombres para las danas?

La organización europea EUMETNET, que agrupa a servicios meteorológicos nacionales, es la encargada de nombrar borrascas para favorecer la comunicación de estos episodios meteorológicos porque «se ha demostrado que la gente presta más atención» cuando tienen nombre, señala Del Campo, citando casos «de gran éxito» a la hora de informar como el de las borrascas Gloria en 2020 o Filomena en 2021.

Hasta ahora las danas carecen de nombre «pero estamos viendo que dejan unos efectos que pueden ser devastadores y es algo a plantear», aunque tendría que ser acordado con los servicios meteorológicos de Portugal, Francia, Bélgica y Luxemburgo, además de España.

Finalmente, Del Campo ha advertido de que «las danas no se limitan al Mediterráneo pues en otras ocasiones han afectado al País Vasco -a principios de los ochenta- o al continente europeo -en los últimos años» y algunos estudios preliminares apuntan a que este fenómeno puede recrudecerse con el cambio climático.

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¿Por qué tomamos uvas en Nochevieja? El origen del ritual más popular de Año Nuevo en España

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Cada 31 de diciembre, millones de personas en España repiten el mismo gesto: comer doce uvas al ritmo de las campanadas para dar la bienvenida al Año Nuevo. Es uno de los rituales más arraigados de la cultura española, pero ¿de dónde viene esta tradición?, ¿qué significado tiene realmente?, ¿y desde cuándo se practica?

El significado de las doce uvas de la suerte

La tradición marca que se deben comer doce uvas, una por cada campanada del reloj que anuncia el inicio del nuevo año. Cada uva representa un mes del año, y tomarlas sin atragantarse simboliza buena suerte, prosperidad y protección para los doce meses siguientes.

Más allá de la superstición, el ritual se ha convertido en un acto colectivo, casi ceremonial, que une a familias y amigos frente al reloj —especialmente el de la Puerta del Sol de Madrid— para cerrar el año y empezar otro con esperanza.

¿Desde cuándo se toman uvas en Nochevieja en España?

Aunque pueda parecer una costumbre ancestral, no es tan antigua como se cree. El origen de las uvas de la suerte se sitúa a finales del siglo XIX y principios del XX.

La versión más aceptada: Madrid, finales del siglo XIX

Según los historiadores, el ritual comenzó en Madrid en 1882, cuando algunos ciudadanos empezaron a reunirse en la Puerta del Sol para despedir el año comiendo uvas como acto burlesco. Era una forma irónica de imitar a la burguesía madrileña, que celebraba el Año Nuevo con uvas y champán siguiendo modas francesas.

El gesto, inicialmente provocador, fue ganando popularidad entre el pueblo.

El impulso definitivo: el excedente de uva de 1909

La tradición se consolidó definitivamente en 1909, cuando los viticultores del sureste español —especialmente de Alicante y Murcia— tuvieron una cosecha excepcional de uva. Para dar salida al excedente, lanzaron una campaña popularizando las “uvas de la suerte” como símbolo de prosperidad para el nuevo año.

La idea tuvo tanto éxito que el ritual se extendió rápidamente por toda España.

De costumbre popular a tradición nacional

Durante el siglo XX, la tradición de las uvas se afianzó gracias a la radio y, más tarde, a la televisión. Las campanadas retransmitidas desde la Puerta del Sol convirtieron el ritual en un evento colectivo seguido en todo el país.

Hoy, las uvas forman parte inseparable de la Nochevieja española y se exportan incluso a comunidades españolas en el extranjero.

¿Por qué exactamente uvas y no otro alimento?

La uva simboliza desde la Antigüedad abundancia, fertilidad y celebración. Además, es una fruta fácil de consumir, asociada al vino y a los brindis, lo que la convierte en el alimento perfecto para cerrar el año con un mensaje positivo.

Con el tiempo, se han adaptado versiones más prácticas, como uvas peladas, sin pepitas o sustituidas por gominolas, pero el simbolismo permanece intacto.

Un ritual que une pasado y presente

Más de un siglo después, comer uvas en Nochevieja sigue siendo un acto cargado de tradición, superstición y emoción. No importa si se hace en casa, en una plaza o frente al televisor: el gesto conecta generaciones y recuerda que el Año Nuevo empieza mejor compartido.


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