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La Carreta (Chiva): Un icono valenciano en la peor crisis de su medio siglo

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Hotel Restaurante La Carreta de Chiva

València, 17 ene (EFE).- Es la peor crisis de todas las que ha vivido en medio siglo de existencia -incluso el golpe de Estado que coincidió con la feria del mueble de Valencia y la construcción de la A-3- el emblemático Hotel Restaurante La Carreta de Chiva, que pide para el sector ayudas para superar un 2021 de expectativas frenadas.

Su situación refleja la que sufren muchos locales de hostelería que siguen pagando nóminas, gastos fijos e impuestos como si su actividad fuera la habitual y que en mayo, en principio, deben afrontar la devolución de pólizas y créditos ICO y el fin de los ERTE.

La construcción de la A-3 provocó una situación muy mala para este establecimiento porque les dejó aislados pero se veía el final, había plazos; ahora solo existen pérdidas (que ascienden a 70.000 u 80.000 euros en 2020) y unas previsiones «desastrosas» e incertidumbre porque «aunque cumplas -con las restricciones- no puedes hacer las cosas», según relata a EFE el director del Hotel Restaurante La Carreta, Arturo Tornero.

El hotel, con 80 habitaciones, está ocupado al 10 %. Con el cierre perimetral decretado para la Comunitat Valenciana, solo pueden alojarse profesionales con permisos para desplazarse por trabajo como transportistas, mecánicos o instaladores.

El restaurante, por su parte, puede dar servicio a los alojados en el hotel a partir de las cinco de la tarde y mantiene una actividad del 40 % respecto a lo habitual siguiendo las normas de aforo al 30 %, separación de dos metros entre mesas y cuatro comensales máximo por mesa.

«Te puedes ir de rebajas o a un supermercado en espacios con centenares de personas o ir en un metro lleno, pero no a tomar una caña a partir de las cinco. Se están cargando la hostelería», asegura Tornero, que añade: «En 50 años nunca habíamos vivido este ataque y derribo».

La Carreta, que ha pasado de 50 a 35 empleados, mantiene entre 7 y 8 trabajadores en ERTE y para el resto ha acordado disfrutar ahora de quince días de las vacaciones de verano, ya que es más optimista y piensa que en septiembre y octubre la situación será mejor.

La discoteca del recinto, que se dedicaba a acoger celebraciones privadas (anteriormente, en los años ochenta y noventa Los Ejes fue muy conocida), cerró.

Justo es en diciembre de este año cuando el hotel conmemorará sus 50 años de vida, acontecimiento para el que organizará «algo especial» con los clientes y que aún no ha definido por las circunstancias actuales.

En un año normal, el establecimiento acoge 40 o 50 bodas de gente de Valencia y el año pasado, de 42 bodas concertadas, solo celebró 8; el resto se pospuso a este año y solo una se canceló y se devolvió el dinero entregado.

Ahora, en 2021, «tenemos el mismo problema y no sabemos si se van a poder hacer» y lo mismo ocurre con las primeras comuniones de este año y las aplazadas del anterior.

Tornero carga contra los políticos: «Las reuniones de políticos, que nadie se mete con ellas, esas son las que la lían gorda, las que habría que prohibir, porque son las que causan los verdaderos problemas, solo piensan en ellos». Y pide que se eche «una mano real» al sector en forma de «ayudas a fondo perdido para pagar nóminas o quitarnos la contribución, el IAE o las basuras».

Recuerda que La Carreta fue uno de los primeros establecimientos que hubo en Valencia, junto al Hotel Astoria y el Excelsior, y por sus mesas han pasado personajes del ámbito del espectáculo y la música, de la política y la empresa y del deporte.

La proximidad al Circuito de Cheste ha propiciado, con anterioridad a la pandemia, la presencia habitual en el establecimiento de personas relacionadas con el mundo del motor, así como de otra tipología de clientes atraídos por el campo de tiro de la Federación, próximo al complejo, o el campo de golf El Bosque.

La Carreta pertenece a una sociedad anónima de cinco socios emprendedores que apuestan por el negocio y su plantilla está luchando por mantener su puesto de trabajo, según Tornero.

Las dificultades que nos está mostrando «la nueva realidad» son muy diferentes a las que vivieron sus salones y la recepción de hotel de aquel 23F de 1982, cuando se estableció un máximo de un minuto y medio para establecer comunicación por la centralita telefónica por parte de los comerciales y empresarios que asistían a la Feria del Mueble de Valencia para tranquilizar a sus familias.

También dista del tiempo que duró la construcción de la A-3 en ese tramo en los años noventa y que obligó durante siete meses a recorrer casi 3 km de caminos de tierra para llegar al hotel.

Queda asimismo lejos el modo en que se ha vivido la reciente nevada de la que cayó en la primera década de este siglo, que cubrió con un pequeño manto la cubierta del salón donde se celebraba una «famosa» cena con baile en la noche de San Valentín, según recuerda su director entre las numerosas anécdotas que se han producido en el último medio siglo. Inmaculada Martínez

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¿Por qué tomamos uvas en Nochevieja? El origen del ritual más popular de Año Nuevo en España

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Cada 31 de diciembre, millones de personas en España repiten el mismo gesto: comer doce uvas al ritmo de las campanadas para dar la bienvenida al Año Nuevo. Es uno de los rituales más arraigados de la cultura española, pero ¿de dónde viene esta tradición?, ¿qué significado tiene realmente?, ¿y desde cuándo se practica?

El significado de las doce uvas de la suerte

La tradición marca que se deben comer doce uvas, una por cada campanada del reloj que anuncia el inicio del nuevo año. Cada uva representa un mes del año, y tomarlas sin atragantarse simboliza buena suerte, prosperidad y protección para los doce meses siguientes.

Más allá de la superstición, el ritual se ha convertido en un acto colectivo, casi ceremonial, que une a familias y amigos frente al reloj —especialmente el de la Puerta del Sol de Madrid— para cerrar el año y empezar otro con esperanza.

¿Desde cuándo se toman uvas en Nochevieja en España?

Aunque pueda parecer una costumbre ancestral, no es tan antigua como se cree. El origen de las uvas de la suerte se sitúa a finales del siglo XIX y principios del XX.

La versión más aceptada: Madrid, finales del siglo XIX

Según los historiadores, el ritual comenzó en Madrid en 1882, cuando algunos ciudadanos empezaron a reunirse en la Puerta del Sol para despedir el año comiendo uvas como acto burlesco. Era una forma irónica de imitar a la burguesía madrileña, que celebraba el Año Nuevo con uvas y champán siguiendo modas francesas.

El gesto, inicialmente provocador, fue ganando popularidad entre el pueblo.

El impulso definitivo: el excedente de uva de 1909

La tradición se consolidó definitivamente en 1909, cuando los viticultores del sureste español —especialmente de Alicante y Murcia— tuvieron una cosecha excepcional de uva. Para dar salida al excedente, lanzaron una campaña popularizando las “uvas de la suerte” como símbolo de prosperidad para el nuevo año.

La idea tuvo tanto éxito que el ritual se extendió rápidamente por toda España.

De costumbre popular a tradición nacional

Durante el siglo XX, la tradición de las uvas se afianzó gracias a la radio y, más tarde, a la televisión. Las campanadas retransmitidas desde la Puerta del Sol convirtieron el ritual en un evento colectivo seguido en todo el país.

Hoy, las uvas forman parte inseparable de la Nochevieja española y se exportan incluso a comunidades españolas en el extranjero.

¿Por qué exactamente uvas y no otro alimento?

La uva simboliza desde la Antigüedad abundancia, fertilidad y celebración. Además, es una fruta fácil de consumir, asociada al vino y a los brindis, lo que la convierte en el alimento perfecto para cerrar el año con un mensaje positivo.

Con el tiempo, se han adaptado versiones más prácticas, como uvas peladas, sin pepitas o sustituidas por gominolas, pero el simbolismo permanece intacto.

Un ritual que une pasado y presente

Más de un siglo después, comer uvas en Nochevieja sigue siendo un acto cargado de tradición, superstición y emoción. No importa si se hace en casa, en una plaza o frente al televisor: el gesto conecta generaciones y recuerda que el Año Nuevo empieza mejor compartido.


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