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La covid, como la Guerra Civil, deja València sin Fallas en años consecutivos

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Una indumentarista tras la primera suspensión de las Fallas, el pasado año. EFE/Kai Försterling/

València, 14 ene (EFE).- La pandemia del coronavirus volverá a dejar en 2021 a València sin las Fallas por segundo año consecutivo, una situación similar a la que ocurrió en la Guerra Civil Española, aunque entonces las emblemáticas fiestas valencianas se cancelaron tres años seguidos, de 1937 a 1939.

Marzo de 2021 será la séptima vez en la historia en la que las calles de la ciudad no se decoren con los cientos de monumentos que cada año se «plantan» a la espera el fuego purificador del día de San José, el 19 de marzo, para quemar el arte efímero en forma de sátira e ironía que decora la ciudad durante cinco días.

El alcalde de València, Joan Ribó, ha admitido este jueves, a falta de dos meses de la celebración de la fiesta fallera, que las Fallas no se podrán celebrar este mes de marzo, y que habrá que esperar a «una situación más conveniente».

En 2020, el primer estado de alarma por la pandemia se decretó en marzo, el mes fallero por excelencia, justo cuando se tenía que iniciar la semana grande (del 15 al 19 de marzo) de unas fiestas declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, sobre las que los días previos se cernía la sombra de una suspensión que llegó en el último minuto, la noche del 10 de marzo.

Con muchos monumentos a medio montar, sobre todo los de las Fallas de la sección de Especial y la de la plaza del Ayuntamiento, los monumentos se guardaron en los talleres o en las instalaciones de Feria Valencia y La Marina a la espera de poder quemarse en julio, mes al que inicialmente se pospuso la fiesta, aunque la evolución de la pandemia lo impidió también.

En este inicio de año, con las cifras de contagios, muertes e incidencia del coronavirus disparadas, el prácticamente inevitable anuncio de que en 2021 también se aplazan las Fallas de marzo ha llegado un par de meses antes, aunque igualmente deja desolado a los sectores implicados en la fiesta, ya en modo agonizante.

La imposibilidad de celebrar actos multitudinarios debido a la situación de transmisión comunitaria generalizada y sostenida del virus ha llevado al alcalde de València a confirmar ya lo que era una secreto a voces, aunque hay quienes todavía querían mantener las esperanzas.

El año pasado, València abrió en paréntesis tras un periodo de 81 años ininterrumpidos de fiesta de las Fallas, aunque durante estas más de ocho décadas sí se habían suspendido actos concretos, normalmente por adversidades meteorológicas o sucesos como los atentados del 11-M de 2004 en Madrid.

Junto a la pandemia y la Guerra Civil, otras circunstancias dejaron anteriormente a la ciudad sin sus fiestas patronales, como una tasa que los vecinos se negaron a pagar por considerar abusiva en 1886, y la declaración de guerra de Cuba (1896).

De hecho, esta última fue la primera suspensión oficial de la fiesta josefina: en 1896, el gobernador civil de València declaró el estado de guerra por el enfrentamiento bélico de España con los Estados Unidos en la conocida como guerra de Cuba, y se decidió suspender las Fallas a dos días de su inicio.

También se suspendieron las fiestas durante los años 1937, 1938 y 1939 con motivo de la Guerra Civil española, mientras que las de 1936 se celebraron sin ningún problema en marzo, ya que el alzamiento se produjo el 17 de julio.

Como la Guerra Civil acabó el 1 de abril de 1939, tampoco ese año, por quinta vez en la historia -la cuarta provocada por una suspensión propiamente dicha- se plantaron monumentos falleros por las calles de València.

No obstante, la primera referencia de que los monumentos falleros no se plantaron en las calles se remonta a 1886, aunque en esa ocasión fue una decisión individual de los propios falleros, que se negaron a pagar la tasa de 60 pesetas que se cobraba como canon desde 1851 por plantar los catafalcos en la vía pública.

Pese a todo, según cuentan los documentalistas, hay constancia de que ese año se plantaron dos fallas de manera privada en patios interiores y que nadie visitó, pero ninguna por las calles de la ciudad.

Mónica Collado

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Seda, plata y elegancia: el arte de José Polit hace deslumbrar a Marta Mercader Roig

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La indumentaria valenciana volvió a brillar con luz propia en el Salón de Cristal del Ayuntamiento de València durante el acto de entrega de premios de belenes, un evento cargado de tradición, arte y simbolismo. Entre los asistentes destacó la presencia de Marta Mercader Roig, quien sorprendió con un impecable estreno firmado por José Polit, indumentarista de gran reconocimiento y trayectoria en València.

José Polit, un nombre imprescindible en la indumentaria valenciana

Hablar de José Polit es hablar de respeto por la tradición, sensibilidad artesanal y un profundo conocimiento de la historia del traje valenciano. Sus creaciones no solo visten, sino que emocionan, convirtiéndose en auténticas piezas de arte que honran generaciones de indumentaristas y artesanos. Cada diseño suyo refleja amor por el detalle, equilibrio y una elegancia serena que lo han consolidado como referente de la indumentaria tradicional valenciana.

Un traje que une historia, seda y artesanía valenciana

Para esta ocasión tan especial, Marta Mercader Roig ha estrenado un traje confeccionado por EN HILOS DE SEDA, bajo la cuidada dirección estética de José Polit. El conjunto se compone de un jubón elaborado con un brocatel antiguo de Rafael Catalá, con el dibujo “Lazos”, tejido en seda amarillo antiguo y metal plata, una elección que aporta luminosidad y carácter histórico a la pieza.

La falda, de gran fuerza visual, está realizada en moaré color cobalto de la prestigiosa Compañía Valenciana de la Seda, logrando un contraste armónico que realza la riqueza del conjunto y subraya la excelencia de los tejidos tradicionales valencianos.

Complementos que elevan el conjunto

El estilismo se completa con un exquisito aderezo en plata de Paco Artola, ejemplo de la orfebrería fallera más refinada. Las peinetas de Pua Artesanía aportan delicadeza y autenticidad, mientras que las manteletas de Artesanía Valencia cierran el conjunto con una elegancia clásica, fiel a la tradición.

La presencia de Marta Mercader Roig en este acto institucional, luciendo un diseño tan cuidado, reafirma la importancia de la indumentaria valenciana como patrimonio cultural vivo. Y, sobre todo, sirve como un sincero reconocimiento al trabajo de José Polit, un indumentarista que, con cada puntada, continúa escribiendo historia desde el respeto, la pasión y el amor por la tradición valenciana.

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