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¿Cuál podría ser el futuro de la reina Camila?
Publicado
hace 2 añosen
Los británicos viven un momento de extrema preocupación por la situación que atraviesa la Casa Real Británica. La confirmación por parte de Buckingham Palace sobre el cáncer que padece el rey Carlos III ha hecho que muchos se planteen los diferentes escenarios en los que se podría encontrar la reina Camila.
Tal y como publica el diario ABC, la respuesta oficial viene de los propios protocolos de la monarquía inglesa. Existe un mecanismo para los casos en los que el jefe de estado no pueda desempeñar sus funciones oficiales.
Para ello hay nombrados unos consejeros de Estado que sustituirían al monarca. Estos son: la reina Camila; Guillermo, príncipe de Gales; Harry, duque de Sussex (distanciados desde hace años y con muy mala prensa tras las duras críticas hacia la Corona); Andrés, duque de York y la princesa Beatriz, hija de este último, por otra parte, separado de toda vida pública por su relación con el caso del depredador sexual Jeffrey Epstein.
Las opciones de la reina Camila
Carlos III podría nombrar a dos consejeros para que actúen en su nombre, que, todo hace indicar, serán su esposa y su hijo mayor y heredero. Ellos podrían firmar como ‘regentes’ documentos estatales, asistir a reuniones del Consejo Privado y recibir a nuevos embajadores.
Lo que no podrían hacer es ejercer funciones constitucionales como los asuntos de la Commonwealth, la disolución del Parlamento (salvo petición expresa del rey), otorgar títulos nobiliarios y nombrar a un primer ministro.
Si la condición de Carlos III se deteriorara y no pudiera desarrollar su trabajo ni siquiera desde su despacho, se puede establecer una declaración de incapacidad. Para ello tendrían que dar el visto bueno a esta operación al menos tres personas entre la reina Camila, el Alto Canciller de Gran Bretaña (ministro de mayor rango entre los Grandes Oficiales de Estado en Escocia e Inglaterra), la presidenta del Tribunal Supremo de Inglaterra y Gales y el jefe de División y miembro del Consejo Privado.
La otra persona que deberá encargarse de cubrir la agenda del rey es su hijo mayor, Guillermo, si bien este se encuentra con la circunstancia de tener que ocuparse con mayor intensidad de las cuestiones que atañen a su mujer, Kate, acaba de ser operada de una cirugía abdominal y estará de baja dos meses.
Biografía de Camila Parker
Camilla Rosemary Shand, conocida como Camilla Parker Bowles debido a su primer matrimonio y más tarde como la reina Camilla, nació en Londres el 17 de julio de 1947. Estudió en Londres y completó su educación en Suiza y Francia. Nieta de Lord Ashcombe, creció en una finca rural de Sussex, disfrutando del aire libre, de una infancia y una juventud felices al calor de un hogar.
Camilla conoce al príncipe Carlos
La reina Camilla conoció al entonces príncipe de Gales, Carlos, en la década de los años setenta cuando ambos eran veinteañeros. A él le gustó Camilla desde el principio, era simpática, divertida y espontánea, distinta a todas las novias que le adjudicaban. A ella le costó un poco más enamorarse, pero disfrutaba de su compañía y comenzaron una relación. En 1973 rompieron y nunca se supo el motivo quizá ella se agobió al ver que de seguir juntos le esperaría un futuro como consorte real y ella no cumplía con los requisitos que la Casa Real imponía a la prometida del heredero. Camilla Rosemary Shand era católica y no anglicana, era libre, con experiencia en la vida y poco conveniente para el futuro Rey.
Su matrimonio y sus hijos con Andrew Parker Bowles
Carlos de Inglaterra sabía que su posición implicaba ciertos sacrificios que pasaban por encontrar a la princesa perfecta que contentara a todos. Ante ese panorama decidió embarcarse con la Marina Real en una gira por el Caribe. Por su parte, Camilla se reencontró con Andrew Parker Bowles, muy metido en los círculos royals, quien tuvo un romance de juventud con la princesa Ana y jugaba al polo con el entonces heredero. Se casaron en julio de 1973 y tuvieron dos hijos Tom y Laura. El amor se acabó tras 22 años de convivencia y en 1995 se divorciaron.
Mientras, el primogénito de Isabel II encontró a la que a todas luces era la perfecta Princesa de Gales: Diana Spencer, que tenía 19 años cuando se comprometió y provenía de una de las tres familias más nobles del Reino Unido. Se casaron en 1981 y poco después dieron la bienvenida a los príncipes Guillermo y Harry. El matrimonio hizo aguas casi desde el principio y se rompió definitivamente cuando salió a la luz la relación secreta que Carlos había retomado con la ya conocida entonces como Camilla Parker Bowles aunque no se divorciaron hasta 1996.
El accidente de tráfico
Solo un año después, Diana de Gales moría en un accidente de tráfico en París y las posibilidades de que Carlos y Camilla formalizasen su relación eran tan remotas que parecían inexistentes. Reino Unido estaba sumido en un profundo luto por la trágica desaparición de su Princesa y Camilla se convirtió en la villana nacional, en la mujer que tanto había hecho sufrir a su adorada Diana.
Comenzó entonces una campaña de relaciones públicas para dar a Camilla el sitio que Carlos quería darle. En 1999 se publicó la primera imagen pública juntos, a la que siguieron muchas más hasta que el 9 de abril de 2005 cuando él tenía 56 años y ella 57 se casaron por lo civil en el Ayuntamiento de Windsor. Le siguió una bendición en la Capilla de San Jorge del Castillo. Fue así como se convirtió en duquesa de Cornualles y entró, por fin, muchas décadas después en la Familia Real británica.
Durante esos años como esposa del primero en la línea de sucesión al trono se centró en actividades relacionadas con las Fuerzas Armadas, las artes, el feminismo, la violencia doméstica, la osteoporosis -su madre murió víctima de esta enfermedad- y la lucha para erradicar las agresiones sexuales.
Antes de morir y coincidiendo con los 70 años de Isabel II en el trono, la monarca expresó su deseo de que “Camilla sea conocida como Reina consorte mientras continúa con su leal servicio”. Tras el fallecimiento de la soberana británica, Carlos subió al trono de forma automática y meses después se fijó la coronación, en la que Camilla, con 75 años, también sería bendecida, ungida y consagrada junto a su marido con la histórica corona de la reina Mary de Teck.
Fuente: https://www.royal.uk/
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Las frases más duras del rey Juan Carlos sobre Letizia en ‘Le Figaro’
Publicado
hace 4 horasen
29 octubre, 2025
Con aspecto cansado y apoyado en un bastón tras sus múltiples operaciones de cadera y rodilla, el rey emérito Juan Carlos I abre las puertas de su refugio en Abu Dabi al medio francés Le Figaro y rompe su silencio tras años de exilio, concediendo una entrevista que ya ha levantado polémica dentro y fuera de España.
En la conversación, el monarca reflexiona sobre su reinado, su legado y su situación actual, marcada por la soledad, la distancia de su familia y el peso de los escándalos. “Ahora que mi hijo me ha dado la espalda por obligación y mis supuestos amigos han desaparecido, veo que nunca fui libre”, confiesa.
“La democracia no cayó del cielo”
El rey emérito recuerda la Transición española como “uno de los logros más importantes de su vida” y defiende su papel como garante de la democracia.
“La democracia no cayó del cielo”, afirma, insistiendo en que “si pudo llegar a ser rey, fue gracias a Franco”.
Una declaración que sorprendió al periodista francés, quien le advirtió de la polémica que podrían generar sus palabras. Juan Carlos responde con naturalidad:
“¿Por qué mentir, si fue una persona que me hizo rey, y en realidad me hizo rey para crear un régimen más abierto?”.
Estas afirmaciones forman parte de su nuevo libro, Reconciliación, una obra de 500 páginas que se publicará el 5 de noviembre en Francia y en diciembre en España. Según el propio monarca, Felipe VI mostró su preocupación por el tono “sin filtros” del texto.
“Quienes esperen revelaciones trascendentales se sentirán decepcionados”, advierte el emérito, que asegura haber dudado antes de escribir sus memorias:
“Me di cuenta de que los hijos y nietos de mis amigos no tenían idea de quién era Franco ni de la Transición democrática. Creí necesario dar testimonio directo de lo que viví durante treinta y nueve años de servicio a mi país”.
La melancolía del exilio
Sentado entre olivos centenarios en el jardín de su residencia en la isla de Nurai —una propiedad cedida por el jeque Mohammed Ben Zayed, presidente de Emiratos Árabes—, Juan Carlos I se muestra melancólico y nostálgico.
“Verse obligado al desarraigo y al aislamiento al final de la vida no es fácil. Estoy resignado, herido por una sensación de abandono. Hay días de desesperación y de vacío”, admite.
Desde su marcha en agosto de 2020, el rey apenas ha tenido contacto con su familia, salvo con su nieto Froilán, que vive con él en Abu Dabi. Reitera que su autoexilio fue voluntario, para “no obstaculizar el buen funcionamiento de la Corona ni a mi hijo en el ejercicio de sus funciones soberanas”.
Aun así, deja entrever una fractura emocional con Felipe VI:
“Mi hijo me dio la espalda por sentido del deber. Entiendo que, como rey, deba mantener una postura pública firme, pero sufrí su insensibilidad”.
El emérito recuerda una conversación con su hijo durante la Navidad de 2020, que define como “encerrada en el silencio de la incomprensión y el dolor”.
Juan Carlos I: errores, decepciones y la “debilidad” de Corinna Larsen
Entre la nostalgia y el arrepentimiento, el monarca asume haber cometido errores.
“Soy consciente de haber decepcionado. Tengo numerosas debilidades”, confiesa, señalando que fue víctima de “errores de juicio nacidos del amor y la amistad”.
Sobre sus relaciones más controvertidas, hace una referencia directa a Corinna Larsen, a quien califica como “un grave error”.
“Fue un grave error haber aceptado el regalo de cien millones de dólares del rey Abdulá de Arabia Saudí, pero todos los procesos judiciales han sido desestimados y no se me ha imputado nada”.
Reconoce también que fue “cegado por un cierto séquito malévolo” y que confió en empresarios que lo involucraron “en un embrollo financiero que se escapó de sus manos”.
Letizia y Sofía: la otra cara de la monarquía
El rey dedica unas líneas a las dos reinas de su vida. De Sofía, habla con afecto y nostalgia:
“La llamo ‘Sofi’. Lamento que no me acompañe en mi vida en Abu Dabi”.
Sin embargo, su tono cambia al referirse a la reina Letizia.
“Tengo un desacuerdo personal con Letizia. No contribuyó a la cohesión de nuestras relaciones familiares”, admite.
Esta confesión, una de las más comentadas de la entrevista, deja entrever el distanciamiento histórico entre el emérito y la actual reina consorte, cuya llegada a la familia real marcó un cambio de estilo y tensiones en el entorno monárquico.
La herencia a Leonor y el mensaje a Felipe VI
En un tono más conciliador, Juan Carlos envía un mensaje a su hijo Felipe VI:
“España no es automáticamente un país monárquico. Es responsabilidad del rey moldear la monarquía cada día”.
También dedica unas palabras a la princesa Leonor, heredera al trono:
“Que tenga seguridad en sí misma, que cumpla con su deber con simpatía y amabilidad, que sea garante del respeto a la Constitución Española”.
“Hubo tres golpes el 23-F”
El capítulo sobre el golpe de Estado del 23-F es uno de los más reveladores. Juan Carlos I asegura que no fue un solo golpe, sino tres:
“El golpe de Tejero, el de Armada y el de los cargos electos cercanos al franquismo”.
“Alfonso Armada estuvo a mi lado durante diecisiete años. Lo quise mucho, y me traicionó. Convenció a los generales de que hablaba en mi nombre”, explica.
El monarca también recuerda que, durante sus primeros años de reinado, tuvo el poder de refrendar penas de muerte, aunque nunca tuvo que ejercerlo:
“Si hubiera dicho que no, los generales me habrían derrocado”.
“Nunca fui libre”
En el cierre de su entrevista con Le Figaro, el rey Juan Carlos hace una reflexión que resume su sentir:
“A pesar de mis problemas de movilidad y los intentos de desacreditarme, desde mi nacimiento no he sido dueño de mi destino. Di libertad a los españoles al establecer la democracia, pero nunca pude disfrutar de esa libertad para mí”.
Con esta confesión, el emérito deja claro que, a sus 87 años, se siente prisionero de su propia historia, atrapado entre el peso de su legado y las consecuencias de sus decisiones personales.
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